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JOSÉ RAMÓN ÁLVAREZ SUÁREZ | EXCONCEJAL DEL PP EN CORVERA, EXFUTBOLISTA PROFESIONAL Y GRAN SOSTÉN DE LA PRÁCTICA DEL MUS EN ASTURIAS

"Monchi" se da mus

El polifacético político y hostelero, antes futbolista y siderúrgico, repliega velas para dedicar más tiempo a su familia tras una vida pública tan plagada de altibajos como la deportiva

José Ramón Álvarez Suárez y su reflejo en uno de los espejos de Casa Germán. MARA VILLAMUZA

La vida de José Ramón Álvarez Suárez (Avilés, 1948), conocido como "Monchi" desde que llevaba pantalones cortos, está dramáticamente marcada por dos sonidos que nunca dejan de sonar en su cabeza: el que hizo el cuerpo de su hermano Emilio al caer de una altura de cuatro metros desde la tenada donde estaba jugando y el chasquido de su rodilla tras la violenta entrada de un compañero mientras hacía un rondo de entrenamiento cuando jugaba en el Granada Club de Fútbol. A resultas de la caída, perdió a su hermano de 13 años -que curiosamente había sobrevivido años antes a un grave atropello de tráfico-; fruto de aquella maldita lesión de ligamentos, Monchi tuvo que dejar la elite del fútbol español y volver al barro de los campos de la Tercera División asturiana. Y sin embargo, pese a tanta fatalidad -un segundo hermano, Javier, también le murió joven, en su caso de enfermedad- Monchi es un hombre que rezuma vitalidad, querido allá donde va por su don de gentes, simpático y campechano. Un optimista nato, el tipo que, como dice una popular canción mexicana, siempre preferirá cantar a llorar "porque cantando / se alegran / cielito lindo, / los corazones".

Monchi es noticia estos días porque por primera vez en sus 67 años de vida resta en vez de sumar o, dicho de otra manera, ha empezado a dar pasos atrás para abandonar algunas de las muchas ocupaciones que acumuló y que le proporcionaron una gran popularidad en la comarca. Así, ha dimitido como concejal del PP de Corvera para que sea gente más joven la que resucite un partido que quedó grogui tras pasar por las manos de Luis Solar; a Monchi le reclamaron para tratar de reverdecer los laureles de aquella etapa en la que había compartido protagonismo político con Alberto León (llegaron a tener cuatro concejales), pero se ha cumplido el refrán de que segundas partes nunca fueron buenas.

Otro adiós, este más inesperado incluso que el político, tiene que ver con la organización del Campeonato avilesino de mus, una de las pasiones de Monchi. El propio protagonista ha declarado que un grupo de jugadores le propuso hacerse cargo de la organización y que aceptó gustoso porque va siendo hora de devolverle a la familia el tiempo que le lleva sisando desde sus años mozos. Sólo los que saben cuánto disfruta Monchi revolviendo el guiso del mus asturiano -es el presidente de la federación regional- entenderán la gravedad de la decisión de dar el relevo. Eso sí, seguirá encargándose de la organización de otros torneos regionales y locales: "Disfruto más en los entresijos organizativos de los torneos que sentado en la mesa jugando al mus", ha llegado a confesar un hombre que tiene a gala haber fundado la peña que lleva su nombre y que ahora mismo es la más veterana de las 26 que disputan el Campeonato avilesinno, que a su vez es el decano de España en su formato liguero.

La infancia de Monchi discurrió en los prados de Carbajal; es decir, en los terrenos que ahora ocupan el colegio y el polideportivo del Quirinal, parte del barrio del Carbayedo... Era nieto de un guardés de la finca y eso le otorgó privilegios, como disponer de la llave del palco que había en las pistas de La Exposición -propiedad de los Carbajal- y desde donde se aficionó al deporte al poder ver, como un rajá, todo tipo de competiciones.

Aquel guaje, alumno que fue de la escuela de Don Floro, empezó a hacer dinero a temprana edad en cantidades casi inconfesables gracias a otro "enchufe": su padre tenía mano en el mercado ganadero semanal del Carbayedo -de ahí que enfrente de Casa Tataguyo luzca hoy una estatua que representa a un paisano tirando de un xato- y colocó a su hijo como pesador de reses. Los paisanos, enternecidos por aquel mocoso que manejaba la báscula, le dejaban propinillas que, todas juntas, casi formaban un sueldo. Eso sí, Monchi jura que nunca cedió a la tentación de falsear el peso de un animal para favorecer al dueño y recibir la correspondiente mordida de agradecimiento.

"Mi padre" -relata- "me llamaba Monchi, pero cuando se ponía serio me decía José Ramón. Recuerdo que al hablarme de este asunto del pesado del ganado me dijo con tono grave: 'José Ramón, no se te ocurra nunca engañar con el peso' Y bueno era mi padre como para no hacerle caso". Lección aprendida: Monchi le dio la espalda de muy joven a la corrupción y así ha tratado de guiar su vida desde entonces, por el camino de la verdad. Es tontería comentar aquí lo que opina de las corruptelas que agitan la vida política nacional.

Pesador de ganado y político, como ha quedado dicho; pero también monaguillo en el mes de las flores, recadero, empleado de empresas de montajes, técnico de mantenimiento de la antigua Endasa (hoy Alcoa), oficial de primera en la desaparecida acería LD-I, entrenador de fútbol, hostelero en dos etapas diferentes de su vida... Todo eso y más cosas ha sido Monchi en la vida. Pero la etapa que de verdad le pone chiribitas en los ojos es la de futbolista.

La primera equipación que lució aquel prometedor centrocampista que parecía tener muelles en las piernas de lo mucho que saltaba fue la del equipo de Maestría, donde entonces estudiaba. De ahí pasó jugar en La Arena, reclutado por Angelín el Perolo, y en esa villa marinera descubrió que ser jugador de fútbol y convertirse en el más requerido del baile por las mozas era todo uno. O sea que entre las primeras perrillas que ganaba pegando patadas al balón y la popularidad creciente entre las féminas, Monchi se volcó en el balompié; tanto neció que llegó a aprender a pegarle al balón con la pierna izquierda, hasta entonces "de madera".

El Gijón Industrial, el Real Avilés... y por fin el Granada, de Primera División, a las órdenes de Pasieguito. Para tierras nazaríes que se fue Monchi, ya casado con su actual esposa, con la que tuvo tres hijos. Con sus primer sueldazo de "primera" y fiel al tópico "futbolística rico, coche potente" se compró un MG 1.300 con el que vacilaba por Avilés: "¡Mira, ho!, soy el único que tiene un coche con matrícula de Grado (en referencia al indicativo de la antigua matrícula de Granada que lucía el auto: GR)".

Y cuando ya tocaba el cielo, cuando saboreaba la miel del éxito del fútbol profesional, llegó la puñetera lesión: la pierna que había sido de madera astilló como tal y nunca más fue la misma. Se rompió el muelle, la extremidad dejó de ser flexible al hacer los driblings con los que antes Monchi rompía la cintura de los defensas rivales. Tras un paso fugaz por el Extremadura, volvió a recalar en el Real Avilés, el Endasa y el Hispano... Como el sueldo futbolístico había dejado de tener ceros, Monchi montó un bar en Las Vegas (Corvera), trabajó en la fábrica de aluminio y más tarde volvió a la hostelería cogiendo el traspaso de la cafetería Corona, donde precisamente empezó su carrera política en el PP como sustituto en la candidatura municipal de otra persona que dio calabazas al partido.

Ya jubilado, los sueños de Monchi son modestos: viajar con su señora de vez en cuando a jugar campeonatos nacionales de mus, disfrutar de hijos y nietos, vivir un ascenso a Segunda División de su querido Real Avilés y, quizás, ser testigo de una regeneración de la política para que los concejales de la oposición que sean capaces de ver cosas buenas en la labor del gobierno de turno dejen de ser mirados como si fueran bichos raros. Así es Monchi, un tío que hartó de meterle envites a la vida pero que a estas alturas de la vida prefiere darse mus.

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