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A dos pasos | Valliniello (I)

Valliniello, la leche de Avilés

El populoso barrio avilesino, que acogió al 80% de los inmigrantes que llegaron con Ensidesa, es actualmente la capital lechera del concejo, con una producción de tres millones de litros anuales

Carlos Suárez, tras la barra del Mesón de Carlos, en el barrio de Piedramenuda. MARA VILLAMUZA

"Ni de Avilés ni de Gozón. Valliniello ye nación". O eso dicen con más tono crítico que identitario los vecinos, orgullosos de ser de un pueblo que fue muchas cosas, entre otras parte de Gozón hasta 1926, cuando se segregó para unirse a Avilés por clamor popular. Fue también una de las zonas más contaminadas de Europa y la puerta de entrada para las gentes de toda España que buscaban su pan en Ensidesa. Valliniello escribió también un capítulo con mayúsculas en la historia. Fueron estos paisanos que se forjaron del puente Azud en adelante los que defendieron el sitio de Avilés contra las tropas Napoleónicas. Aquellos portaban al cuello pañuelos azules y grana, enseña ahora del Navarro. Y quien es de Valliniello, es del Navarro.

Dicen los vecinos que ahora el pueblo "está dejado de la mano de Dios". Pero los lugareños, alrededor del millar, todavía tienen un as en la manga para seguir escribiendo líneas en la historia. Valliniello es la leche de Avilés. Ni más ni menos. Las cinco ganaderías asentadas en el archipiélago de barrios que forman Valliniello producen un total de tres millones de litro al año, una cantidad sin competencia en otras parroquias del concejo que le otorga la capitalidad lechera.

Ángel Fernández, de 79 años, ganadero por vocación, abre a menudo las puertas de su cuadra a los escolares. Su ganadería. con 120 cabezas, es la mayor de Valliniello y, por ende, de Avilés. "Muchos no saben ni de dónde viene la leche", lamenta mientras pasea por las instalaciones que sacó adelante después de ser expropiado por Ensidesa de Quintana Medero, un lugar ya inexistente que se comió la "fabricona" allá por los cincuenta del pasado siglo. "Valliniello no tiene el reconocimiento que debería. Ocho de los 24 kilómetros cuadrados de Avilés son de este pueblo que siempre tuvo un vaso de leche para dar a los inmigrantes que llegaban a Ensidesa. Y no fueron pocos: el ochenta por ciento de las personas que venían de fuera el primer sitio que pisaban era Valliniello". Luego, los inmigrantes marcharon en masa a barrios construidos por la empresa: La Luz, Llaranes...

Araceli Iglesias vive en Campo de Vega y recuerda cuando Valliniello hacía alusión al que se cree que es el origen del nombre del barrio: valle lleno. "Aquí había plantaciones de maíz, pomaradas e incluso había un llagar muy importante. Era un pueblo muy productivo. Tengo en la imagen a mis abuelos, que iban cargados de repollos y lechugas por el puente de San Sebastián para vender en Avilés, en la plaza", explica esta mujer que se crió junto a la iglesia y que ahora ensalza como sus paisanos la supervivencia de cinco ganaderías en un terreno comido por el acero.

Aunque en Valliniello abunda la leche, las carencias se cuentan por decenas. Lo aseguran los vecinos distribuidos por La Cabián, Campo de la Iglesia, Campo de Vega, Las Canteras, Los Carbayedos, El Cueto, La Escucha, Estrellín, La Granda, Los Guardados, Llantao, Piedramenuda, Quintana Pedro, Refurao, Retumés, San Sebastián, Tabiella, Tetuán, Tuñes, Vallines y Villanueva. "Vivimos en un entorno rural a cinco minutos de Avilés pero el pueblo está muy disperso, lo que dificulta cualquier actuación. Pese a que tocamos todos los palos industriales, lo que afecta en contaminación, no recibimos ninguna subvención", esgrime el presidente de la asociación de vecinos, Javier Díaz, que el próximo febrero prevé dejar el cargo. "Valliniello siempre ha sido un pueblo unido y así sigue, pero hay cierto pesimismo. El puente Azud, por ejemplo, está igual que hace cuarenta años. Hay poca población y la que hay está envejecida. Apenas se construyen viviendas. Tuvimos un colegio que funcionó a la perfección y que ahora está cerrado y desconocemos qué futuro van a tener los edificios de Maestría, que propusimos que usara la multinacional CSC porque están próximos a su sede", agrega Díaz de este pueblo que tuvo miles de vecinos y muchos servicios, hasta cine, el "María Alicia".

Julio Santaeufemia, de Valliniello de siempre, no cambiaría su pueblo por nada del mundo. Pero es consciente de que el pueblo va a menos: "Cada vez hay menos vecinos y, como ejemplo: pasamos de tener 25 bares hace tres décadas a dos chigres". Estos son el Chistoso y el Mesón de Carlos, auténticos centros sociales de Valliniello. El primero abrió sus puertas en 1924 y ahora sigue al frente no sin esfuerzo de Ana García Álvarez. El futuro de este local está no obstante asegurado. Su hijo Adrián García prevé seguir con el negocio familiar que fue testigo de cómo se soldaba el esqueleto de Ensidesa. Carlos Suárez y Cuca Álvarez prevén al contrario cerrar el mesón conocido por sus callos y manos de cerdo en 2018 después de casi 40 años tras el mostrador.

En Valliniello queda la leche. El pan, el butano, la fruta o el pescado se sirve a domicilio, aunque la mayoría "baja" a Avilés a hacer sus compras. Ya no hay tienda. Quedan los bares, una chapistería, un taller, un negocio de aluminio y una carpintería. También hay farmacia, la que regenta María José F-Avello desde hace 35 años y un consultorio. El médico Manuel Sánchez y la enfermera Cruz Cordero trabajan en la que fue la primera escuela de Valliniello, cuando en Valliniello había doscientos niños y un profesor.

Ramón Menéndez nació y creció en Valliniello. Su sueño es morir también en este pueblo que valora sobremanera "por la calidad de los vecinos". Nacho González Peña defiende también a sus paisanos, aunque el destino le llevó a vivir a unos kilómetros del corazón rural avilesino. Un corazón verde salpicado de humos. Tanto es así que en los años ochenta del pasado siglo se impulsó un ambicioso proyecto que tenía por objeto construir un anillo verde contra los malos humos. Entonces las grandes fábricas que colocaron Avilés a la cabeza de la industrialización estaban asentadas en suelo de este barrio y la plantación de 40.000 árboles contribuyó a que se redujeran paulatinamente los niveles de contaminación. Luego la historia industrial de la comarca dio un giro: al tiempo que este barrio recuperaba un ambiente contaminante admisible, llegó la reconversión industrial. El cinturón medioambiental de Valliniello que supuso importantes expropiaciones quedó sin función útil.

Ahora los vecinos confían en volver a sonreír al futuro. Tienen leche, pero necesitan endulzar los sorbos. Por eso son muchos como José María Castelo o Emilio González los que sueñan con que se retome el plan de Retumés, encallado hace una década. Mientras los lugareños seguirán cantando los goles del Navarro y comentando las jugadas que suceden más allá del puente Azud manteniendo la esencia que les caracteriza: "El pueblo unido jamás será vencido", advierten.

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