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ANTONIO ÁLAMO | Director y autor de la versión dramática de "El pintor de batallas"

"Lo que me gusta es ampliar colores, registros; por eso hice 'El pintor de batallas' "

"Reverte nos dio patente de corso; de vez en cuando le llamaba para decirle cómo iban los ensayos, pero no fue a ninguno"

Antonio Álamo, en una pasada visita a Avilés. RICARDO SOLÍS

El escritor y director de escena Antonio Álamo (Córdoba, 1964) tardó en recalar en Avilés, pero cuando lo hizo quiso repetir. Regresa con "El pintor de batallas", un drama basado en una de las novelas más personales de Arturo Pérez-Reverte, el duelo de honor entre Faulques (Jordi Rebellón) y Markovic (Alberto Jiménez), un fotógrafo de la Guerra de Yugoslavia y una víctima de aquel mismo conflicto. La cita está anunciada para el próximo sábado en el auditorio del Centro Niemeyer (20.30 horas). Álamo atiende a LA NUEVA ESPAÑA por teléfono.

-"Juanita Calamidad", lo último que estrenó en Avilés, poco tiene que ver con "El pintor de batallas".

-Absolutamente nada, salvo que soy también el director y el autor del texto. Lo que me gusta es ampliar colores, registros, por eso hice esta obra. Con "Juanita Calamidad" no tiene que ver, pero "El pintor de batallas" enlaza, en cierto sentido, con "Los borrachos" o con "Los enfermos".

-¿Cómo se lleva a escena una novela como esta?

-La leí hace como diez años, cuando salió. Me atrajo, evidentemente, la concentración de personajes, el hecho de que se desarrollase casi en un mismo escenario... Intuí muy pronto que ocultaba una obra de teatro.

-Pero hay muchos más que dos.

-Yo lo veo así: dos personajes principales y un montón de fantasmales presencias. La novela, claro, no es una obra de teatro, pero el espectáculo respeta muchísimo lo que escribió Pérez-Reverte. De hecho, en los ensayos, la novela estaba en la mesa del director para salvar cualquier duda. Se ha prescindido, sin embargo, de muchas reflexiones que sí caben en la novela y no en la obra de teatro, porque estamos hablando dos lenguajes distintos. El teatro tiene que ir a la esencia, a lo directo y no se puede perder en disquisiciones.

-Dicen que trabajar con un autor vivo es un rollo.

-(Risas). En este caso no ha sido así. Pérez-Reverte nos ha dado patente de corso, si quiere decirlo con su propio lenguaje. De vez en cuando le llamaba para decirle cómo iban los ensayos, pero no fue a ninguno. Estuvo con nosotros en el estreno, en el teatro Calderón, en Valladolid. Lo principal era que se sintiera a gusto.

-¿Lo consiguió?

-Pérez-Reverte tiene fama de no morderse la lengua, de decir siempre lo que piensa. Desde entonces no ha hecho más que decir muchos elogios. Está muy satisfecho. Dijo que le había despertado un montón de recuerdos y sentimientos; ya sabe que es una novela muy pegada a su piel, muy cercana a su propia experiencia en las guerras que tuvo que cubrir en su época como periodista de televisión.

-¿Cómo se quita la careta de dramaturgo y se viste la de director?

-Uno de los procesos más apasionantes de la creación es redescubrir el texto con tus actores, cuando ellos se comprometen con él, cuando lo miran con sus propios ojos. Tenía estudiado y requetestudiado el texto, pero cuando te metes en la sala de ensayos la cosa cambia... y así uno también cambia.

-El pintor de la novela, pinta un mural enorme. ¿Cómo se soluciona eso en la obra?

-Ese fue uno de los problemas más peliagudos. Después de muchas vueltas y revueltas, llamamos a Ángel Haro, el pintor. Era él quien tenía que dar otra vida e al cuadro. Esta apuesta era esencial porque la pintura que propone Pérez-Reverte era imposible.

-La pintura tiene mucho que ver con su propia obra.

-Sí, es cierto. Velázquez, Van Gogh... Durante algunos años también pinté yo mismo. La relación con ese mundo siempre ha estado en mi obra.

-¿Sigue las obras que dirige?

-Intento estar al tanto. La vi en el Calderón, claro, en el estreno. Luego en Segovia y, después, en algún otro sitio más. Volveré a Avilés. Estaré con Pérez-Reverte en su encuentro con el público.

-No hemos hablado de sus actores.

-El compromiso de ambos con la función es irreprochable. Las funciones se van haciendo bolo a bolo, pero me gusta estar pendiente para evitar que se desvirtúe.

-Y ahora, ¿qué?

-Ahora tengo entre manos "El festín de Babette". Se estrena en febrero en el Calderón.

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