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Un siglo sin aguas termales en Luanco

El Balneario de La Rosario, situado en la playa de La Ribera e impulsor del veraneo en el concejo, abrió sus puertas en 1890 y fue clausurado en 1916

La casa de baños La Rosario.

Luanco es desde mediados del siglo XIX un destino de veraneo. La prensa madrileña ya hablaba de bañistas en la villa marinera en la década de 1840, cuando la capital de Gozón contaba con 1.500 habitantes. Paulatinamente, la colonia veraniega fue creciendo y hacia 1880 el número de veraneantes era de una cuatrocientas personas. Por aquel entonces, Luanco carecía de un lugar de recreo, esa situación animó a varios empresarios a plantear proyectos para construir un balneario para beneficiarse de las propiedades curativas de las aguas y además que ese edificio funcionara como centro de ocio. Hubo dos intentos, uno en 1876 en la playa de La Ribera y otro, en 1883, en el otro arenal, sin embargo solo cristalizó la casa de baños La Rosario en La Ribera, que comenzó a construirse en 1890 y por culpa de los temporales tuvo que suspender su actividad en el verano de 1916, hace justo un siglo.

Los encargados de dar vida al proyecto del balneario de La Rosario fueron un grupo de luanquinos y veraneantes, según relata la investigadora Lucía Fandos. La casa de baños abrió sus puertas el 3 de agosto de 1890. "Su inauguración fue un acontecimiento en Luanco al permitir sus dueños la entrada libre a todo el pueblo, que pudo visitar sus distintas dependencias y bailar en su salón hasta altas horas de la madrugada al compás de la banda de música local", cuenta Fandos.

La entrada al nuevo edificio era "prohibitiva" para los luanquinos, dedicados principalmente a labores vinculadas con el mar. "Para entrar era preciso estar abonado y pagar la cuota; en 1894 el abono por temporada ascendía a cinco pesetas", explica la investigadora.

El edificio se levantó sobre la arena. Era paralelo al muro de La Ribera y separado en unos diez metros. La longitud del inmueble era de sesenta metros. Estaba levantado sobre más de medio centenar de pilotes de hierro de más de cinco metros de altura, fijos a pilastras de cemento enterradas en la arena. "Esa disposición permitía que durante las pleamares el balneario quedara aislado, como suspendido sobre la mar, conectado al pueblo solamente a través de un puente que comunicaba su entrada con el muro de La Ribera", indica Lucía Fandos.

El balneario estaba construido con madera de pino. Era de una sola planta rectangular dividida en tres partes. "Nada más traspasar la puerta de entrada se hallaba el vestíbulo, salones para el ocio, las dependencias con pilas para baños calientes, de aseo o medicinales además de la sala que albergaba la caldera de vapor y la maquinaria para calentar el agua", detalla Fandos, quien añade que en la parte más próxima al mar había una amplia galería descubierta para el descanso de los veraneantes.

Las partes laterales, una para cada sexo, estaban ocupadas por las casetas de baños, dotadas con todos los elementos necesarios para asearse y cambiarse antes y después de tomar los baños de ola en la mar. "Ambas partes comunicaban directamente con la playa a través de escaleras", explica Fandos.

La parte central no solo albergaba zonas de baños fríos y calientes, de algas y demás, sino que también contaba con otras dependencias como sala de lectura, de billar, cantina e incluso la primera barbería de Luanco. "Destacaba un amplio salón donde se celebraban bailes, banquetes, reuniones, discursos, homenajes, se representabana obras de teatro y zarzuelas, entre otros espectáculos. Ese espacio se convertirá en un centro de reunión, ocio y diversión de la colonia veraniega y la burguesía local, y lugar de cita obligada para toda persona distinguida que visitara Luanco durante el verano", indica Fandos. De forma paralela, el balneario de La Rosario fue, aparentemente, el local en el que sonó por primera vez un fonógrafo en Luanco y donde se proyectarían películas de cine expuestas por propagandistas ambulantes atraídos por el poder adquisitivo de los socios.

En verano, La Rosario era para las personas con alto poder adquisitivo mientras que el resto del año, quedaba a disposición del pueblo, que utilizaba los salones para banquetes, conciertos y bailes. En 1908 fallece el mayor accionista del balneario, Nicolás Suárez, y comienza el declive del local tan solo 18 años después de su apertura. El balneario ya no era tan rentable como al principio. Fue subastado por 8.000 pesetas y adquirido por Gervasio Fernández-Carbayeda, que lo mantuvo abierto hasta 1916, ya que no pudo hacerse cargo del mantenimiento. La autoridad marina de entonces ordenó su clausura. Tras un fuerte temporal de mar en diciembre de 1917, el edificio ya en desuso vio como las olas arrancaron el puente que unía el balneario con el paseo.

"Poco después ,el edificio sería desguazado y las columnas de hierro sobre las que descansaba fundidas", explica Lucía Fandos, que ha recopilado la historia del balneario de La Rosario, un edificio con más de 25 años de vida que transformó la fachada marítima en Luanco e impulsó la llegada de veraneantes a finales del siglo XIX.

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