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La mansión de los cuentos

Las aventuras de Albertín

El inquieto niño avilesino que sólo se tranquiliza cuando mira atentamente los anuncios de las cadenas de televisión

Alumnos del colegio de Villalegre escuchan a la creadora de Ratonchi.

Mientras las brujas seguían sobre volando la ciudad, tratando de chinchar a los niños y pensando en lo que tenían que hacer, Peladilla se dio cuenta de algo terrible: ¡sus malvadas tías se habían dejado abierta la puerta secreta de acceso a La Mansión de los Cuentos! Y no solo eso. ¡El niño que las había visto, ya estaba accediendo a la Mansión!

El caos estaba servido. ¡Un niño pequeño en la Mansión de los cuentos! ¡Si las terribles tías de Peladilla lo ven, será el fin!

Os contaré un poco más sobre el muchacho...

Alberto, o Albertín como todos le llaman, es un niño pequeño, aún no tiene dos años. Es muy travieso y, pese a su corta edad, es extraordinariamente listo. También es alegre, feliz y muy, pero que muy risueño. Haga lo que haga siempre tiene una sonrisa en la cara y a la mínima se ríe a carcajadas. Es muy simpático.

Tiene unos ojos grandes, verdes y tan expresivos que a veces no le hace falta hablar: con su mirada lo dice todo. Sus pestañas son muy largas y tupidas. Es por ello que es la envidia de todas las mujeres. Tiene una nariz chata y unos preciosos labios carnosos. Una de las cosas que más le caracteriza son sus rizos. Brillantes tirabuzones engalanan su cabeza y le dan un mayor aspecto de travieso, más de lo que de por sí es. La otra es su loca pero divertida imaginación. Con ella consigue fascinar a todos los que le rodean.

Tiene tanta energía y vitalidad que le es casi imposible estar en un sitio tranquilo: siempre está haciendo travesuras, liando una tras otra y otra más... Todo ello sin descanso.

La gente le dice a su mamá que lo saque a la calle y le deje correr, que así se cansará y llegará a casa rendido con ganas de irse a dormir. Puede que los demás niños sean así y lleguen a casa cansados y se duerman, pero Alberto no. Su mamá tiene una teoría y dice que están todos equivocados. Alberto no se cansa, sino que se entrena y al día siguiente aguanta más, y al otro más aún... ¡Por eso siempre tiene las pilas cargadas a tope!

Solo hay algo en el mundo que le hace estar quieto unos cuantos minutos sin estar preparando alguna travesura. Algo, con lo que se queda atónito, con sus grandes ojos abiertos como platos, apenas sin pestañear... La tele, pensaréis... Sí, pero no... Los anuncios publicitarios.

Ya puede estar haciendo la mayor de las travesuras, jugando con su juguete favorito, que en cuanto escucha que en la tele ponen anuncios, corre frente a la pantalla y ahí se queda pasmado durante el tiempo que duren. La tranquilidad reina en la casa durante el intermedio publicitario. Es increíble, pero una vez empieza de nuevo la serie o la película que sus padres están viendo, Alberto, con la misma, pierde la atención y se marcha por donde había venido hasta que vuelven a poner anuncios. Su madre dice que un día los va a grabar todos y será lo único que se vea en casa. Su padre asegura que se abonarán a un canal de televentas, así siempre habrá anuncios y, por tanto, tranquilidad. Debe ser la única familia en el mundo que adora los anuncios y se alegra cuánto más duren; por supuesto no más que Albertín.

Pero lo más curioso es cuando en el anuncio se escucha la música de la Champions League. Aunque no salga ningún futbolista, automáticamente, tras escuchar la melodía, Alberto comienza a gritar como un loco: "¡Gooooool! ¡Go-go-goooooool!". Una y otra vez, como un verdadero hooligan. Es increíble cómo relaciona las cosas pese a su corta edad.

Lo cierto es que Ratonchi y Peladilla ya conocen a Albertín. Ratonchi porque se cuela a veces en su casa y cuida de él mientras duerme y Peladilla es amiga de su gato, pues todas las noches acude a la Mansión deseoso de oír sus cuentos y le revela las travesuras que hace su pequeño amigo.

Menos mal que Picotera y Apestosa aún no han visto a Alberto, porque los gritos de las brujas dejarían sordos a todos los avilesinos.

No os perdáis el cuento del próximo miércoles para seguir las aventuras de Albertín.

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