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Concejo De Bildeo | Crónicas Del Municipio Imposible

Despistes

La falta de atención de un bildeano de Cá la Llábana con su mulo y las risas que produjo en todo el pueblo

Despistes

De nuestro corresponsal, Falcatrúas.

Hablábamos hace algún tiempo de cómo se fijan los bildeanos en los detalles que les interesan y que los de ciudad pasaríamos por alto; por ejemplo, si un vecino recorre senderos, caminos o simplemente atraviesa un monte, va tomando nota mentalmente de lo que le rodea, si hay vacas en tal sitio, caballos en tal otro, controla las huellas que encuentra en el barro, sabe si son de jabalí, de venado, de corzo, lo que sea. De la situación de las vacas y los caballos informará a sus propietarios, cuando tropiece con ellos en el pueblo, para que sepan de sus animales; de los bichos, cazables o no, hablará discretamente con algún interesado, por si hay modo de organizar una expedición nocturna para llenar el arcón sin que se entere algún pájaro que se lo casque al Seprona.

Obviamente, es muy importante saber dónde están las vacas, que pastan libres en monte abierto, custodiadas por perros; teóricamente pueden caminar y no parar hasta cambiar de concejo o de provincia, pero esas fugas son raras, a menos que algún malnacido arree el ganado, una maniobra harto peligrosa porque las malas artes acaban por descubrirse y puede haber tiros. Las vacas son muy valiosas y no pasa un día sin que alguien las vaya a controlar y lleve comida a los perros.

Otra cosa son las caballerías; tienen poco trabajo, la maquinaria lo hace casi todo, y a fin de que no se zampen toneladas de hierba en el pesebre, una sopa boba que sale muy cara, los vecinos echan los caballos al monte durante meses, para que busquen su comida; van en manada, se conocen, suelen mantenerse juntos y aunque andan mucho más que las vacas, se les controla a distancia; llamando incluso por teléfono a los pueblos vecinos y preguntando por ellos, acaban siempre por darles razón de su paradero.

El macho, (mulo) de Cá la Llábana andaba por el monte con los demás caballos de Bildeo, pero un día se hizo necesario traerlo por un viaje que surgió y encargaron el asunto a su hijo Jesús, un mozo por aquella época.

-Trae el macho, le dijeron-, están todos los burros juntos por el Alto de la Patana. Lleva la cabezada y unos cachos de pan duro para que se deje coger.

Con Jesús de la Llábana no se cumplían esas leyes no escritas de los bildeanos que hablan de fijarse en las cosas que importan, era un despistado de tomo y lomo, más pendiente de los periódicos y las revistas que caían en sus manos que del día a día de la casería.

Emprendió la subida a la Collada de El Muñón, a hora y media de camino empinado desde el pueblo, y cuando vio una manada de caballos pastando a cierta distancia se dirigió hacia allá. Ya dijimos en alguna ocasión que los animales de cada casa conocen a sus dueños, de modo que a Jesús no le extrañó nada que un mulo viniera como un tiro a zamparse el pan con gran fruición, se dejara poner la cabezada y echase a andar detrás de él como si fuera un perro. Trabajo fácil.

Cuando llegó al pueblo, al pasar por delante del taller de madreñeros que habían montado en los bajos de Cá el Telar, paró a echar un pito con ellos. Pepe Colasa salió a estirar las piernas, dio una vuelta en torno a la caballería, las manos en los bolsillos y, de repente, formuló la última pregunta que Jesús hubiera querido oír:

-¿Cuándo cambiasteis en Cá la Llábana el mulo por una mula?

Jesús no supo qué responder; se fijó entonces con un poco más de atención y tuvo que admitir su equivocación, aquel animal era una mula y en casa no tenían una mula sino un mulo.

-¡Me cago en la mula y en la madre que la parió! No tuve ni que llamarla, vino ella sola hasta mí, comió el pan, le puse la cabezada y no protestó ni me dijo nada...

-¡Pero qué explicaciones te va a dar una mula, tonto, más que tonto! ¡Mira que no conocer al burro de casa! (En Bildeo a cualquier caballería se la llama burro, un nombre neutro y polivalente).

Todavía se escuchan los ecos de las risas en Bildeo y eso que estos hechos ocurrieron hace unos setenta años.

Jesús regresó con la mula al monte, otra hora y media cuesta arriba, dio con la manada e identificó el mular de casa por la matrícula grabada a fuego en el anca: "LL" de Llábana; como no llevaba el cebo del pan, hubo de correr hasta la extenuación, eso que ahora llaman "desafío" para alcanzarlo y encasquetarle la cabezada.

Seguiremos informando.

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