"Avilés tiene un poco de todo a su escala". Juan Carlos y Vidal De la Madrid hicieron ayer el papel de cicerones para el medio centenar de participantes en el Consejo Nacional de Patrimonio, que se reúne en el Centro Niemeyer. Y así, desde Carlos Lobo y hasta el teatro Palacio Valdés, descifraron las claves para interpretar el patrimonio y entender mejor la historia avilesina. Eso sí, en la penumbra, porque aunque estaba previsto que comenzaran a las siete de la tarde, los visitantes pasaron primero por el hotel y el recorrido comenzó prácticamente una hora después, con las farolas ya encendidas.

En la plaza de Carlos Lobo, los De la Madrid explicaron el surgimiento de la ciudad medieval, con la iglesia de San Antonio como ejemplo de arquitectura religiosa, y para la villa moderna tomaron como referencia la plaza de Camposagrado. Galiana sirvió para mostrar cómo con la llegada del maíz en el siglo XVII la población se duplicó, y tras pasar por el parque Ferrera y la calle Rivero, así como por la plaza de España, la guinda fue la visita al interior del Palacio Valdés, que habitualmente sólo se abre al público los días de función.

"El teatro es un buen ejemplo para explicar la vida burguesa, los siglos XIX y XX. Porque el Palacio Valdés es una metáfora de los tiempos, es mucha apariencia y luego no es lo que parece", explicó Juan Carlos De la Madrid. Y añadió: "Los emigrantes que volvieron de América, en la época del esplendor, quisieron construir la ciudad a su imagen y semejanza, como si fuera de plastilina, y tan bien lo hicieron que el teatro parece una cosa por fuera y sin embargo es otra muy distinta por dentro".

En definitiva, con este recorrido los dos historiadores acercaron a los visitantes una imagen de Avilés muy diferente de los tópicos que podían traer en la cabeza. Y es que muchos españoles aún se sorprenden de que la ciudad que se asoma con timidez a la ría sea algo más que la fábrica que ya desapareció.