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Un siglo cumplido sin parar de rodar

La Compañía del Tranvía Eléctrico de Avilés, desde 1960 reconvertida en empresa de autobuses, sopló ayer cien velas

Pasajeros subiendo a bordo del tranvía en Salinas.

El tranvía llegó a España en 1871 y Madrid fue la primera urbe en disponer de tal avance. Los avilesinos tuvieron que esperar 22 años para ver circular por sus calles tan "asombroso" ingenio; corría 1893 y el primer tranvía de vapor de Asturias echo a rodar fruto del empeño de la Compañía del Tranvía del Litoral Asturiano de tender vías que comunicaran la comarca. Aquel tranvía pionero pasó a la posteridad bautizado como "La Chocolatera" -en alusión al mucho humo de color achocolatado que desprendía la locomotora- y empezó con modestia, circulando los domingos, los días festivos y los de mercado; unía el parque del Muelle de Avilés y Salinas gracias a una vía de un metro de ancho y fue tal su éxito que en 1903 adquirió frecuencia diaria.

La vorágine del progreso ferroviario hizo que en Avilés convivieran pronto dos tranvías, el ya mencionado de vapor y el eléctrico, cuya construcción y explotación fue el objetivo por el que se constituyó el 9 de noviembre de 1916 la Compañía del Tranvía Eléctrico de Avilés (CTEA); de esto hizo ayer cien años. Puestos en circulación en febrero de 1921, los trolebuses constituyeron un novedoso, popular y muy ecológico medio de transporte de la sociedad avilesina hasta 1960. "La Chocolatera" resistió muchos menos años, pues dejó de circular en 1933, cediendo todo el protagonismo tranviario a los vagones que iban enganchados a la catenaria.

Del mismo modo que Avilés tuvo que esperar dos décadas para disfrutar de las bondades del tranvía, se apeó del mismo a las primeras de cambio, a diferencia de otras ciudades españolas que mantuvieron sus redes de trenes urbanos durante toda la década de los años sesenta del siglo XX y algunas incluso hasta entrada la década de los años setenta. La alternativa al tranvía, al que se condenó por ser un obstáculo para el desarrollo urbano y un elemento que entorpecía el tráfico rodado por la ciudad, fueron los autobuses. Y la CTEA apostó decididamente por el neumático en detrimento de los caminos de hierro.

Con el carpetazo a la etapa tranviaria de la CTEA quedaron obsoletas las líneas que sucesivamente había ido abriendo la compañía: la primera de todas, la que unía Salinas con La Texera pasando por el mismísimo corazón urbano de Avilés, y luego los ramales Salinas-Arnao, La Texera-Villalegre y Arnao-Piedras Blancas. En total, unos 15 kilómetros de raíles incrustados en el pavimento.

La transformación de la CTEA en empresa de transporte por carretera -si bien la empresa no renunció a su nombre original, que aún perdura- deparó un cambio bien perceptible en el paisaje urbano: autobuses azules vomitando humo en una ciudad rehén de la industria, tiznada de hollín y poco sensible a los impactos ambientales. "Es el coste del progreso", justificaron los defensores del modelo. El debate no cesa: ahora lo que se discute es qué hacer con la barrera ferroviaria, y no falta quien ve en el tranvía una solución. La misma de hace ahora cien años.

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