El cielo se llenó de luz y pólvora para decir adiós a la fiestas de San Agustín. Pirotecnia Pablo regresaba a la ciudad tras una década y dejó buen sabor de boca a las miles de personas que se acercaron hasta el paseo de la ría y el Centro Niemeyer para contemplar las diferentes figuras lanzadas a tierra, mar y aire. La empresa sorprendió a los asistentes con un final al más puro estilo de la Descarga del Carmen de Cangas del Narcea. Fue lo más cercano a la "apoteosis del trueno" que se oyó en Avilés en los últimos años, según algunos de los asistentes.

Antes, unos quince minutos de campanillas, elementos bicolores o sauces llorones. En total, 1.286 artificios pirotécnicos estructurados en 960 secuencias controladas con los últimos equipos digitales y electrónicos de disparo. La empresa encargada del espectáculo lo diseñó "teniendo en cuenta las inigualables características de la ría de Avilés y su entorno". Y eso quedó de relieve durante el lanzamiento.

Como cada año, la principales puntos de encuentro para contemplar los fuegos artificiales fueron el paseo de la avenida de Conde de Guadalhorce y el Centro Niemeyer. Para vigilar que todo transcurriera de la manera más correcta posible y sin altercados, se estableció un plan de seguridad y emergencia, que entró en vigor media hora antes del inicio de la sesión, y que estuvo formado por 85 personas, entre Policía Local, Nacional, Guardia Civil, Policía Portuaria, bomberos, sanitarios...

La previa al espectáculo pirotécnico fue de lo más musical. El Centro Niemeyer acogió la primera edición del "Electric Ladyland Festival", que contó con las actuaciones de "Aurora & The Betrayers" y de, sobre todo, del californiano Nick Waterhouse, que demostró en Avilés por qué es uno de los artistas más reconocidos en estos momentos entre los amantes del soul, el blues y el rock. La idea del Ayuntamiento y del Centro Niemeyer es que este festival se prolongue en próximos años. En la plaza, se pudo ver público de todas las edades bailando al ritmo de la música.