Andrea Rodríguez Gándara nació en el poblado de pescadores, y la galernas le asustan lo mismo que a un lobo de mar. Tal vez por eso ha decidido ponerse al frente de una asociación de vecinos que llevaba al menos dos años en continua marejada, la del Nodo. Con 35 años, Rodríguez Gándara ha rejuvenecido el movimiento vecinal de Avilés. Aunque hace solo 22 días que ha asumido la presidencia, esta mujer navega con rumbo firme: "El Nodo fue un barrio privilegiado que tenía de todo, incluso cine cuando no lo había en otras zonas pudientes de Avilés. Sabemos que ahora no podemos llegar a eso, pero queremos adecentar un local a pie de calle en el que ofrecer tantas actividades como seamos capaces".

La "patrona" vecinal del Nodo quiere envejecer en el poblado que le vio dar sus primeros pasos. "Con dieciocho años me casé y viví un tiempo largo en El Quirinal pero en cuanto pudimos regresamos al Nodo donde compramos una casa. Tengo familia y no es lo mismo que un niño se críe en un barrio que en el centro de la ciudad", explica. En el Nodo los vecinos se conocen por su nombre y los tabiques a veces parecen paredes invisibles porque la casa de uno es la de todos. Aunque con el paso de los años se ha perdido algo de ese espíritu abierto y marinero, Andrea Rodríguez Gándara no da la batalla por perdida. Cuenta con el respaldo de la junta directiva, formada en su mayoría por jóvenes del barrio.

Rodríguez Gándara espera también cerrar el libro polémico que se abrió en el Nodo hace meses. Entonces la asociación de vecinos estaba liderada por Ángeles Lugilde, y la palabra que se ligó al poblado de pescadores fue la de desahucio. Durante meses el poblado se convirtió en un polvorín y si había un enemigo ese tenía nombre: cofradía de pescadores "Virgen de las Mareas", propietaria de un número importante de casas. "Aquí en su día se hizo una acampada y se apoyó a los afectados pero luego supimos que no todos los desahuicios eran tal. Nuestra intención como asociación es oponernos a un desahuicio siempre que sea justo pero creemos que como colectivo vecinal no puede centrarse únicamente en eso".

Aquella niña del Nodo hoy madre -preside también la Asociación de padres y madres del colegio Santo Ángel de Avilés- sabe que el futuro próximo no será fácil. "Nos encontramos facturas sin pagar del agua de unos trescientos euros... La contabilidad estaba manga por hombro", reconoce. Confiesa igualmente que este año no optan a ninguna subvención municipal. "Cogimos la directiva el 2 de julio, sábado, y el día 7 se cerraba el plazo para presentar la solicitud y fue materialmente imposible reunir lo necesario para pedir la ayuda", matiza.

La asociación de vecinos del Nodo tiene actualmente los números en negativo. Pero poco a poco van captando socios, que deben pagar una cuota por familia de diez euros al año. "En muchas casas se están inscribiendo todos los habitantes, y eso no pasa en todos los barrios. Y la gente está respondiendo muy bien a nuestras iniciativas", señala. La comida en la calle celebrada el pasado 17 de julio -un día después del Carmen- fue el pistoletazo de salida del nuevo colectivo. Próximamente organizarán un sorteo para obtener fondos. Pretenden seguir con un taller de corte y confección y abrir las puertas a nuevas ideas.

"En el poblado de pescadores hay decenas de rederos, un oficio que se está perdiendo. Así que hemos pensado en la posibilidad de organizar un curso de rederos y otro para hacer aparejos. Con estos talleres los usuarios aprenderían un trabajo y los mayores del barrio estarían encantados, y entretenidos", avanza. Los más jóvenes del Nodo, a su vez, ya están pensando en sacar adelante un equipo de fútbol que lleve el nombre del poblado de pescadores.

"Para hacer todas estas actividades le hemos pedido a la cofradía un local a pie de calle que tenga luz, agua y un baño, y no nos puso ninguna pega sino todo lo contrario", sentencia Andrea Rodríguez Gándara, cerrando así un capítulo de galernas. Eso no significa, no obstante, sumisión. "Pediremos donde haga falta que acondicionen el barrio, que actualmente está abandonado y hecho una porquería. El parque infantil hace que no lo baldean tantos años como los que pasaron desde la acampada, que fue en 2014", concluye esta mujer de la calle La Galera, que en lugar de remos para coger impulso como estas embarcaciones cuenta con la fuerza de unos vecinos curtidos por el nordeste de la mar.