Las personas que usan una silla de ruedas no solo deben hacer frente a las barreras físicas, las más comunes, sino también a las sociales, las más duras. Eso pudieron comprobar ayer en sus carnes los jóvenes que decidieron convertirse, por unas horas, en usuarios de este medio empleado a diario por muchos discapacitados.

"Te miran como extrañados, como si fueras un bicho raro", comentaba una de las jóvenes que decidió conocer cómo es de primera mano las dificultades que se le plantean, a la hora de moverse por la ciudad, a una persona en silla de ruedas. El trayecto, organizado por la entidad Difac, partió de la propia sede de la organización, ubicada en la calle Sabino Fernández Gendín, para continuar por Galiana, plaza de España, Rivero y vuelta a la asociación cruzando el Parque Ferrera. El grupo estaba integrado tanto por personas usuarias de silla de ruedas como por voluntarios que buscaban descubrir una realidad desconocida para ellos.

El primer obstáculo al que se enfrentaron todos ellos apareció al cruzar un simple paso de peatones, en el que las ruedas de una silla quedaron bloqueadas en un pavimento con desperfectos. Otra adversidad que debieron salvar fueron las cuestas que, si para alguien acostumbrado a la silla de ruedas es un inconveniente, para los voluntarios que participaron en el recorrido resultó una traba importante.

Una de las barreras físicas a la que más aludieron los participantes en la ruta fueron los accesos a los diversos establecimientos, tanto restaurantes como comercios que no se encontraban habilitados para facilitar la entrada y salida de usuarios en silla de ruedas. "Si queremos pasar por alguna tienda a comprar algo, sencillamente no podemos", comentaron varios de los participantes en el trayecto.

Otro valor añadido de la ruta fueron los testimonios de aquellas personas que llevan toda su vida en silla de ruedas, y que sirvieron para que los adolescentes pudiesen comprender bien la dureza de las barreras sociales. "Estaba en los cines Marta y María con unos amigos, y nos tocó subir a la sala de arriba para ver una película. Había mucha gente y yendo a la sala nos caímos una amiga mía y yo. Nadie se preocupó de preguntar si estábamos bien", explicó uno de los participantes, al que una lesión de nacimiento le postró en una silla de ruedas.

Las implicaciones que acarrea el vivir día a día con una paraplejía van más allá de los condicionantes motores. La forma y tiempo dedicado a vestirse, la accesibilidad a recintos públicos, la aceptación de la discapacidad por parte de los seres queridos y, sobre todo, la discriminación social, son los grandes barreras a los que debe hacer frente una persona postrada en silla de ruedas.

Difac, mediante este recorrido, pretende hacer visible lo invisible: la odisea de salir de casa en silla de ruedas y cruzar una ciudad con ella. "Queríamos hacer algo así, que no sea lúdico, para que haya mayor concienciación", afirmó Rocío Martínez, de la asociación.