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La Figura De La Semana | BOB STOLOFF | PROFESOR DE MÚSICA

El yanqui que improvisa en Avilés

El músico norteamericano confiesa haber quedado prendado de una villa de la que le gustan "la lluvia y la gente" y donde imparte clases de jazz

Bob Stoloff, en Avilés. MARA VILLAMUZA

El músico Bob Stoloff (Nueva York, Estados Unidos, 1952) pide un lingotazo de ginebra. Sola. Sin tónica. Mira al periodista a través de sus gafas miopes protegidas por unos lentes de sol y confiesa de sopetón: "Lo mejor de Avilés es la lluvia". Este profesor de jazz norteamericano es medio ruso y medio español, aunque viene de la costa Atlántica de los Estados Unidos. "Allí también llueve, es cierto, pero en Avilés sois mejores personas", señala.

Stoloff conoció el concejo el pasado año, entonces vino por unos días y se quedó anonadado: con la ciudad y también con las tres empresarias que promovieron su primera clase magistral: Olaya Esteban, Rosa Espina y Ross Gala. Esto fue, precisamente, lo que acabó por decidirle a dar el salto mortal. Entre enero y mayo da clase a medio centenar de alumnos de toda España que quiere conocer los secretos de la percusión vocal, su última especialidad.

-Pero no es la única -apostilla Rosa Espina.

Stoloff aprendió a tocar trompeta. Y se dedicó profesionalmente a ella. Aprendió a tocar el contrabajo. Y se ganó la vida con el contrabajo. "Un día conocí a una amiga que tocaba la flauta y le dije que me la prestara. En una semana aprendí y al poco también trabajaba como flautista", confiesa, sin presunción, el músico norteamericano. Stoloff dice que toca tantos instrumentos porque le resulta fácil y nada más. Tiene más talento que títulos reglados, reconoce, aunque fue alumno de la High School of Performing Art de Nueva York

-¿La de la película "Fame"?

-Esa- admite con una carcajada.

El norteamericano decidió abrir en Avilés -en las instalaciones de la Escuela Musical Los Adioses, en el barrio de La Magdalena- su primera academia en España. Tiene otras repartidas por Estados Unidos y la Unión Europea. "Preferí Avilés porque aquí estoy muy a gusto, porque los alumnos quieren aprender y no sacar buenas notas y porque esta ciudad es amistosa y eso es, en última instancia, lo que pretendo buscar siempre", admite.

La conversación con Stoloff se desarrolla en el restaurante Germán. Stoloff se queda encantado con la imagen del bar.

-¿Es de los sesenta?

-Lo es, pero el bar lleva unas décadas más -aclara el periodista. Y, como la magdalena de Proust, la historia antigua del Germán es la excusa de la historia más antigua de este norteamericano que descubrió la música cuando escuchó por primera vez el "Eine kleine nachtmusik", de Mozart y, en paralelo, a Ella Fitzgerald en la radio. Entonces fue cuando disfrutó de su particular epifanía: tenía que ser músico.

La historia de Stoloff, en verdad, comienza cuando la española Isabel Núñez desembarcó en la ciudad de Nueva York.

-Debió de ser en la década de los veinte, aunque no estoy seguro. Nunca se contaban estas cosas en mi casa-reconoce.

El músico supone que Isabel Núñez era madrileña y supone también que era de religión judía. "Los judíos lo somos por vía materna", aclara. La abuela del músico terminó llamándose Elisabeth Nunez -así, sin eñe- por la gracia del funcionario que la recibió en la isla de Ellis. Isabel se casó en la Gran Manzana. "Probablemente, mi abuelo fuera un judío ortodoxo que trabajaba de sastre, que era una de las pocas cosas que podían hacer aquellos hombres en el período de Entreguerras", apunta, entre dudas, el músico de jazz.

Stoloff es hijo de Alfred Stoloff y de Reina Nunez. Los dos se criaron juntos en el distrito neoyorquino de Queens, en Bayside. Casa contra casa. "Me contaron pocas cosas de su vida. Sé que jugaban con una escopeta de aire comprimido en el jardín de atrás. Se escuchaban detonaciones y salió mi abuela toda molesta diciendo: '¡Qué coño estáis haciendo!' Y los dos se enamoraron", cuenta el músico de jazz.

Alfred se alistó y fue trasladado a Alemania. La Segunda Guerra Mundial estaba llegando a su fin. "Me contó que liberaron varios campos de concentración. Me dijo que una vez vio una montaña de cadáveres, pero nunca quiso hablar de aquello. Le conmocionó. Resulta que mi suegro, el padre de mi mujer, sobrevivió a los campos", confiesa. Stoloff sabe que estos dos hombres nunca se conocieron, pero fantasea con la posibilidad de que Alfred hubiera contribuido a salvar a Arnold Hunger, que así se llamaba el padre de su esposa. La experiencia en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial se quedó grabada en la memoria de muchos norteamericanos. "Mi suegro cedió al museo del Holocausto de Nueva York una maleta llena de fotos de aquellos días de la liberación. Yo las vi. Horrible", subraya Stoloff con la voz tornada grave y sin una mueca en el rostro. "¿Sabes? Mi suegro sobrevivió porque era científico y los alemanes necesitaban un electricista", apostilla. Hunger regresó a los Estados Unidos y entró a trabajar en la NASA. "Y se suicidió. No aguantó más".

En este ambiente vinieron al mundo Stoloff y su hermana Andrea. "Ella no es música, ella es más lista que yo", bromea. La familia había dejado Queens y se trasladó a Sands Point, en Long Island, "la parte más pija de la ciudad". Y es normal, no muy lejos de allí el escritor Francis Scott Fitzgerald acomodó a Jay Gatsby, su creación más aplaudida, el protagonista de "El gran Gatsby".

-Nuestra casa tenía 12 habitaciones, piscina. Teníamos cuatro coches: un Cadillac descapotable, un Lincoln? A mi padre le iban muy bien las cosas. Se dedicaba al negocio del vidrio. Yo era feliz.

Y toda aquella época se acabó un día, recuerda el músico, cuando él tenía 12 años. "Nos dijo a mi hermana y a mí que montáramos en uno de sus coches. Salimos por Sands Point. Había dos carriles: uno para los señoritos y otro para el servicio. Él iba por el de servicio y nuestros vecinos ricos le gritaban y él, mi padre, les hacía la peineta. No sabía qué significaba todo aquello. Lo supe después. Mi padre no era feliz. Tenía dinero, pero no era feliz".

La crisis llegó al negocio familiar y cayeron los ingresos. "Nos fuimos a Manhattan. Mi padre empezó a ser feliz. El dinero no era lo importante, pero me di cuenta de que para mí sí, que estaba acostumbrado a vivir una vida pija y que en el piso de Manhattan no era lo mismo". Pero a todo se acostumbra uno. Y Stoloff comenzó a cultivar la materia que sería la sal de su vida: la música. Fue alumno de Angelo Manzo, que le enseñó a tocar el violín. "Pero no me gustaba mucho. Me daba clase los sábados desde las nueve a las diez, pero después me dejaba quedarme a ver cómo daba clase a mis otros compañeros. Fue como mi segundo padre. Tenía doce o trece años y estoy convencido de que sabía que terminaría como profesor", apunta. Por entonces fue cuando sus padres le enviaron a unos campamentos musicales que acogían hoteles de lujo, en el norte del Estado de Nueva York. Hoteles que alojaban a las estrellas del momento: Jerry Lewis, Frank Sinatra? Durante cinco años consecutivos aprendió a tocar la trompeta, el contrabajo, la batería? "Dijeron: 'necesitamos alguien que sepa tocar el contrabajo'. Yo no sabía, pero dije que sí. Y me metieron en una 'big band'?" Así empezó su vida profesional: diciendo que sí. "Luego ya habría tiempo de preocuparse", se ríe.

Lo primero que hizo fue ser músico en una banda de negros. "Necesitaban tres o cuatro blancos para poder vender actuaciones. Estados Unidos en los años 60 era así", recalca. Stoloff vivió intensamente la década de los sesenta. "Hay cosas de las que no me acuerdo: me metía ácido, fumaba marihuana?", confiesa. De lo que sí se acuerda -fue un poco antes de comenzar su época más loca, hacia 1967- es de haber pagado 10 dólares para asistir a su primer concierto de jazz. "Entré solo en el Carnegie Hall. El público estaba formado sólo por negros. Me di cuenta entonces de en qué país vivía", dice. Aquel concierto fue el del trío de Oscar Peterson. "Era un cantante y un pianista excepcional. Tocaba con Richard 'Groove' Holmes? Fue fantástico". Dice que la ciudad de Nueva York de aquellos días era "el sitio en el que había que estar". Sonaba Miles Davis, comenzaba la invasión de los grupos ingleses? Stoloff encontró trabajo en una orquesta clásica de una compañía de ópera. Tocaba la trompeta. También el contrabajo, pero en una orquesta de "soul". Comenzó a girar por todos los clubes de Nueva York? "Y cuando me aburría empezaba a practicar 'scat', que es lo que enseño ahora. Empecé a trabajar en el College Berklee, en Boston. No les importó que no tuviera formación adecuada porque había estudiado con ellos para ser profesor. Me aceptaron. Mi padre me había cogido de las solapas después de un mal viaje, tres años en los que no hice más que drogarme y vender todos mis instrumentos? Me preguntó si pretendía vivir toda mi vida colocado". Fue en 1973.

Comenzó la mejor vida de Stoloff, comenzó a enseñar, a tocar como músico de estudio (contratado). Gracias a una de aquellas grabaciones entró en contacto con el "Vocal Summit", el cuarteto de Bobby McFerrin, Jay Clayton, Gene Lee y Urszula Dudziak. "Dudziak escuchó una grabación que habíamos hecho un amigo mío y yo en Boston. Me llamó. Me dijo que si iba con ellos a Alemania, que tenían unos conciertos y McFerrin no podía. 'Claro', dije yo. El único hueco que había era el de la percusión vocal y ellos formaban el mejor grupo vocal del mundo. Me aceptaron y ya no fui sólo un sustituto". Y así Stoloff mejoró su capacidad musical. "Como conocía tantos instrumentos, enseñar me resultaba muy fácil?", dice. Un día dejó Berklee, había sistematizado su talento en varios libros de texto? Y empezó a dar clase en sus propias academias. Como la de Avilés.

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