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JUAN ALUSTIZA | PIEZA CLAVE EN EL DESARROLLO DEL BALONCESTO Y DE LA PRÁCTICA DEPORTIVA EN AVILÉS DURANTE LOS ÚLTIMOS CUARENTA AÑOS

Un renacentista del deporte

El pionero avilesino del básquet siempre prefirió el segundo plano y tuvo la capacidad de compartir de forma altruista lo aprendido de los mejores

Un renacentista del deporte

El Ayuntamiento de Avilés rindió homenaje esta semana a Juan Alustiza por haber sido miembro del consejo de administración de la Fundación Deportiva Municipal desde su constitución en 1978 y uno de los principales impulsores el baloncesto en la ciudad, pero en realidad este hombre es mucho más. Avilesino nacido junto a los cines Marta y María hace 84 años, Alustiza es un renacentista del deporte, alguien que no se conformó con una especialidad y que experimentó como jugador y entrenador con todo lo que tenía a mano: baloncesto, voleibol, tenis de mesa, balonmano, tenis... "Menos subir a un árbol a gates y ganar dinero, en el deporte hice de todo", resume con una amplia sonrisa.

Alustiza es de trato grato. Enseguida se descubre a una persona amable, educada y con una mirada limpia que invita a la confianza. Y las buenas sensaciones se confirman cuando dice la primera frase: "No se por qué intereso. ¡Yo no soy nadie!" Humilde hasta lo increíble. Tanto que aún está sorprendido del homenaje que recibió del Ayuntamiento, con pin de oro incluido, cuando esperaba "un pergaminín" honorífico. La realidad, sin embargo, es muy otra. Alustiza es un pionero, un adelantado del deporte avilesino en general y del baloncesto en particular. Y lo es porque siempre se preocupó de estar al día, de asistir a clinics por todo el mundo cuando esta era una palabra desconocida para la inmensa mayoría de los entrenadores asturianos y españoles, y porque innovó con sistemas de entrenamiento que traía de sus viajes por los cinco continentes y que dejaban boquiabiertos a sus alumnos, los mismos a los que obligaba a ser amigos de los rivales.

Como entrenador era meticuloso y exigente en el trabajo y eso lo diferenciaba de los demás; bueno, eso y los once años que viajó a Estados Unidos para ver cientos de partidos del mejor baloncesto mundial, la NBA, un espectáculo del que guarda inmumerables recuerdos, incluidos la vista a la tienda-bar de Magic Johnson, uno de sus jugadores de referencia, y su encuentro con Gasol en Memphis.

Viajó por todo el mundo y gracias a sus conocimientos pudo haber entrenado en mejores equipos, pero siempre fue fiel a su trabajo en Ensidesa y, sobre todo a Avilés. Quería colaborar a mejorar el deporte avilesino, a sacarlo del atraso que él vivió, y dejó en la ciudad toda su sapiencia. Para eso la quería.

Y es que no se puede hablar de Alustiza sin decir que es un altruista del deporte, un hombre fundamental en cualquier club por su seriedad, conocimientos y docencia, porque también sabía transmitir lo que llevaba dentro. El tipo de persona imprescindible aunque no salga en la foto porque está en la trastienda y que pocos conocen porque pasa desapercibidas. Personas que escasean y que acaban difuminadas en el anonimato.

Es lo que tiene el no airear que que viajaba con los chavales en la popular "rubia", aquella furgoneta de los años cincuenta del pasado siglo, que se preocupaba de contactar con los mejores entrenadores para dar charlas, o que estaba hasta las doce de la noche entrenando a todos los equipos del Ensidesa en la cancha descubierta de Llaranes con balones de cuero hasta que trajo uno de plástico de Andorra. De ese balón, por cierto, guarda una curiosa anécdota porque lo trajo sin la aguja de la bomba para hinchar y tuvieron que hacerle una "casera" sus compañeros de Ensidesa.

Él se define como "uno de pueblo" que tuvo la suerte de participar en temas como la creación de la Asociación Nacional de Entrenadores de Baloncesto o formar parte del comité técnico nacional de la Federación Española de Baloncesto durante ocho años. Pero la suerte no cuenta en eso, sólo los conocimientos porque allí están los mejores y él era uno de ellos aunque el primer año no dijera "ni palabra" en las reuniones abrumado por la entidad de sus compañeros. "Unos monstruos", señala.

Ahora, al volver la vista atrás, se da cuenta de que añora una familia. El deporte y otras circunstancias no le dejaron mucho tiempo para otras cosas y tiene claro que si tuviera otra segunda oportunidad, si volviera a nacer, se casaría y tendría hijos. De joven era el Tyrone Power avilesino por su parecido con el actor estadounidense, y recuerda que tenía una novia a la que llamaban Brigitte Bardott porque era idéntica a la artista francesa. Una curiosa pareja que gustaba, que caía simpática en Avilés, y que les permitió asistir a numerosos guateques de la época organizados con la "gente bien" de la ciudad.

Los años le han restado movilidad y lleva una vida que califica de "amorfa". No ve nada de deporte, sólo lo oye por la radio, y lamenta recordar poco de los muchos viajes que realizó. Quizás sea, apunta, "porque no sabía idiomas, sólo me defendía en inglés, y eso me impidió contactar con la gente, que es lo que importa y deja huella". Una huella que él sí que logró dejar, y muy marcada, en el deporte avilesino.

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