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LA NUEVA ESPAÑA reúne a tres corveranas ejemplares

Objetivo: vencer al cáncer

Silvia Menéndez y Celestina Rodríguez, que superaron la enfermedad, y la bióloga Ana María Sánchez coinciden en señalar la necesidad de más medios para investigar

Silvia Menéndez, Ana María Sánchez y Celestina Rodríguez, en Las Vegas. MARA VILLAMUZA

Celestina Rodríguez y Silvia Menéndez, madre e hija, acaban de superar un cáncer de mama; Ana María Sánchez es bióloga especializada en investigación de oncología en la Universidad de Oviedo. Las tres han sido elegidas este año como "Corveranas ejemplares", distinción que otorga el Ayuntamiento del concejo, son de Las Vegas y quisieron juntarse para charlar sobre la enfermedad y el futuro de la lucha contra el cáncer. "Ahora mismo, el mejor tratamiento que hay para superar un cáncer de mama es la extirpación. Está el problema estético, pero es lo mejor", comenta la investigadora; "La cuestión estética se te olvida por completo. Es duro, vale, ¿pero qué importa cuando te juegas la vida? Lo primero que piensas es que no vas a salir adelante", sentencia Celestina Rodríguez.

Pero las dos consiguieron salir. Primero la hija y luego la madre, pasaron en apenas unos meses por el mismo trance, superar un cáncer, y juntas entraron al quirófano para someterse a una reconstrucción de pecho. "No me puedo imaginar lo duro que fue", comenta Ana María Sánchez.

Silvia se notó el bulto duchándose y cuando fue al hospital tuvo la suerte de que anularon una ecografía y en unos días se la pudieron hacer. "Me daban para hacerla unos meses después... quién sabe lo que hubiera pasado", señala Silvia Menéndez. Fue a raíz de las pruebas de la hija cuando detectaron que la enfermedad tenía un componente genético. "Tras las pruebas de Silvia me aconsejaron quitar los pechos, pero cuando me examinaron el cáncer ya se había desarrollado. No había notado ningún bulto, yo no noté nada", explica su madre.

Ana María Sánchez continúa: "Es que es lo que tiene el cáncer, que es silencioso. No duele... Hasta que empiezas con la quimio, claro". Ahí entra de lleno su trabajo, aunque está encaminado a la leucemia, el cáncer de la sangre y los glioblastomas, el cerebral.

"Estamos trabajando con la melatonina para reducir la quimioterapia combinando los dos tratamientos. Estamos demostrando que la melatonina impide que las células cancerígenas crezcan e incluso las mata y no tiene ningún efecto nocivo en las células sanas. Conseguir rebajar los quimioterápicos podría mejorar mucho la calidad de vida del paciente", explica Sánchez a las dos mujeres a las que nada de eso les suena lejano.

"Yo no podía dejar de pensar en Silvia. Mi niña -tenía 23 años cuando le diagnosticaron el cáncer- tirando de quimio, fue muy duro. Los efectos son indescriptibles", añade Celestina Menéndez. Es entonces cuando la investigadora les dice: "Imaginaos que se hubiera reducido esa quimio a la mitad... ojalá pudiera avanzar más rápido en nuestra investigación".

"Ya hemos pasado a trabajar en seres vivos y con buenos resultados, pero esto va muy lento. El mantener el cultivo en buenas condiciones, el esperar a que las células evolucionen, las pruebas que no funcionan... va todo demasiado lento", lamenta la bióloga. "Somos conscientes de que a veces estamos esperando una nueva muestra y queremos que llegue, pero eso quiere decir que hay alguien enfermo; es una sensación muy complicada", añade la investigadora.

Sánchez lleva ocho años trabajando en el laboratorio, pero el estudio ya viene de atrás. "Vivo en el laboratorio. Las células no descansan los fines de semana, o sea que yo tampoco", comenta la investigadora. Madre e hija la miran con gesto de agradecimiento. "Te estás dejando tú la vida por la de otros y nadie te lo agradece", sentencia la joven. La bióloga responde: "A mí lo que me da rabia no es eso exactamente, porque avanzar en estas cosas ya es un premio de por sí. Lo que da rabia es que no te den financiación para seguir avanzando". Las dos activistas en la lucha contra el cáncer asienten: "A eso me refiero, agradecerlo en el sentido de que te digan 'toma, aquí tienes lo que necesites'. Por el bien de todos, debería ser así", proclama Silvia Menéndez.

La conversación aborda llegado este punto las dificultades de un investigador para desarrollar su trabajo. "Es triste que en España para continuar con la investigación después de acabar los estudios tienes que sacar plaza de docente. Yo la conseguí y me gusta la docencia, pero quita tiempo de investigación, no puedo estar todas las horas que querría en el laboratorio incluso metiendo más de las normales. Me faltan horas en el día", afirma Sánchez, que lamenta la falta de ayudas tras terminar los estudios. "Se gastan un montón de dinero en formarnos y luego te hacen marcharte si quieres dedicarte a esto plenamente, con lo que los avances serán de otro país", añade.

Ana María Sánchez afirma que ha tenido mucha suerte al vivir la experiencia de trabajar cuatro meses en el Centro Oncológico de Houston, Estados Unidos, el más prestigioso a nivel mundial, con una beca. "Avancé muchísimo. Los medios que tienen son alucinantes. Fueron los meses más productivos de todo el estudio. Si los tuviéramos aquí, seguramente ya habríamos dado con algo", señala.

"Ojalá hubiera mucha más gente como tú. Con más investigación nuestro tratamiento seguro que hubiera sido más llevadero", señalan las dos supervivientes. Y es que las tres coinciden en lo frustrante que puede llegar a ser luchar con la enfermedad. "Necesitas sacar lo que llevas dentro. Yo lo hago con el voleibol. En el laboratorio somos conscientes de con qué trabajamos y cuando las cosas no salen bien es muy frustrante. Necesito llegar y dar unos golpes al balón. Si me pasa a mí, cómo no os iba a pasar a vosotras", comenta Sánchez.

A ellas les ayudó la Asociación Nacional de Lucha contra el Cáncer, con la que ahora colaboran activamente. "Yo me tuve que poner ocho ciclos de quimioterapia y al cuarto estaba totalmente derrotada; fue entonces cuando empecé a ir a los grupos de apoyo y a las sesiones con la psicóloga", explica Menéndez. Su madre fue más reticente en un principio, pero cree que quizás le vino mejor que a su hija: "Silvia me dijo que la psicóloga quería conocerme y cuando le dije que no quería ir, me dijo que a ver si no la iba a ayudar a ella con su tratamiento y ya no le pude decir que no. Me dije: 'a la psicóloga me la despacho yo en un segundo' y fue ella la que me despachó a mí. Menos mal que fui", admite agradecida Celestina Rodríguez.

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