Durante los siglos XVII y XVIII, Gozón se convirtió en un "nido de corsario" y foco de los ataques ingleses contra el Imperio Español, comandado primero por los Austrias y, después, por los Borbones. En esos años se construyeron varias baterías costeras de protección contra las incursiones enemigas que se colocaron en puntos estratégicos del concejo, como el Cabo Peñas, San Juan de Nieva, Llumeres, Bañugues o Luanco. Ahora, la Consejería de Educación y Cultura del Principado incluye en el inventario del Patrimonio Cultural asturiano dos piezas de artillería histórica que pertenecieron a sendos cañones ubicados en su día en el castillo de San Juan de Nieva y en la batería de Magallanes, en las inmediaciones de La Mofosa, en Luanco.

El concejal de Cultura de Gozón, Manuel Hernández Barrios, explicó ayer que la primera de las piezas, la de la batería de San Juan de Nieva, pertenece a un cañón naval del siglo XVIII. "Está sumergida en el mar y está situada bajo el acantilado inmediato al faro de San Juan. Está incrustado en una de rocas que emergen del fondo y, según los investigadores, se reconoce la morfología del cañón. Esa pieza la localizó un submarinista", explicó el edil socialista. La destrucción de ese armamento data, según el concejal, de 1779, bajo el reinado de Carlos III. "Dos embarcaciones corsarias británicas asaltaron el castillo de Nieva y arrojaron a las piedras un cañón de hierro inservible. Ahora está en un estado bastante deplorable", comentó.

La otra pieza está custodiada en el Museo Marítimo de Asturias, aunque está sin inventariar. Es un fragmento de un cañón de la batería de Magallanes, en Luanco, que data del siglo XVIII. "Es de hierro y su estado de conservación es muy malo. Mide 38 centímetros y tiene un diámetro de 24. En esa pieza se reconocen tanto el exterior como el interior (ánima) y se puede afirmar que formaba parte de un cañón de gran calibre", explicó Hernández Barrios.

Según testimonios orales, la pieza fue recuperada bajo el fuerte de Magallanes a finales de los años 40. "Entonces, los vecinos decidieron volar los cañones para vender el hierro como chatarra. Algunas de esas piezas no fue recuperada y quedaron en el fondo del mar", explicó el concejal de Cultura del Ayuntamiento de Gozón.