Ayudan a sus compañeros víctimas de acoso, insultos, peleas, aislamiento..., echan una mano a los estudiantes con problemas que van más allá de lo puramente académico y actúan de intermediarios en la resolución de conflictos. Son los llamados "alumnos ayudantes", jóvenes del Instituto Carreño Miranda con espíritu solidario y dispuestos a dedicar parte de su tiempo libre a fomentar la buena convivencia en el centro educativo de la avenida Cervantes.

Este grupo de ayuda está integrado por aproximadamente una veintena de estudiantes, en su gran mayoría chicas, elegidos por sus propios compañeros de curso. Estudian Secundaria o Bachillerato y han asumido una responsabilidad de adulto de forma voluntaria. Para afrontar las distintas situaciones que se les presentan han recibido un periodo de formación por parte del equipo docente del instituto.

Tienen aplomo, son resolutivos, saben gestionar los conflictos y se han ganado a pulso la confianza del alumnado. "Son de fiar", resalta Ángel Jiménez, psicólogo, orientador del Carreño Miranda y coordinador de este programa. "Se fían de nosotros porque no vamos diciendo por ahí lo que nos cuentan", comenta Lia Bogdanovic García, integrantes de esta pequeña comunidad social que, al igual que sus compañeros, apunta no haber tenido "nunca" problemas para intermediar, si bien reconocen que a la hora de reunir a acosador y acosado en aras de conseguir una reconciliación, "el malo es más reacio a asumir su comportamiento, y a cambiar de actitud".

Mantienen los ojos y los oídos bien abiertos a lo largo de toda la jornada. "Si vemos que alguien lo pasa mal, nos acercamos", comenta Nerea Rodríguez. "Lo primero que hacemos es escuchar para luego intentar ayudar. A veces, con sólo hablar es suficiente porque lo que necesitan es desahogarse", añade Victoria García.

La hora del recreo es el espacio en el que suelen actuar. Generalmente, lo hacen a título individual, aunque si no dan con la solución en solitario, buscan la colaboración de otros alumnos ayudantes. Y si la situación supera sus capacidades, entonces es cuando acuden a un profesor.

"Detectan conflictos que a nosotros se nos escapan y llegan mejor a los alumnos por ser sus iguales; se entienden mejor", apunta Ángel Jiménez, para hacer hincapié en la confidencialidad que domina este programa institucional, que cuenta con gran aceptación entre la comunidad educativa y el respaldo del centro, tal y como observa Natalia Menéndez, jefa de estudios de primero y segundo de Educación Secundaria.

A pesar de los esfuerzos, la resolución de los conflictos no siempre es posible, admiten los jóvenes. "No acaban siempre como quieres", indica Silvia Santaeufemia, que por experiencia sabe qué significa estar "en el otro lado del problema". "De ello aprendí, por eso, para ayudar, no hay que ir atacando ni echando broncas", concluye.