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MARISA NOGAL | AUXILIAR DE ENFERMERÍA, TRABAJÓ EN VARIOS CENTROS DEL ERA

La eterna sonrisa de las residencias

Mujer enérgica, se jubila tras dedicarse al cuidado de los enfermos, una labor que comenzó después de morir su padre

Marisa Nogal. MARA VILLAMUZA

Marisa Nogal García fue cuidadora antes que auxiliar de enfermería. Tanto es así que muchos de los conocimientos que le inculcaron en el aula ya los había puesto en práctica tiempo antes con su madre, a la que cuidó hasta el fin de sus días y con su padre, que requirió su atención hasta que falleció con 95 años. "Cuidé de ambos y, con 39 años, tras morir mi padre, decidí formarme como auxiliar de enfermería. Así empezó mi carrera profesional y ahora que llega el momento de decir adiós no quiero; no quiero jubilarme", sentencia esta mujer de ojos vivarachos que, en noviembre, se despedirá de sus compañeras de la residencia de mayores del Nodo. Pasa cuatro meses de los 65 años.

Nació en el concejo de Grado, concretamente en un pueblo que se llama Santianes de Molenes. Allí trabajaba su padre como maestro y Marisa vio la luz en la escuela de niños. Con dos años "bajó" a la villa moscona y, poco después, se trasladó con su familia a Oviedo. Pasado el tiempo, se casó con Ángel Pérez y tuvo una hija, Noelia Pérez, quien le ha regalado la alegría de su vida: Leo, un pequeño de año y medio, inquieto y juguetón. "Así transcurrió mi vida, en la que tuvo un papel destacado la atención y los cuidados que presté a mis padres. Cuando murieron yo no sabía qué hacer. Me quedé con la sensación de tener las manos vacías y fue cuando tomé la decisión de ponerme a estudiar", relata esta luchadora, que vive desde hace años en Avilés.

La decisión fue acertada. Trabajó en el Insalud, en el Hospital Monte Naranco, en la Residencia Sanitaria en la planta de rehabilitación y también en el Hospital General en el servicio de cardiología, en la octava oeste. "Luego salté al ERA (Establecimientos Residenciales para Ancianos de Asturias) y aquí me quedé", explica. El periplo por los antaño llamados asilos no ha sido corto. Estuvo en el Naranco, Tineo, el Cristo, en la residencia Santa Teresa de Oviedo y los últimos doce años en Avilés, entre Los Canapés, Jovellanos y, últimamente, en el Nodo.

"Cuando cuido a un viejín en la residencia le trato como a un familiar, aunque procuro implicarme lo menos posible", manifiesta Y añade: "Para mí el mundo de los mayores no es desconocido". Por eso, sabe que atender al prójimo, al menos como auxiliar de enfermería, no siempre es un trabajo del todo grato. "Yo jamás quise agradecimientos porque cobro por mi trabajo, pero sí es cierto que se agradecen guiños por parte de las familias de los ancianos a los que has dedicado muchas horas en el trabajo de vez en cuando", afirma.

Nogal se va ahora casi a regañadientes, aunque se lleva un buen sabor de boca. "Con los mayores hay momentos en los que te ríes mucho y yo realmente lo he pasado muy bien con ellos. Son personas de las que puedes aprender mucho por muy deteriorados que estén", dice esta mujer que lleva días intentando decir adiós a sus compañeros sin lograrlo. "De más joven pensaba qué haría cuando me jubilara y ahora que ha llegado el momento es un paso duro", confiesa.

Aún así, tiene planes para su jubilación. "Voy a dedicar todo el tiempo que pueda a mi nieto. También quiero leer mucho y, si puedo, viajar", dice. Eso sí, sus viajes serán por España. "El extranjero no me motiva, pero me gustaría conocer bien España; volver a Madrid, visitar museos...", concluye esta auxiliar de enfermería que próximamente colgará su bata blanca.

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