Escribe uno desde la orilla de la pena, dejando que rompan las olas de la señaldá con esa pregunta no por eterna menos dolorosa del porqué. Y no cabe más que pensar que se conjura el universo entero varias veces al día para segar una vida. Y que algunas nos duelen de manera especial por muchas cosas. Se fue, pero ya se había ido. Dulce era como esos frutales que uno trasplanta y brotan con fuerza en unos días, y hasta florecen, pero que no terminan de enraizar en la tierra nueva. Dulce se había quedado en cada tarrón de un solar del que jamás hubiera querido irse y aun así se aferraba a la esteva del llaviéu de la memoria en Santolaya, calcando mientras apretaba los dientes para buscar el olor y el color de la llosa de su casa. Estaban en Dulce las manos de las mujeres de Medina Díaz, la elegancia de la segadora de Augusto Junquera, la fuerza del trazo de las quintas húmedas de Valle. Se pronunciaba Dulce la tragedia personal, mínima y máxima, del "desaniciu" homicida que algunos quieren vestir de progreso. Ni siquiera nos habló de ello, pero lo sabíamos, como lo saben todos los miembros de la Plataforma Por la Defensa del Patrimoniu Cultural de Corvera, que gritarán estos días a los cuatro vientos su nombre para que la pasión por los orígenes y el apego y la raza y el orgullo de ser lo que somos corra con el Nordeste por el concejo. Dulce no sólo seguirá estando con ellos, sino que será de ellos. Será la garra de Xicu, y el disco duro de Cuinchi, y la meticulosidad de Jesús, y la bendita locura de Cova, en quien latirá hasta el fin de los tiempos. Será La Voz del Pielgu, y Yerboleru, y Ramón, y Alainn y Ferati, y todos los que me faltan. Será paloma, carbayu, camín, sílex... y todo xunío. Había aprendido a mirar en la hondura de los ojos de agua de sus vacas, trayendo a la vida algunos versos de Casona, y uno sospecha que lanzaba la vista hasta Corvera desde lo alto de Bustio para respirar un poco del aire que algún pobre desalmado prometió negarle cuando el último camión había cerrado sus puertas para recorrer una vida en unos metros. Si algo puede sosegar a los suyos será la certeza de saber que a estas horas Dulce camina por ese trozo del cielo que se pronuncia "Truyés", asomada al corredor "redeificado" de uno de los hórreos que tiraron y sonriendo de nuevo.