La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Concejo De Bildeo | Crónicas Del Municipio Imposible

El peso local en la economía española

La moda de los Audis y otras historias que los vecinos le cuentan a un periodista novato en su recorrido por el pueblo

El peso local en la economía española

De nuestro corresponsal, Falcatrúas.

Policarpo, un periodista de la sección de Economía de LA NUEVA ESPAÑA, llegó un día a Bildeo con el encargo de realizar un reportaje sobre la economía del lugar, elegido al azar como modelo representativo de los centenares de pueblos asturianos de montaña, que se debaten entre vivir del ganado de carne y morir en la miseria; gracias a los sucesivos gobiernos, ambas situaciones vienen a ser la misma cosa.

El periodista era algo novato, dicen las malas lenguas que lo mandaron a Bildeo para librarse de él por unas horas. Se sentó en el banco de madera que Francisco el Taberneiro tenía adosado a la pared de la cantina para los debates parlamentarios en el exterior y saludó al paisano que tenía al lado, que resultó ser Alfredo el Paredón:

-¿Qué tal, como le va?

-Desde que me compró la mi fía el Audi, muy bien.

-¿Tiene usted un Audi? Pues vaya nivel que se gastan aquí en Bildeo, para que luego digan que la economía rural no marcha.

-Pues yo tengo uno sólo, pero Manuel de Tareisa y Deotino el Caído, tienes dos cada uno.

-¿No me estará tomando el pelo, verdad? ¿Hay dos vecinos que tienen dos Audis cada uno? No me lo puedo creer, si esos cacharros valen una fortuna...

-Sí señor, son caros de narices, el mío saliome por mil y pico euros nada menos.

-¿Un Audi por mil y pico euros? A lo mejor me está usted hablando de uno de juguete...

-No sé si será de juguete, pero a mí me da un buen servicio, antes no entendía nada de lo que me decían.

-El que no entiende nada soy yo. ¿Usted de qué Audi me está hablando, de uno que es un diccionario?

-Yo hablo de éste -y el hombre giró la cabeza y señaló con el índice su oreja oculta del otro lado, de cuyo pozo central salía una tanza que conectaba con una pieza que semejaba una faba enorme, mucho mayor que las de la Granja, colgada del pabellón auditivo.

Ahí fue cuando Alfredo se marchó despidiéndose apenas con un gesto. El periodista sospechó que se había estado riendo de él, algo que reconocía hubiera sido lo apropiado, por ser tan gilipollas. Repasó unos momentos sus apuntes en la libreta y se disponía a dar una vuelta por el pueblo cuando Francisco el Taberneiro salió de la bodega en su ayuda.

-Alfredo es un gran paisano, pero hay momentos en que por mucho audi que sea, el aparato no da los decibelios que corresponden a su cilindrada, las pilas duran muy poco, las entendederas necesitan un margen para procesar las explicaciones y todo ello junto puede llevar buena parte del día.

-Este señor mencionó a un vecino, Deotino "El Caído". ¿Puede decirme quién es y por qué lo llaman así?

-Aquí hasta las menudencias más insignificantes tienen su historia; por ejemplo, este hombre con el que usted estuvo hablando es Alfredo el Paredón, que siempre fue algo duro de oído, pero hace unos años, dicen que debido a un catarro mal curado, ensordeció de tal modo que todo el pueblo lo consideró sordo como una pared, con el tiempo ascendió a sordo como una tapia y, finalmente, lo declararon sordo como un paredón.

-En cuanto a Deotino el Caído, -prosiguió-, usted es muy joven, igual no sabe nada de aquellos tiempos... Durante la Guerra Incivil, Radio Nacional emitía unos boletines informativos que eran los famosos "Partes de Guerra", en los que daban noticias del frente y de las conquistas de los nacionales. Al terminar la Guerra, Radio Nacional continuó emitiendo diariamente el informativo principal, al que la gente siguió llamando "el Parte", a las dos y media, la hora de comer casi obligatoria en toda España; algunos ponían la radio al alto la lleva y sonaba la sintonía de la famosa Generala en todo el valle. Un día estaba Deotino retejando el hórreo y cuando dijo el locutor, como cada día: "Gloriosos caídos por Dios y por España"... a él no le dio tiempo a escuchar el resto de la frase convocante, (¡Presentes! ¡Viva Franco! ¡Arriba España!), porque pisó mal, perdió el equilibrio y cayó del tejado. Menos mal que tuvo la gran suerte de ir a caer encima del caballo que traía una carga de hierba, y aterrizó en blando. De lo contrario, se hubiera matado. Fue un milagro, por eso, lo llamaron el Caído, el Glorioso Caído, Caído el Glorioso...

-Lo de Manuel de Tareisa (Teresa), apenas tiene historia, se trata de un paisano de tamaño mínimo, casado con una mujer de tamaño máximo.

Seguiremos informando.

Compartir el artículo

stats