"Nunca mires atrás ni para coger impulso, los Amago nunca se rinden", repetía José Antonio a sus hijos cuando la vida se torcía. Hasta el último aliento luchó este empresario avilesino por el negocio de andamios que forjó en los años ochenta (Pozo Amago) y por todas las causas que consideraba justas. Una enfermedad degenerativa, la ELA, se lo llevó el jueves por la noche a los 68 años en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), donde había ingresado ese mismo día tras sufrir un paro cardíaco. Sabía que el tiempo se le acababa y dejó a los suyos, además de un profundo dolor por la pérdida, un mensaje que trasladar en su nombre: "Gracias a todos los que han estado a mi lado en los malos y en los buenos momentos".

Fue hace dos años cuando a José Antonio Amago le detectaron esclerosis lateral amiotrófica. Desde entonces no sólo hizo frente a la enfermedad, sino que se volcó en acciones para fomentar su investigación. El empresario, muy querido y conocido en la ciudad por sus labores sociales, ha donado su cerebro para la investigación de la ELA y pidió antes de morir que el dinero para las flores de su funeral (se celebra hoy a las 16.00 horas en la iglesia de Santo Domingo de Miranda) se destine a a la erradicación de la polio, a través del Fondo PolioPlus. Era de los que defendía que "vayas donde vayas, haz el bien y ponte en los zapatos del otro".

La enfermedad no apartó de la empresa a este trabajador infatigable, que consiguió sacar a flote el negocio después de que la crisis lo derrumbara como un castillo de naipes por el desplome del sector de la construcción. De la mano de sus hijos, en 2012, volvieron a empezar desde cero. Porque los Amago nunca se rinden. "Se ha ido orgulloso de que su empresa haya continuado y, a pesar de su estado de salud, seguía mandando", explica su hija Mónica.

La evolución de la enfermedad ancló el último año al patriarca de los Amago a una silla de ruedas, pero no le alejó del negocio que puso en marcha en 1988 de la mano de su mujer Pilar Pozo, resultado de la fusión de Electromecánicos Amago y Alquileres Pilar del Pozo. "Por la mañana tomaba café con mi hermano e iba en la silla de ruedas a la nave a ver cómo iba todo. Seguía saliendo, iba al teatro, y siempre con la cabeza arriba. Aun con su enfermedad, y pese a que ya no podía hablar, seguía acudiendo a la empresa y participando en obras sociales", explica su hija.

El jueves por la mañana sufrió un paro cardíaco. Su hijo José Antonio Amago y un trabajador de la empresa (Roberto) consiguieron reanimarle practicándole el boca a boca. Lo trasladaron al San Agustín, pero dada su gravedad fue derivado al HUCA. "Los trabajadores tienen que hacer un curso de primeros auxilios", advirtió a sus hijos desde la cama del hospital. Su corazón se volvió a parar a las nueve y media de la noche. Esta vez fue la definitiva.

José Antonio Amago deja viuda su amada Pilar del Pozo, su compañera infatigable, su socia, su amiga y confidente, la primera presidenta del Rotary Club de Avilés. Y deja huérfanos a José Antonio y Mónica, sus sucesores, su mejor tajo. Su legado está asegurado. Los valores que inculcó en los suyos serán eternos, como su recuerdo. Como él decía: "Siempre palante".