Hasta la Luna, que estos días inicia su ciclo creciente, se privó de brillar anoche para no hacer sombra a la Noche Negra que celebró Avilés, un estallido de diferentes expresiones artísticas cuyo hilo conductor, al menos el visual, fue el color negro. Una disculpa, en el fondo, para sacar a relucir lo mejor de disciplinas tan variopintas como la música, la pintura, el teatro, la moda, la gastronomía o el baile, entre otras. Negros fueron los uniformes de los músicos del Conservatorio que tocaron piezas selectas -solos, dúos y cuartetos- en una abarrotada aula de la Factoría Cultural; negra fue la pintura con la que los participantes en un taller de herramientas no convencionales de pintura dieron forma a pretendidos árboles; y negro fue el coche puesto a disposición de quienes quisieron "intervenirlo" para convertirlo en una obra de arte rodante, esto es, pintarrajearlo a su antojo. El negro nunca fue un color tan iluminador.

El simbolismo de la Noche Negra que celebra Avilés en intencionada oposición a la Noche Blanca que anuncia la llegada del verano es la celebración de la llegada del tiempo oscuro por excelencia, el invierno, una estación de recogimiento que los impulsores del arte local han querido convertir en una excusa para que la gente entre en contacto con el arte en vivo y en directo. Por eso muchas de las propuestas ofertadas ayer tenían un punto provocador: míralo, tócalo, hazlo... participa.

Las actividades empezaron a las cuatro de la tarde y la finalización de algunas se anunciaba a las dos de la mañana. Hubo un taller de danza integrada organizado por la asociación de discapacitados físicos Difac. El público infantil disfrutó de talleres de ritmo y música creativa, coral, hip hop y pintura. Los padres también tuvieron su espacio: un taller de elaboración de adornos navideños con material de reciclaje. Uno de los rincones más concurridos de la Noche Negra, centralizada este año en la Factoría Cultural del Carbayedo, fue el que sirvió de soporte a un trampantojo mural realizado por el colectivo Visual Jazz Proyecto y que consistía en un inquietante ojo picasiano que taladraba al espectador.

La "oscuridad" de una noche mágica como la de ayer también cubrió a decenas de locales hosteleros, que ofertaron conciertos, platos de comida específicos para este día (bizcocho negro, tarta de cerveza negra o gintonics... negros, claro) así como exposiciones y proyecciones de videoclips. Las dos galerías de arte de Avilés, Amaga y Octógono, también se sumaron al programa lúdico-festivo con propuestas propias. En total, estaban previstas unas cuarenta actividades.

La Noche Negra aspira, según destacó la concejala de Cultura, Yolanda Alonso, muy integrada anoche en las actividades y vestida de negro como no podía ser de otro modo, a ser "un cauce para difundir las instalaciones y la actividad de la Factoría Cultural, aún desconocida por algunos avilesinos". Avilés cuenta ya los días para repetir la gran cita popular con el arte; será con motivo de la Noche Blanca, cuando ya las noches sean más cortas.