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Los "pirones" van más a clase

Un grupo de alumnos del instituto de Luanco participa en un proyecto pionero contra el absentismo con actividades como la horticultura y la edición de vídeos

Los alumnos, realizando trabajos en el invernadero. RICARDO SOLÍS

Aunque se hacen llamar "los pirones", los alumnos -siete en total- que integran el Plan de Prevención del Abandono del instituto Cristo del Socorro de Luanco ya no lo son tanto. Y es que desde que se puso en marcha este programa pionero en la región, al que llaman cariñosamente "Pepa", las cifras de asistencia a clase de estos estudiantes, generalmente en riesgo de exclusión social y de renuncia a la formación, ha mejorado considerablemente. Para que los chicos no abandonen las aulas sus profesores tratan de incentivarles con actividades y "asignaturas" prácticas que les sirvan "de cara a su futuro", según los docentes.

"Me gustan más estas clases que las normales, pero tengo claro que, en cuanto pueda, dejo el instituto, porque no hago nada", asegura Alejandro Jiménez, alumno de 16 años que actualmente cursa segundo de la ESO y que forma parte del programa. "Eso sí, antes de estar en el Pepa me marchaba del instituto casi todos los días y ahora sólo falto de forma esporádica", agrega.

Uno de los objetivos que se marcan los profesores del centro con el plan es que los alumnos "sientan que les cuidamos e integramos". "Son casos en los que el apoyo familiar para continuar con los estudios no siempre es el óptimo y la mayoría de las veces los chicos dejan el instituto en cuanto cumplen 16 años, sin tener la ESO. Por ello, tratamos de hacerlo más atractivo y que vean las clases como algo positivo", relata Pedro Guil, uno de los tres docentes que instruye a estos chavales, que asegura que actualmente cuentan con "dos estudiantes" que superan esta edad y que decidieron "continuar con sus estudios".

"Estas clases son mucho mejores, porque estamos haciendo cosas y no estamos sentados mirando para el pupitre", aseguran al unísono Mariano, Alberto y Adrián Jiménez, de edades comprendidas entre los 14 y 15 años. "En cuanto cumpla los 16 me voy de aquí. Quiero dedicarme a la ganadería", sentencia Mariano Jiménez, a los pies de un invernadero en el que los jóvenes aprenden a cultivar patatas, tomates o lechugas.

En contraposición a su compañero, Adrián Jiménez pretende continuar con su formación cuando supere los 16 años, edad máxima de escolarización obligatoria. "Me gustaría hacer algo relacionado con el dibujo o los tatuajes", reflexiona el estudiante, que reconoce que los profesores del Pepa son "menos exigentes" que los del régimen general.

Además de practicar la horticultura, los alumnos del plan también realizan otra serie de proyectos, como la edición de vídeos, programas de radio, cursos de cocina o construcciones de madera en el taller del centro; y también participan en actividades con colectivos de la localidad como el centro de mayores. "Para el programa de radio entrevistamos al Alcalde y le solicitamos que nos pusiese un paso de cebra en La Paxarada y una marquesina en Santa Ana. Nos construyó la parada de autobús e hicimos un vídeo para agradecérselo", explica Alberto Jiménez.

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