Si algo tenían claro los políticos que gobernaban en Avilés hace tres décadas fue que sin saneamiento de la ría, la ciudad jamás levantaría cabeza. Por eso hubo una importante movilización de recursos -más de 125 millones de euros- para limpiar el cauce, construir un sistema de colectores que evitase los vertidos industriales y domésticos, adecentar las márgenes y preservar los pocos vestigios naturales del estuario primitivo.

El actual presidente del Puerto y en el pasado alcalde, Santiago Rodríguez Vega, pone énfasis en la idea que durante varios mandatos centró el esfuerzo de la administración local: "La crisis industrial de los años 80 y la consiguiente reconversión de nuestras industrias obligó a repensar la ciudad. Nuevamente, como antes en otras etapas de la Historia, la ría se convertía en una gran baza de futuro; sanearla era necesario por una urgencia ambiental, pero también era imprescindible para generar nuevas oportunidades". Y, en efecto, esas oportunidades se materializaron en forma de actividad náutica deportiva, la construcción de un complejo cultural antes impensable (el Centro Niemeyer), la ordenación de usos portuarios y, en fin, hasta la llegada de cruceros turísticos.