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ALICIA BORRACHERO | Actriz, protagoniza hoy en el Palacio Valdés "Tierra del fuego"

"Teatro es poner el foco sobre un asunto y tratar al público de forma inteligente"

" 'Tierra del fuego' tiene que ver con la vida, con la escucha, con el mundo en el que vivimos; el espectador se mete en el espectáculo"

Alicia Borrachero, en una anterior visita a Asturias. MARA VILLAMUZA

Alicia Borrachero (Madrid, 1968) es una actriz más que consagrada que toca todos los palos. Mucho llovió desde que interpretara con éxito a Ana Ruiz en la premiada "Periodistas", pero no ha dejado de ser una habitual en la pequeña pantalla. Su última intervención ha sido en "La embajada", donde encarna a Olga, la esposa del cónsul. Sus proyectos en formato de largometraje, más contados en número que en las series, son apuestas importantes que la sitúan en la órbita del cine internacional. Y en teatro también está de actualidad, de la mano del director Claudio Tolcachir, en la función "Tierra del fuego", que llega esta noche al Teatro Palacio Valdés (20.15 horas). No será casualidad que Borrachero esté en primera línea de la profesión. En "Tierra del fuego" encarna a una exazafata que, 22 años después de sufrir un atentado terrorista, quiere verse cara a cara con su agresor.

-Se me ocurren pocos temas tan candentes como el que aborda "Tierra del fuego".

-Por desgracia sí, lo que pasa es que "Tierra del fuego", a pesar de que habla del terrorismo en el contexto del conflicto entre israelíes y palestinos, se puede relacionar con cualquier tipo de terrorismo, puede ser el encuentro entre víctima y perpetrador de cualquier otro delito. Podría ocurrir en cualquier lugar del mundo.

-¿Es posible un perdón, un diálogo, entre víctima y terrorista?

-La obra no tiene nada que ver con el perdón, siempre aclaramos esto. No perseguimos el buenismo. Cuando mi personaje va a la cárcel no sabe ni a lo que va. Ella no está en paz, no sabe cómo explicarlo. La gente le pregunta, le dice que está loca, y ella no sabe explicarlo. Es más inconsciente. Tiene una necesidad, no está en paz. Pero la obra no tiene que ver con el perdón, sino con un encuentro del que no se sabe qué va a salir. Estos encuentros se llevan a cabo en muchos lugares del mundo entre víctimas y culpables. El resultado nunca se sabe cuál es, simplemente se va a escuchar.

-O sea, que no se reflexiona sobre el perdón sino sobre el diálogo.

-Tampoco sobre diálogo. Estas dos personas se odian también. Es una obra muy realista. No hay unos buenos y unos malos. Ha ocurrido un acto terrorista, y la justificación de la violencia no existe, pero al margen de eso no es una cuestión de etiquetar malos... buenos, perdón. Es una situación tan verdadera que es extraña. La víctima y el terrorista se sientan y tienen todo por decirse pero no pueden ni hablar. Más que con el diálogo tiene que ver con el factor humano de estas situaciones y con poner voz a los dos lados.

-¿Se puede comprender al otro en una situación límite como ésta?

-Lo deseable sería comprender. Pero la vida no es así. Tiene que ver simplemente con escuchar y decir lo que cada uno necesita decir. A partir de ahí no sabemos qué va a pasar, es empezar por ahí. En los encuentros que existen de este tipo -y en la obra hemos tenido afortunadamente público implicado en este tipo de situaciones- es así. Y existe por detrás un trabajo de cartas, de supervisión terapéutica, de programas muy exhaustivos para que estos encuentros se puedan producir.

-Y es que el encuentro en sí mismo es todo un logro.

-Claro, son dos personas que se encuentran 23 años después, él sigue en la cárcel y ella ha hecho su vida. Tiene su familia, pero hay algo en ella que no está en paz y no sabe qué es, pero sabe que tiene que mirarlo a la cara y preguntarle por qué. No sabe qué va a pasar. Eso es verdad, ocurre así.

-Usted interpreta a la exazafata israelí, un personaje basado en Yulie Cohen.

-El personaje está basado en hechos reales. Pero yo no hago de Yulie Cohen. Está basado en un documental que ella hizo como directora, "Mi terrorista". Está basada en su experiencia, pero no en ella. Las conversaciones están extraídas del documental que ella hizo, son auténticas, pero todo lo demás es ficción.

-¿Por qué decidió aceptar este proyecto?

-Como actriz siempre busco no sólo poder trabajar, que ya es, sino intentar que lo que haces tenga un sentido, un fondo. Es lo que yo entiendo por el teatro, que no sólo es entretener sino poner la luz, el foco sobre los asuntos, y tratar al público de forma inteligente, que no esté pasivo en la butaca. Eso sumado al director, Claudio Tolcachir, y a todos los compañeros del elenco, fue una cosa que no podía dejar pasar.

-En el tiempo que esta obra lleva en escena, ¿qué reacciones ha tenido el público?

-Está siendo lo más satisfactorio de todo. Ha venido público de todo tipo. Jóvenes, más mayores, gente que no tiene nada que ver con este tipo de encuentros, gente que conoce el tema desde dentro de una y otra parte. Y en todos y cada uno de ellos ha ocurrido lo mismo: no salen comentando qué bien está fulanito, sino que salen hablando de la obra. La obra está viva, muy por encima de todos nosotros. Hay una gran conexión desde el primer momento, la obra empieza muy alto. Y la dirección de Claudio es muy valiente. La escenografía es mínima, con un panel de fondo que emula un muro, seis sillas y una mesa. Los actores estamos todo el tiempo en escena, todos. Es muy teatral. Ha hecho una cosa muy expresiva. Quería llegar a la esencia de la situación sin distraer con efectos musicales. Ana Jelín, productora de PTC Teatro, se arriesgó mucho, es una función arriesgada. Hacen falta productores así también que de vez en cuando apuesten por contar algo que no saben si será comercial. Ha sido una gran apuesta.

-Y ha sido exitosa.

-Sí, estamos muy satisfechos con el trabajo. En Madrid las críticas han sido todas muy buenas. Acabamos llenando, sin localidades libres. Pero el éxito no es sólo por vender todas las entradas, sino también por lo que ha ocurrido con el público. Lo que se genera en el teatro es muy satisfactorio, ocurren cosas.

-Abdelatif Hwidar es su contraparte, el terrorista encarcelado con quien se va a entrevistar. ¿Cómo funciona ese duelo?

-Lo llevamos muy bien porque somos muy diferentes. Pero ha sido un placer, porque no ha sido un duelo en ningún momento sino lo contrario. Una apertura, una libertad. Él es un actor muy talentoso. Es la primera vez que hace teatro y cuando la gente lo vea no se lo va a creer.

-Usted compatibiliza el teatro con las series de televisión, el cine...

-De momento sí. Estreno ahora una película, "The promise" ("La promesa"), es una película americana que se acaba de estrenar en el Festival de Toronto, la dirige Terry George. Participan Christian Bale, Charlotte Le Bon y Oscar Isaac. Relata el genocidio de los armenios por los turcos.

-Eso es un tema realmente arduo.

-He tenido un añito? Hago un personaje secundario, una mujer armenia de clase social alta que es alcanzada por esta situación.

-Encarna a muchos personajes de Oriente Medio.

-¡Pues es verdad! A esta mujer israelí en "Tierra del fuego", a la reina de Granada en "Isabel", y ahora a la armenia en "The promise".

-¿Ve adecuado hablar de una edad de oro de las series de televisión?

-Yo no sé, no lo llamaría edad de oro. Sí pienso que las series de televisión están en continua evolución, eso es bueno. Todo lo que ha ocurrido en Estados Unidos con la televisión ha sido una cosa verdaderamente espectacular en los últimos años, la evolución de las series de alguna manera hace que aquí también estemos cambiando mucho. Está empezando a haber producción de nuevo y hay diferentes formatos, con la llegada de plataformas como Netflix, Movistar, HBO? Va a haber un cambio. Y luego las cadenas generalistas y la televisión pública siguen dándole un lugar importante a la ficción, y eso es muy importante.

-Y el público, ¿responde?

-Sí, absolutamente.

-Regresemos, para concluir, a "Tierra del fuego". ¿Anima a los espectadores a acudir al Palacio Valdés?

-Yo nunca digo por qué tienen que venir a ver la función. Lo único que digo es que "Tierra del fuego" es una función que tiene que ver con la vida, con la escucha, con el mundo en el que vivimos. Y es una función que cada espectador que va nos ha dicho que realmente hace el mismo viaje que hace cada personaje en la obra. No es una función para un público que se eche para atrás y se deje distraer. El público está todo el tiempo metido en el espectáculo, se pregunta: "Qué haría yo en esta situación? ¿Cómo va a responder el otro?" Desde el principio la gente está en esa maravilla que ocurre cuando el espectador se pregunta cosas.

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