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ANDRÉS LIMA | Director de "El Jurado", este viernes en el Niemeyer

"El poder ha decidido prescindir del teatro de manera premeditada"

"Nos hemos acostumbrado a obedecer, pero debe ser el sentido común el que determine el alcance de los derechos"

Andrés Lima, en una imagen promocional.

El director de escena Andrés Lima (Madrid, 1961) es el responsable artístico de "El Jurado", el montaje teatral que se representa este viernes (20.30 horas) en el auditorio del Centro Niemeyer. Antes estuvo al frente de la polémica compañía "Animalario" con la que presentó espectáculos tan aplaudidos como "Alejandro y Ana", "Marat / Sade" o "Últimas palabras de 'Copito de Nieve'". Conversa con LA NUEVA ESPAÑA por teléfono.

-El juicio de la Gürtel ha puesto a huevo su nuevo montaje.

-En realidad, no. Lo que lo puso a huevo fue otro juicio: el de la inhabilitación de Francisco Camps, el expresidente de la Comunidad Valenciana. Fue con jurado popular. Este montaje se viene gestando desde hace tiempo, desde que empezaron a surgir todos estos casos de corrupción. Luis Felipe Blasco Vilches, el autor, y Eduardo Velasco, el productor, fueron los que idearon el espectáculo: un jurado que tiene que determinar la culpabilidad o no de un político corrupto. Eso es lo que lo puso a huevo. Todo esto, claro, sin que dejemos de lado el propio teatro, que también es entretenimiento.

-¿Cuánta sombra da "Doce hombres sin piedad" en "El Jurado"?

-Podríamos decir que es el esqueleto de la función. Pero "El Jurado" es algo más: una reflexión sobre la misma institución democrática, por ejemplo. Pero también hablamos de la verdad instalada vía medios de comunicación... No queda de "Doce hombres sin piedad" ni una palabra y, además, estamos hablando de un jurado español: nueve personas, hombres y mujeres, no sólo hombres. Y, además, no todos tan poco piadosos como pudiera parecer. La obra ha ido cubriéndose de cinismo desde su estreno, hace medio siglo. Antes, a la derecha se llamaba derecha y ahora, ya no. Hay matices. Estamos viviendo una nueva venta de la democracia que termina marchitando.

-Pero esto no es nuevo.

-Y es lo lamentable. Renace el esclavismo, desaparece la clase media... "El Jurado" no sólo trata sobre la corrupción, también sobre la responsabilidad de los ciudadanos ante lo que tenemos en frente. Nos hemos acostumbrado a obedecer: a papá, al profesor, al presidente... "El Jurado" habla de que es el sentido común el que tiene que determinar el alcance de los derechos.

-¿Qué fue lo que le sedujo de esta función para que decir que la dirigiría?

-Me inquietó. No se trata de un panfleto. Es un reflejo de lo que se está viviendo en España en este momento, pero también es un "thriller"... Habla de la lucha por el poder de los políticos frente al hecho de hacer política. Estos son tiempos en que la ética personal se vende bien.

-También estuvo detrás de "B", la obra sobre la declaración de Bárcenas. ¿El teatro da para contar la realidad?

-En Teatro del Barrio, la sala que gestionamos en Lavapiés, también hicimos "El pan y la sal", centrada en la investigación del Juez Garzón sobre la memoria histórica... Entiendo que esta línea de teatro documental es cada vez más interesante. En contra de lo que se cree, el teatro tiene mucho que decir sobre nosotros mismos.

-¿Usted cree?

-Claro. El teatro no es siempre ficción, de la misma manera que la realidad a veces puede no parecer verdadera. Calderón lo explicó mejor: "La vida es sueño". La realidad, en ocasiones, nos pone delante los ojos cosas surrealistas, pero no deja de ser el mejor cuento de todos. Se puede hacer "B" empeñándose en hacerla y así descubrimos que hay mucha gente que quiere verla. Lo que sucede es que hay pocas oportunidades para verla: al sistema no le interesa el teatro. Y cuando digo "sistema" hablo del Gobierno y del partido que lo sustenta. No hay apoyo, que tampoco es necesario; lo que hay son barreras. El mayor, el IVA cultural, una granada de mano a punto de estallar: el porno no lo tiene y tampoco el comercio de arte, que no deja de ser paradójico. Este país se ha puesto a la venta. De manera premeditada el poder ha decidido prescindir del teatro. Te puedes encontrar con casos singulares: un director quiere montar una obra, encuentra productor, los espectadores la aplauden, pero el productor no encuentra después distribuidor o programador; no quieren molestar, correr peligro. Hay un problema en los intermediarios.

-Ustedes, en "Animalario", ya experimentaron con la autogestión en los tiempos de "Alejandro y Ana".

-Sucede una cosa curiosa. Alquilábamos salones de boda porque nos parecía que aquella obra -centrada en la boda de la hija de Aznar en El Escorial- se tenía que representar de esa manera. Lo que sucede es que después comenzamos a recibir rechazos de los ayuntamientos del Partido Popular o de teatros públicos. Así que la única manera de hacer aquel montaje era alquilar nosotros mismos las salas en los municipios en los que nos habían rechazado. Lo que sucede ahora es que los rechazos no vienen porque el texto sea más o menos incómodo: se ha vaciado de dinero la cultura.

-"Animalario" gritó el "No a la guerra" y comenzó su caída hasta el cierre.

-No lo veo así. No somos mártires de nada. El teatro, todo el teatro, está así. No sólo el que hacemos los que nos hemos significado políticamente más profundamente. Nos tocaron los perendengues a nosotros, pero también a los que se dedican al llamado teatro comercial. Después del "No a la guerra" nos dieron el Premio Nacional y después hicimos "Urtain" o "Marat /Sade".

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