Los jamones que elabora el empresario salmantino José Gómez en Guijuelo, los de "Joselito", "son los mejores del mundo", según reza su lema comercial, el que se lee en todas las etiquetas de aquí a los Emiratos Árabes Unidos, pasando por Japón o la ciudad de Nueva York. Gómez, tocado con un sombrero Panamá, recorre estos días las calles Avilés en compañía de su amigo personal Juan García, vocal de comunicación de la Sociedad de Amigos del País de Avilés y Comarca. "Es un lujo este clima: arroparte por la noche. Nosotros huimos del Mediterráneo. Y, además, se come tan bien...", explica antes de tomar asiento en la terraza de una cafetería avilesina y desvelar alguno de los secretos de su éxito empresarial.

"Somos elaboradores pequeños, las cosas como son, pero nuestra calidad es excepcional. Si no hacemos mejores jamones es porque no sabemos", apuntó. "¿Por qué? Pues porque tiene que ser así. Tienes que buscar la excelencia en todo: es lo que te pide el cliente. El coste de producción no importa en nuestros jamones. No puedes ir a la pela... si lo haces estás muerto. Hacemos lo mejor y lo vendemos como lo mejor", sentencia.

Los jamones de Gómez se sirven en el único hotel de siete estrellas del mundo: en Dubái. Y también en las mejores tiendas de alimentación de Milán. Por todo ello en la prensa económica especializada le bautizaron como "El Emperador de los Jamones", título que rechaza tajantemente. "Soy un paisanín, ¿eh? Me han llamado de muchas maneras. Lo de Emperador del Jamón fue una portada de un periódico, pero, vamos, que no... que lo único que hago son jamones", señala. Y esta labor la desarrolla con largura. "El único jamón que elaboramos es el ibérico de bellota y sólo durante tres meses al año: la campaña de bellota va de últimos de diciembre a finales de marzo, unos 90 días aproximadamente", apunta. "Una cuarta parte de lo que hacemos se vende al extranjero, a 56 países... pero sigue siendo España nuestro mayor consumidor", apunta.

La conquista del mundo fue lenta, recuerda. "Exportar supone un esfuerzo titánico. El primer país en el que hicimos un desarrollo de ventas fue en el Reino Unido. Hará 26 o 27 años nos plantamos en Harrods para hacer degustaciones. Lo difícil era que parara el señor o la señora. Si paraba y lo probaba, lo compraba. Eso era seguro. Pero aquello fue muy difícil porque para los ingleses el jamón que vendíamos era carne salada", apunta el empresario. "Esto no nos pasaba cuando nos encontrábamos con un colombiano, un argentino... no había que explicar nada. El jamón nos viene desde la época de los romanos", apostilla.

En Japón la cosa fue distinta. "Juntamos cocineros, charcuteros y algunos periodistas. Les explicábamos qué significa el cerdo para los españoles: en Castilla si tenías dos o tres cerdos tenías la despensa llena durante todo el año. Eso es lo que había que explicar", recalca. "Una pata de jamón en Japón hace más de veinte años podía ser como un centollo para alguien que no la había visto en su vida", continúa. "Los italianos son los que han exportado lo suyo desde siempre, pero siempre cortan la pata. Nosotros no", explica.

José Gómez asegura que la expansión mundial de su empresa -insiste en que es pequeña y lo es si el punto de comparación es Navidul o Campofrío- es fruto de "una ambición personal de hace muchos años". Y es que, "desde pequeñito, toda mi ilusión era poder estar en los mejores restaurantes y en las mejores tiendas del mundo". Y lo ha conseguido: desde Guijuelo y hasta el mundo.

¿Y qué tiene el pueblo del que es natural Gómez para que salgan los mejores jamones del mundo? "Un microclima especial. Es muy seco, lo primero; muy frío en invierno y luego hace mucho calor en verano por el día y refresca por la noche. Todo esto le viene muy bien al jamón. El primer proceso es la salazón. Acto seguido, se lava, se le quita la sal con agua y, al final, viene lo que llamamos el asentamiento. La sal tarda en penetrar 21 días y los siguientes tres meses son para dar frío a cada una de las piezas de jamón. Y eso lo da Guijuelo".