La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Concejo De Bildeo | Crónicas Del Municipio Imposible

El censo

La asignación de recursos económicos y humanos a los ayuntamientos en función del número de habitantes censados en cada territorio

El censo

En tiempos de Franco regía en todo el territorio español una clasificación de ayuntamientos de acuerdo con su número de habitantes; a dicha clasificación se le aplicaban unos baremos que servían, entre otras cosas, para asignar recursos al municipio y cubrir plazas de funcionarios cuando se producían vacantes. Actualmente se utiliza algo parecido, pero aplicándole logaritmos democráticos trapicheados autonómicamente.

Si un ayuntamiento tenía menos de, pongamos, dos mil habitantes, como era el caso de Bildeo, para optar al puesto de secretario de la entidad local, los aspirantes no necesitaban acreditar un título académico superior, era suficiente el Bachillerato; incluso un mismo secretario podía atender dos o tres concejos de pocos habitantes, turnándose por semana de un lugar a otro para recibir a los vecinos e ir a Oviedo a tramitar el papeleo propio de su cargo.

Por aquellos entonces, Bildeo andaba bien de población, no como ahora, debido a la explotación de unas minas de hierro, otra de mercurio y la construcción de varias presas y canalizaciones hidráulicas. En ese momento de relativa prosperidad se publicó la convocatoria para cubrir la plaza de secretario del Ayuntamiento.

Aspiraba al puesto un tal Leocadio, al que todos daban por designado, ya que ejercía de secretario interino desde hacía unos años, aunque no disponía de la titulación correspondiente a la categoría a que el ayuntamiento acababa de ascender por su población creciente, como podía ser Maestro Nacional, Perito Mercantil, o similares. Los ediles de entonces maniobraron, solos o en compañía de otros, y la población bildeana se redujo en doscientas y pico o trescientas personas, un hecho que se conoció con posterioridad.

Los medios de incomunicación de la época ni se enteraron, bastante tenían con transmitir las noticias del Régimen del modo más patriótico; por otro lado, los programas informativos se emitían trufados oportunamente de fútbol, toros y otros folclores nacionales. Nadie se fijó en aquel descenso repentino de población, nadie notó nada raro y Leocadio obtuvo el ansiado puesto de secretario del Excelentísimo y Reverendísimo Ayuntamiento de Bildeo, según lo esperado.

Pasado algún tiempo, dos mujeres, Gabriela de Genaro y Carme Fonso, tuvieron que ir a las consistoriales por algún trámite, renovar el carné, asuntos relacionados con la Agraria (Hermandad de Labradores y Ganaderos), lo que fuera, pero no pudieron hacer nada: sus nombres no constaban entre los habitantes del concejo. La persona encargada del censo había enfermado y la señora que la sustituía no estaba de ello ni conocía personalmente a todos los vecinos, como sucedía con la funcionaria de toda la vida.

-No están ustedes en el censo, lo siento, confirmó la señora detrás del mostrador.

-Pues como puede ver, estamos aquí, vivas, de momento.

-¿Han cambiado ustedes de residencia en los últimos años?

-¿Nosotras? ¿Pero qué está usted diciendo, alma de Dios? Yo bajé a Oviedo una vez en toda mi vida, y eso porque tuve que ir al médico; esta prima mía no pasó de Grado cuando se casó. ¡Qué vamos a cambiar nosotras de residencia ni de nada!

Aquello pudo quedar en una simple anécdota chistosa, pero fueron numerosas las anécdotas en otros tantos concejos, donde muchas mujeres, siempre se trataba de mujeres, se habían esfumado de los papeles oficiales. Hubo denuncias, intervinieron otros estamentos y, de asombro en asombro, resultó que para rebajar la categoría del ayuntamiento "habían desaparecido" del censo un número considerable de mujeres y ningún funcionario estaba al tanto de las altas y bajas repentinas.

Hoy día estos hechos constituirían seguramente un delito de género, pero en aquellos tiempos se trataba de algo mucho más simple: las mujeres pertenecían a una raza inferior, constituían una parte de la población que pasaba casi desapercibida, raramente necesitaban tramitar papeles, ellas no entendían de papeleos, eran los hombres, maridos, padres y hermanos, quienes iban al ayuntamiento a esas cosas.

Si, por un casual, una mujer de aquellas "desaparecidas" moría, se arreglaba sobre la marcha la omisión "resucitando" el nombre y todos contentos, nadie se enteraba de la trampa; con la enfermedad de un funcionario y su sustitución, se descubrió el pastel.

A pesar del follón que se armó en aquellos municipios con adelgazamiento repentino de población femenina, al tratarse de ayuntamientos de poca importancia, la escandalera apenas trascendió, no hubo fusilamientos, ni siquiera cárcel para los implicados en tales trampas. En aquellas maniobras habían intervenido personas importantes, empezando por los máximos representantes de los concejos implicados, pero también autoridades a nivel regional.

Actualmente se descubren escándalos económicos en centenares de ayuntamientos, muchos de los responsables salen impunes y da la impresión de que en este país no avanzamos; es más, en Bildeo hay quien dice que la posguerra todavía no acabó.

Seguiremos informando.

Compartir el artículo

stats