Rafael Rodríguez Valdés es historiador además de ser el responsable de la política lingüística de Corvera. Sus conocimientos en el campo de la historia le permiten hacer análisis no solo filológicos de la toponimia del concejo en el que trabaja, sino basándose en un prisma histórico. Rodríguez Valdés intervino en los II Encuentros de arqueología "Historia y patrimonio del Alfoz de Gauzón", que se celebran estos días en el centro cultural Valey de Piedras Blancas, donde charló sobre el topónimo oficial que da nombre al municipio, Corvera de Asturias o, en asturiano, Corvera d'Asturies. "Esa denominación se tomó durante la dictadura de Primo de Rivera y no se corresponde con el topónimo real ya que todo el mundo se refiere al concejo como Corvera", destaca el historiador, que insistió en que el proceso de castellanización de los nombres de lugar no es una cuestión de la implantación de Ensidesa en la comarca, sino que es anterior.

"Corvera de Asturias es un caso claro de la imposición de los topónimos 'desde arriba' y desde fuera", abundó Rodríguez Valdés, que defiende además que el origen de "Corvera" no tiene por qué estar asociado a un espacio donde hay cuervos sino que puede estar relacionado con la orografía del concejo.

Los topónimos, continuó el historiador, permiten conocer la historia de localidades y municipios y analizar el pasado y "analizar el patrimonio histórico y cultural". Otro nombre de población que llamó la atención del responsable de la Casa de la Llingua es Nuña. "Tengo leído Núñez en alguna ocasión y no tiene la misma raíz que el topónimo original", matiza. Nuña se refiere al nombre de una persona, "un posesor", nada que ver con el apellido.

"Esa castellanización de algunos topónimos implica falsificación de los nombres reales", destaca el historiador, que habla de "aniquilación" de topónimos tradicionales por el simple hecho de que provienen del patrimonio oral.

Un problema que observa Rodríguez Valdés es que "todo el mundo sabe de toponimia": "Muchas veces pesa la idea más peregrina dicha por una autoridad en el campo de político o el ámbito social, pese a no tener conocimientos en la materia". De hecho, el historiador va más allá: "Hay que analizar qué grupos sociales son los que generan la documentación en la que se basan esas ideas peregrinas, no se está contando con el patrimonio oral, la manera de expresarse de las personas, como lo expresa la Unesco".

Rafael Rodríguez Valdés fue crítico con algunas señales toponímicas "con barra", es decir, en bilingüe: "Un concejal llegó a decir en su momento que si no se ponían así la gente no iba a entenderlas".