Enrique Arias Fariña, fallecido el pasado jueves y despedido ayer con un emotivo responso en el tanatorio de San Cristóbal, tenía el corazón partido entre la morriña por su Galicia natal y el apego que sentía por Avilés, a donde emigró de joven para trabajar en Ensidesa y a la que consagró su vida sin olvidar sus raíces, tanto que a finales de la década de los años cincuenta del pasado siglo decidió unir ambos sentimientos y así fundó, junto a otros colaboradores, el Lar Gallego de Avilés, una institución que en su momento de mayor esplendor (entre 1970 y 1980) llegó a tener seiscientos asociados.

La amplia comunidad gallega en la comarca -que llegó superar las 18.000 personas debido al tirón de las pujantes industrias asentadas en Avilés en la segunda mitad del siglo XX- siempre guardó enorme gratitud a Enrique Ares -en tiempos un empleado del taller de mecanización de Ensidesa- por su empeño en fundar el Lar, ahora con sede en la calle Galiana, como lugar de encuentro y tertulia de los naturales de la comunidad vecina y escaparate para la difusión y el fomento de los valores de esa región.

Y si la estela pública de Enrique Ares fue brillante, no lo fue menos la familiar: uno de sus hijos, el que perpetúa su nombre, triunfa como empresario del sector del acondicionamiento de edificios en Palma de Mallorca y su hija Lorena, nieta del difunto, se está forjando un nombre en el mundo de la música.