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ANTONIO MARTÍNEZ VALDIVIESO | TALLISTA, ELEGIDO "CORVERANO EJEMPLAR"

El granadino con madera de artista que conquistó Corvera

Sincero y noble, este padre de seis hijos ha convertido su pasión por la talla en una forma de vida

Antonio Martínez Valdivieso, en su taller. RICARDO SOLÍS

Como esculpida con los formones y gubias que tantos años lleva utilizando, la mirada de Antonio Martínez Valdivieso mantiene la misma viveza que la de un niño. La de aquel que se crió en Diezma un pueblo de Granada, donde nació en 1933. La de aquel que, confiesa con rubor, era uno de los alumnos más aventajados de su clase y que, circunstancias de aquella España de la Postguerra, a los 12 años tuvo que ponerse a trabajar. Primero en una carpintería -"donde era el chico de los recados"- y, después, en un taller de talla de madera, donde descubrió una de sus grandes pasiones. Su primer mentor fue Miguel Moreno -"al que estoy enormemente agradecido"- y, después, aprendió de Salvador Machado, "El Che" -"le debo mucho de lo que sé"-.

A los 19 años, le llegó la hora del servicio militar -"y mira que me podría haber librado, por ser hijo de viuda, pero preferí hacerlo"- y Martínez se fue a Larache (Marruecos) durante 19 meses. Poco antes había conocido a la que hoy es su mujer, Ana -"fue a conocer Granada, me conoció a mí y ya no se fue nunca más; hasta hoy"-, y con ella contrajo matrimonio al poco de finalizar la mili. Tuvieron a su primer hijo, de un total de seis, y otro venía en camino. La talla "pasaba por una crisis en aquel momento", y el matrimonio decidió hacer las maletas y poner rumbo a Avilés, donde por aquel entonces, en 1958, no faltaba trabajo.

Martínez encontró acomodo rápidamente, en Entrecanales y Távora primero y en Ensidesa después, donde estuvo 21 años como gruista del puerto. Tras pasar por El Barrial y La Carriona, la familia encontró acomodo en un piso de La Luz, donde pese a contar con sólo dos habitaciones, el artista hizo hueco para su pasión, la talla, en el balcón. Allí dio forma a la que fue una de sus primeras creaciones en Avilés y, sin duda, las que supuso un impulso más para continuar. En 1969, presentó una cómoda al concurso de artesanía de Llaranes, en el que obtuvo el tercer premio -"con Paulino Vicente en el jurado, que no era cualquiera"-.

Cuatro años después volvió a presentarse a un concurso, esta vez en la sindical de la ciudad. Recibió el primer premio. Entre éxito y éxito decidió fundar la Agrupación de Artesanía de Ensidesa, que tuvo su sede social "en la rectoral" y por la que pasaron "todos los niños de la época". A cambio de la cesión del local, el cura pidió a Martínez que construyese un Cristo para la parroquia, "ya que el que tenían por aquel entonces era prestado". Y así lo hizo: la imagen que hoy recibe a los feligreses en el templo de La Luz es obra de Martínez.

En esos tiempos, el piso de dos habitaciones de La Luz se había quedado pequeño. Los Martínez ya sumaban seis hijos (Antonio, Ana, María del Mar, Manuel, Paco y Carlos; "de los que estoy orgullosísimo") y, a mediados de los setenta, se mudaron a Las Vegas. En 1988, con 55 años, el tallista sufrió un accidente que hizo que le jubilaran, "por suerte o por desgracia". Martínez decidió vender entonces su vivienda de La Luz y comprar el vago de Las Vegas donde, desde entonces, trabaja "entra tres y cuatro horas" todas las mañanas. A comienzos de los 90, también impartió clases a los vecinos. Allí hace bajorrelieves, muebles o lo que le echen. Todas sus creaciones las regala porque, asegura, "si pides lo que realmente valen la gente te llama ladrón". Así, todos sus hijos y nietos tienen, al menos, alguna pieza hecha por el artista de la familia.

Pero su trabajo favorito es hacer zanfonas. "Me encanta darle forma a la madera con agua y calor", explica. Empezó casi por casualidad a construirlas y, como no sabía hacerlas sonar, decidió ir a clases. Y con Héctor Braga -"un auténtico crack. Como músico y como persona"- nada menos. Lo mismo le sucedió con la gaita, cuando hace años un amigo le regaló una. "Mi mujer me dijo que no la iba a saber tocar en la vida, y aprendí", afirma. Es más, no sólo aprendió a tocar la gaita, sino que fundó una banda, "Tiruriru", que después se convertiría en la agrupación "Ciudad de Oviedo".

Por su extensa trayectoria artística, como creador y profesor, el Ayuntamiento de Corvera anunció esta semana que Martínez ha sido elegido como uno de los "Corveranos Ejemplares" de 2016, un premio al que resta importancia, aunque confiesa que "siempre es bueno que se acuerden de uno", y señala a su mujer, como culpable de los honores. "Todo esto lo he conseguido es gracias a ella. Sin ella, nada hubiese sido posible", sentencia.

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