Todo empezó por la lana. Una pieza tejida de auténtica lana de oveja trabajada con mimo por su mujer, Gumersinda Suárez "Sinda", fue el comienzo de la colección de piezas relacionadas con el mundo del campo y la vida rural que Manuel Graña vivió en su infancia en el Occidente asturiano. Asentado desde hace largos años en El Pozón, los materiales que rescata del olvido y otros que él mismo confecciona son una ventana al pasado, un soplo de aire lleno de recuerdos de antaño.
Graña es oriundo de un pueblo de Grandas de Salime, y de aquella casa natal proceden algunas de las piezas que ahora atesora en la calle del Carmen. Como el pote con cadena donde se cocinaba sobre el llar. "En el pote hacían la comida, y en otro más pequeño, el café" recuerda. Junto al pote se abren hueco pesas, herramientas para cortar los toxos, trampas para animales, herramientas de cestero...
De las manos de este coleccionista también salieron piezas como las cucharas de madera, pequeños carros que recuerdan las faenas agrarias... Y hasta una guadaña en miniatura y todos los utensilios necesarios para cabruñar. Como muchos hombres de su generación, Graña aprovechó cada oportunidad laboral para salir adelante. Y después de sus inicios en el campo, fue barbero en la mili, que cumplió en Astorga entre 1959 y 1960. Esa experiencia le sirvió después, ya en Avilés, para compatibilizar su trabajo en Dolomíticos en Vallinello como electricista con esa otra faceta. Y de ambas profesiones conserva piezas, que comparten espacio con una vieja máquina de hacer chorizos y una pizarra y un pizarrín del colegio. Ahora aquellas piezas de su pasado engarzan con su actividad de jubilado inquieto que tiene aún mucha historia que legar al futuro.
