Transcurridos 34 años desde su cierre, la histórica academia Isolda aún permanece en la memoria de los centenares de avilesinos que discurrieron por las aulas de este centro situado en la antigua calle de Martínez Anido (hoy San Bernardo), donde se impartían clases de taquigrafía, mecanografía, contabilidad y derecho mercantil. El recuerdo del tiempo pasado en aquellas aulas adaptadas dentro de una vivienda familiar y, sobre todo, del matrimonio que las dirigía, formado por Isolda Álvarez Ron y Florencio Rodríguez Gómez, ha llevado a un grupo de exalumnos y amigos a organizar un homenaje a su fundadora (él falleció hace años). El acto tendrá lugar a las 14.30 horas del sábado en el restaurante de un hotel de la calle La Fruta.

"Es un orgullo que después de tantos años cerrada la gente aún se acuerde de la academia y de mí. Con este gesto tan entrañable siento que la gente me quiere", señala Álvarez Ron, una mujer avanzada para la época que le tocó vivir. En los años cincuenta y tras superar un exigente proceso de selección, se incorporó a Ensidesa para ocupar la secretaría del entonces director gerente. Ganaba alrededor de 800 pesetas y permaneció en la siderúrgica dos años ya que, entonces, las mujeres, al contraer matrimonio, debían abandonar su trabajo para dedicarse al hogar. Y así lo hizo.

Isolda Álvarez Ron se entregó a la familia, pero también a un nuevo proyecto laboral. Su formación (estudió el bachiller universitario en el ya desaparecido colegio Santo Ángel y se examinó de la reválida en la Universidad de Oviedo), experiencia y carácter emprendedor la llevó a abrir en 1961, en su propia casa, una academia cuyas enseñanzas facilitaría a otras mujeres y también a un buen número de hombres a prepararse para optar a un trabajo en bancos, juzgados, correos, colegios y la acería estatal. "Por mi casa pasó gente que llegó a desempeñar cargos destacados en la medicina, la banca o la docencia", apunta, orgullosa de haber contribuido al desarrollo profesional de jóvenes con ilusionantes planes de futuro.

Junto a su marido (abogado y empleado del Banco Asturiano que derivó en el actual Bilbao Vizcaya Argentaria), daban clase en horario de mañana y tarde. "Teníamos ocho máquinas Olivetti 80 y 93 alumnos cada día ", relata una mujer entusiasta y vitalista nacida en Tapia en 1932. "Soy avilesina por los cuatro costados, pero mi madre me llevó a nacer a Tapia a casa de sus padres", dice, para recalcar su identidad de avilesina de corazón. Incluso en la villa del Adelantado encontró el amor de su vida, si bien la joven pareja fue a sellar su unión a Covadonga ante la mirada de la Santina. "Nos casamos en octubre de 1956, un día que llovía a mares", relata, con la mirada puesta en uno de los momentos felices de su vida.

En la actualidad, ya lejos de la academia que cerró sus puertas en 1983 coincidiendo con la llegada de los ordenadores a las empresas, Álvarez Ron continúa manteniendo una vida muy activa. Madruga para a las nueve de la mañana desayunar con su hermana y acompañarla a la compra. A la una de la tarde participa cada día y desde hace cincuenta años en una tertulia con un grupo de amigas y, por las tardes, acude al Casino en la calle Emile Robin.

Es vicepresidenta de la centenaria entidad sociocultural y animadora de cuantas actividades promueve para las mujeres. "Y en casa, leo y hago crucigramas; es decir, tengo la vida llena", indica esta mujer de cuerpo menudo y esmerado cuidado personal que recorrió España de punta a punta en coche con su familia. "Viajábamos mucho. Mi marido y yo nos turnábamos para conducir. Él lo hacía por las mañanas y yo por las tardes", comenta. Y es que Isolda Álvarez Ron también fue pionera en esta materia. Obtuvo el carnet de conducir en 1967 y "quizás fui la primera mujer que anduvo en moto por Avilés. Teníamos una Lambretta".

Vicisitudes familiares la mantuvieron alejada durante unos años de los viajes hasta que un buen día, sola, emprendió rumbo a Benidorm para disfrutar del sol alicantino. Un arranque más de una mujer religiosa, de misa diaria en Sabugo, que, pese a las heridas del alma, vive con una sonrisa.