Los alumnos de Nuestra Señora del Buen Consejo se han acercado a la historia, cultura y economía de los diecisiete países con presencia de religiosas agustinas misioneras -congregación titular del centro educativo- a través de las jornadas culturales que concluyeron ayer con un día de puertas abiertas a las familias y vecinos del Pozón, donde se ubica el colegio, que celebra el 125.º aniversario de la orden fundada en Madrid por tres mujeres: Querubina Samarra, Mónica Mujal y Clara Cantó.

En las últimas semanas, todos los estudiantes del centro, de Infantil a Secundaria, elaboraron tantos mapas-murales como países en el mundo acogen a las religiosas. Sobre el papel, plasmaron un amplio abanico de ilustraciones y datos de cada uno: moneda, religión, bandera, gobierno, fronteras, capital, demografía, alimentación o música. "Repartimos los países entre los cursos y con la implicación de todo el profesorado se ha elaborado un proyecto basado en las inteligencias múltiples", señala la directora, Noelia Blanco, para añadir que con este cometido se buscaba dos objetivos, "conocer la misión de las Agustinas así como las características de los países en los que se encuentran".

Una vez concluidos los murales que durante unos días permanecerán colgados de las paredes del vestíbulo, los autores se encargaron de presentarlos ante sus compañeros. Cada curso ofreció una breve charla destacando las particularidades de los 17 estados de Europa, África, América y Asia.

Asimismo, los estudiantes pudieron conocer de primera mano la realidad de algunos de los lugares. Sor Lola Fernández, natural de Hinojosa de Calatrava, provincia de Ciudad Real, y misionera durante 40 años en Argentina, Chile, Argel y Guinea Ecuatorial relató a los jóvenes la forma de vida de los ciudadanos más desfavorecidos en los destinos en los que volcó sus esfuerzos en el ámbito educativo, social y de salud. "Dios me regaló mucho y las gentes con las que conviví también; transmiten riqueza a pesar de cargar con mucho dolor", comenta la religiosa de 70 años, que reconoce haber dejado su corazón en Cafayate, al norte de Argentina, donde junto a otras hermanas agustinas puso en marcha una escuela de Formación Profesional y un albergue para estudiantes ya que "para asistir a clase tenían que caminar durante cuatro o cinco horas".