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Adiós a una institución en la ciudad

Más de un siglo de entrega a los enfermos

La congregación de las Siervas de Jesús llegó a Avilés en 1887 para hacerse cargo de la atención de los indigentes y pacientes crónicos del antiguo Hospital de Caridad

Construcción del Hospital de Caridad, a principios del siglo XX.

Josefa de las Alas Pumarino de Solís, Carmen Villamil de la Flor, Teresina Carreño, Dominica Carreño, Carmen Suárez, Valeriana Arango o Sabina Pumariega fueron unas pioneras. Forman parte de la relación de las primeras mujeres que atendieron a los pacientes del Hospital de Caridad, entonces ubicado en el viejo centro de Pedro Solís, en la calle de Rivero, y son precursoras de una historia ligada al buen hacer y a una entrega a los más desfavorecidos. Las integrantes de la Asociación de Señoras del Hospital -formada por mujeres de la sociedad avilesina- fueron relevadas, en cierta medida, por las hermanas de la congregación de las Siervas de la Caridad, que en las próximas semanas pondrán fin a su labor en la ciudad con la partida de las últimas monjas del hoy conocido como Hospital de Avilés. Con la madre María Josefa, con Sor Magdalena y con Sor Rosalí terminará una relación entre la orden y Avilés que comenzó hace casi 130 años, en 1887.

Así consta en el reglamento del Hospital de Caridad de Avilés, archivado en la biblioteca virtual del Principado de Asturias, que pone las bases de cómo debía ser la atención de los indigentes y de los enfermos crónicos de la época. "El Hospital de Caridad de Avilés, pobre y desvalido, sustentándose sólo con las limosnas de almas piadosas, no puede adoptar para sí lo prescrito en los reglamentos que rigen a otros hospitales. Único en su especie en lo escaso e indigente, únicas y exclusivas han de ser las reglas para su gobierno", consta en el título primero del reglamento, aprobado en abril de 1887 por el Ayuntamiento, siendo alcalde Emilio Carreño.

En él se establecen las relaciones entre la junta directiva del Hospital y las hermanas Siervas de Jesús así como los trabajos que debían desarrollar las monjas. Era responsabilidad de la hermana superiora los inventarios anuales o semestrales, llevar cuenta de las altas y bajas de los enfermos, extender los recibos de la limosna. "Será también cargo de la misma el cuidado de los enseres del hospital, sean de la clase que fueren, y de poner en conocimiento del director los desperfectos y extravíos que sufran, para que éste, en vista del caso, los reponga o repare y exija la responsabilidad al culpable, si el daño vino por abandono o negligencia", expone el documento. Las hermanas también tenían que cuidar de la ropa de los enfermos, administrar los alimentos, medicamentos y vendas, acompañar al facultativos en sus visitas a los pacientes y tomar notas.

Ya en el reglamentos, para evitar tensiones entre la Asociación de Señoras y las Siervas de Jesús, se incluye el artículo: "En bien de los intereses del Hospital, procurará la Hermana Superiora guardar la mejor armonía con la Asociación de Señoras, pues con su abnegación han sido siempre verdaderas sostenedoras del asilo".

La primera comunidad se formó con cuatro Siervas. Según el párroco Ángel Garralda en el libro "Avilés, su fe y sus obras", con ellas llegó "el orden, la limpieza y la alegría a los enfermos". Poco después llegaron dos monjas más, que se dedicaron a la visita domiciliaria.

La estancia de las Siervas en el viejo hospicio terminó en 1933, cuando se trasladaron al actual edificio, en la calle Cabruñana. El proyecto data de 1922 y es responsabilidad de los arquitectos Tomás Acha y Manuel del Busto. El Ayuntamiento adquirió el solar para construir el sanatorio por 25.000 pesetas. Su financiación iba a venir de José Menéndez, el rey de la Patagonia, pero un desacuerdo empresarial descabalgó al multimillonario mirandino. Fue construido por "suscripción popular incluidos algunos donantes principales", explica Garralda.

"No había nadie más que ellas trabajando aquí. Ellas lavaban, planchaban, atendían a los enfermos... Lo hacían todo", aseguró la actual hermana superiora de la congregación en Avilés, sor María Josefa. "Era una labor muy bonita que daba muchas satisfacciones. Antes había muchos pobres y las hermanas pedían para darles de comer. Hemos ayudado a mucha gente en el Hospital de Caridad. Hasta hace unos treinta años, estábamos nosotras solas", recalcó la monja.

Y entonces llegó la historia moderna, la que convirtió al Hospital de la Caridad en el de Avilés y en un centro de referencia en el trabajo geriátrico. Que además, ahora busca ampliarse, con la construcción de un centro de día entre el complejo de Cabruñana y la calle Sánchez Calvo para dar servicio a decenas de mayores de la comarca. Pero cuando llegue ese momento, ya no estarán las monjas de las Siervas de Jesús. Y tampoco sus palabras de ánimo y consuelo, esas que tantas personas han escuchado a lo largo de los últimos 130 años desde la cabecera de sus camas.

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