La panadera Marisa Fernández recibió un sentido homenaje ayer por parte de sus vecinos y clientes, un tributo a casi medio siglo de trabajo en la pequeña panadería que regentó en la calle del Real Agrado.

La emoción y el sentimiento se desbordaba entre las decenas de asistentes al homenaje a esta profesional que lleva desde los 16 años entre barras y bollos de pan. "Llevo sobre cuarenta y seis años en esta panadería, prácticamente toda la vida sirviendo a mis clientes y vecinos", declaró la homenajeada, que posó orgullosa con la placa que le dedicaron sus amigos y clientes en tributo a su trayectoria.

Una de las asistentes a la celebración describió el trato cercano y personal que siempre caracterizó a Fernández al frente de la panadería: "Si venía alguien triste a la tienda, le animaba; si alguien era mayor y no se podía mover bien, ella misma le atendía en la calle para que no tuviese que subir las escaleras".