Antonio Cabrera es un activista social. Así se presenta y así resume los casi veinte años al frente de la asociación de vecinos de Jardín de Cantos, un colectivo que ahora inicia otra etapa con una junta directiva renovada. Cabrera ha decidido colgar las botas. Le ha llegado la hora -reconoce- de dedicarle tiempo a su mujer, María Luisa Fernández, y sobre todo, a su nieto Javier, de nueve años. Entre sus labores de abuelo está la de contar cuentos, y afirma que le relatará al pequeño la historia de su vida, que comenzó un 30 de agosto de 1946 en San Martín de Podes (Gozón), donde sus paisanos aún le conocen por "Toño".

"Allí viví de crío; fueron los más felices de mi vida. Si fuera por mí regresaría a Peñas", confiesa este hombre con los 70 cumplidos algo harto de pisar asfalto. "A mí lo que me gusta es la naturaleza. Puedo estar horas mirando una flor", precisa. Con nueve años, la edad que tiene ahora su nieto, Cabrera entró como interno en el Colegio San Fernando cuando este centro educativo estaba en La Magdalena. En ese lugar estuvo tres años que prefiere pasar por alto. "Con diez años murió mi padre y para mí, aquella experiencia fue traumática. Era un crío, un crío de aldea, y estar interno fue un palo. La única satisfacción la sentía jugando a la pelota", explica. Durante otros tres años más estudió en el mismo centro, pero ya dormía en casa.

Y así llegó a su primer trabajo de adolescente como botones en una consignataria de buques. Casi al mismo tiempo cambia de domicilio. "Soy un nómada", recalca. Con su madre viuda se trasladó a Arnao, donde su abuelo tenía casa como trabajador de Asturiana de Zinc. Y en esa localidad castrillonense estuvo hasta los 25 años, cuando se casó y se asentó en Avilés, en Jardín de Cantos. Con Cristalería a la puerta de casa, entró en la fábrica con la mayoría de edad recién cumplida. ¿Su puesto? Control de calidad. Y ahí estuvo hasta la jubilación, que le llegó con 54. Pero esto es otra historia.

Cabrera, afiliado a Comisiones Obreras y en su día al PCA, fue uno de los impulsores de la "Jornada de lucha" en Cristalería. "Estuve muchas veces en la rampa de lanzamiento porque esta multinacional no quería a trabajadores protestones. Tras aquella jornada de lucha 'decapitaron' a dos compañeros y todo cambió mucho. Comisiones Obreras dejó de ser lo que era, de reivindicar y negociar. A mí, con 54 años, me mandaron a casa con una pensión ridícula", apunta.

Los entonces líderes de la asociación de vecinos de Jardín de Cantos fueron en su búsqueda. Necesitaban a una persona combativa para defender los intereses del barrio. "Me comprometí a ayudarles dejando claro que yo no haría papeleo", admite. Así fueron pasando los años y Cabrera se convirtió en la voz de un barrio y casi dos, porque también tuvo un papel importante en el poblado de pescadores.

"Llegamos a ser una asociación bastante potente en cuanto a número de socios, organizábamos excursiones, talleres de manualidades... Pero todo quedó en barbecho, menos el día del socio. Los vecinos, a su vez, se fueron desvinculando y quedé prácticamente solo en la lucha", lamenta este hombre que a la hora de hacer balance señala: "Los esfuerzos que realicé no compensan los logros". Los éxitos los resume en tareas de desbroce, la colocación de alguna baldosa o la rehabilitación de la calle de La Xana, poco más.

Pero no fue por dejadez. Cabrera ha llamado en los últimos años a más puertas de las que recuerda sin importarle el estamento en el que repicaba el picaporte. Un ejemplo: "Mi hija estuvo una temporada en Madrid y fui con ella. Allí me aburría muchísimo así que un día decidí ir al Congreso y acabé hablando en un despacho con Llamazares", recuerda este hombre que semanalmente llama al Ministerio de Fomento donde ya le reconocen por su acento.

Y es que batalló alto. Ahora se va con tres espinas clavadas: la cesión de la carretera nacional 632 a su paso por las avenidas de Los Telares y de Lugo, la ampliación del centro de salud de Sabugo y la construcción de un centro sociocultural en el antiguo chalé de Cristalería. "Tengo la esperanza de que más pronto que tarde se haga algo ahí, creo que Manuel Campa (concejal del barrio) es un tío competente, pero a día de hoy hay que recordar que somos el único distrito de Avilés sin centro social". Se va así, con el puño en alto.

Ya está preparado para mirar los toros desde la barrera. "Tengo mucho que hacer en casa", afirma. Pero tal vez, Cabrera saque tiempo para disfrutar de su afición: el fútbol. Jugó en el Marino de Luanco, en el Hispano de Castrillón, en el Recreativo de Arnao y también muchas pachangas en El Espartal. "Era muy hábil con el balón en el pie. El Messi de Jardín de Cantos", concluye sin perder el humor este histórico militante social que se ha dejado la piel en las causas que consideraba justas.