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Concejo De Bildeo | Crónicas Del Municipio Imposible

El Rabeirín

La plazoleta de forma irregular que mide un camión de ancho por un camión y medio de largo y que se encuentra a la entrada del pueblo

El Rabeirín

De nuestro corresponsal, Falcatrúas.

Hay dos lugares en Bildeo muy destacados para los vecinos de esta localidad, tan maravillosa como ignorada por las ofertas turísticas de rutas afroasiáticas. Uno está a la entrada del pueblo, donde confluyen varios caminos formando lo que podríamos llamar una plazoleta, siendo generosos; el único punto donde un camión de tres ejes podría dar la vuelta con sólo quince o veinte maniobras. Por arriba, la flanquea una gran pared de piedra que se va curvando dando entrada al pueblo y sobre ella asoma la fragua de Pepe el Ferreiro. Esa plazoleta de forma irregular es El Rabeirín que, tras las obras para embocar la carretera, mide un camión de ancho por camión y medio de largo.

El segundo lugar se sitúa en torno a la capilla, donde se trataron toda la vida los asuntos religiosos, políticos y administrativos, atendiendo a las tradiciones históricas, prehistóricas e incluso histéricas; la Iglesia fue sustituyendo los antiguos templos paganos por capillas e iglesias propias, aprovechando el respeto que esos lugares producían en la gente. Los paganos ignoraban muchas cosas, pero sabían otras y situaban sus lugares sagrados en emplazamientos prominentes, con buenas vistas, y remataban la importancia del lugar plantando un tejo.

A la sombra de aquel árbol se acordaron estaferias (sextaferias, trabajos comunitarios a cargo de los vecinos) a lo largo de los siglos, hasta que la emigración y la edad hicieron a los indígenas incompatibles con el pico y la pala; también se transmitieron órdenes por medio de bandos, en España las autoridades recurrieron siempre a los bandazos y, cuando la Guerra Incivil, se proclamaban los fusilamientos del día siguiente, de ahí la histeria de la historia.

En Bildeo, hubo un tejo centenario de gran porte junto a la capilla, pero un vecino mandó cortarlo para obtener madreñas, un tremendo desperdicio. Muchos años después de aquel crimen arborícola, José Vicente plantó un tejo nuevo, que ahora andará por los treinta años gozando de buena salud, aunque no pasa de los cuatro metros, medra lento.

Mientras Bildeo careció de carretera, o sea desde el comienzo de los tiempos hasta 1975, el Rabeirín fue el lugar de reunión para la abundante y ruidosa mocedad a la hora de juntarse para ir a las romerías de los pueblos cercanos. Por lo general, iban a pie, aunque fuesen varias horas de caminata.

También era el punto de reunión a la vuelta, al amanecer, tratando de estirar un poco la noche de juerga, antes de volver a la rutina diaria. Algunos de los que llegaban más o menos derrotados de la farra, tenían que cambiarse de ropa y, sin dormir, ir a segar, hacer madreñas o marchar con el ganado, lo que mandaran en casa.

El Rabeirín está acribillado de herraduras viejas introducidas a martillazos entre las piedras de la pared. Dicen que fue aquí donde surgió la moda de inundar de candados las barandillas de los puentes, pero seguro que aparecen los vascos y los chinos atribuyéndose tales fechorías. ¿Para qué tanta herradura? Para amarrar el ganado: aprovechando su amplitud, El Rabeirín era el lugar adecuado para pasar la campaña sanitaria del ganado; llegada la época, el veterinario extraía muestras de sangre de las reses amarradas, cada casa ponía las suyas por turno, y cuando acababa el día habían pasado por la plazoleta unas cuatrocientas vacas dejando una tonelada de cucho decorando el entorno.

Por la parte de abajo de El Rabeirín, había una llábana (losa) de un par de toneladas formando parte de una pared de un metro de altura que en aquella época, con mucha gente joven en los pueblos y poca democracia en el país, servía para posar la carga de hierba y descansar un poco antes del último esfuerzo de llegar con ella a casa; también servía como púlpito para los que venían de romería y echaban un cantarín, se rompían la garganta a base de "Ijujús", el grito salvaje de los mozos, o soltaban sus discursos los que venían algo cargados, teniendo como espectadores los maíces en formación que crecían en la tierra de Casa Genaro.

Podríamos llamar a este lugar el Corner Speech (la esquina o el rincón de los discursos), que es como llaman los ingleses a un lugar similar en Hyde Park, donde cualquier viandante o parlamentario frustrado suelta su diatriba, sin que lo cuelguen, contra el Gobierno, la Casa Real o el cambio climático. Ya ven, en Bildeo tenemos esta llábana de toda la vida para tales menesteres y, sin embargo, lo que conoce todo el mundo es un rincón en un parque de Londres, porque sale en la tele.

Esa gran piedra plana la utilizan ahora los montañeros para posar sus mochilas mientras se calzan las botas y arrancan a caminar.

Seguiremos informando.

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