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Picoreta Poppins (y II)

La odisea de la bruja al coger un paraguas desconocido y el espectáculo que dio ante un buen número de niños avilesinos

Alumnos del colegio Sabugo, durante una lectura de los cuentos publicados por LA NUEVA ESPAÑA de Avilés. MARA VILLAMUZA

Hola amigos, aquí tenéis la segunda parte del cuento en el que la malvada Bruja Picotera, una de las protagonistas de "Ratonchi salva la Navidad" se introduce por confusión en el cuento de la mágica niñera "Mary Poppins". Espero que os divierta la segunda parte tanto o más que la primera. Es que esta bruja es ¡un desastre total!

Después de estar un buen rato atascada en la chimenea, los niños consiguieron sacarla tirando fuertemente de sus piernas hasta que Picotera cayó al suelo, pero su trasero gordinflón amortiguó el golpe.

A Picotera se le ocurrió otro plan. Ahora quería meterse junto a los niños dentro de un cuadro... Sí, eso ocurría en la historia real, pero la forma de meterse en él cambió y mucho.

Picotera extendió su mano con uñas largas y negras llenas de roña para coger a los niños de los pelos, y de esta forma los llevó al parque, donde el joven deshollinador esperaba junto a sus cuadros. Picotera cogió los cuadros, con marco y todo, y para que los niños se metieran dentro de la pintura, comenzó a darles con ellos en la cabeza. Los pequeños trataban de escapar y la bruja corría detrás de ellos dándoles sin cesar con los cuadros en la cabeza. Tras unos minutos de frenética persecución, Picotera agotada, pensó que quizás había que decir una palabra mágica...

-Mmmm... ¿Cómo era esa estupidez que había que decir...? Superca... Supercaca... ¡Ah sí! ¡Supercacapegajosaespialidosa! -Picotera había recordado la palabra mágica y la cantaba alegremente, mientras del cielo empezaban a caer bolas de cucho. La bruja aplaudía y disfrutaba muchísimo, mientras los niños se morían de asco.

-Señora Picotera, estos niños deben ir a casa-, dijo el deshollinador.

-No, no quiero una pasa, que luego me cuesta ir al baño, -respondió la bruja.

-Señora Picotera, -dijeron los hermanos Banks aún cubiertos de cucho -queremos comprar comida para las palomas-. Mientras decían esto, el pequeño Michael mostraba un penique a la bruja, con el cual quería comprar la comida.

Nada más ver el penique, la bruja se abalanzó sobre él arrancándoselo de la mano al pobre niño.

-¡Un penique! Justo lo que necesitaba para ir el lunes a La Plaza a comprar unas bragas nuevas, la goma de estas ya está muy gastada y casi se me caen cuando quedé colgada en la chimenea. Creo que es hora de jubilarlas, tras llevarlas 120 años. Pero servirán para trapos.

Los niños estaban horrorizados escuchando a la bruja hablar de sus bragas...

Picotera cogió nuevamente a los niños por los pelos para llevarlos a casa: era la hora de la merienda y para la bruja esa hora es sagrada. Una vez en casa, Picotera se sentó en el sillón y les dijo a los niños que le preparasen la merienda.

-Señora Picotera-, dijeron los inocentes niños. Aquí no tenemos longaniza, no sabemos lo que es, pero para merendar tenemos té.

-¡Estos niños son idiotas perdidos!, -gritó enfadada la bruja. No podía comprender que no tuvieran longaniza para merendar y que ni siquiera supieran lo que es. -¡Pero qué les enseñan en el colegio!

Indignada, Picotera se dispuso a salir de casa e ir ella misma a comprar longaniza para merendar, en pleno Londres... Un plan tan disparatado como ella misma.

Cuando iba a salir, vio que empezaba a llover, así que escogió en el paragüero (que por cierto se llamaba PAT) el paraguas más extraño. Nada más salir de casa lo abrió y ¡salió disparada volando! Picotera se agarraba con todas sus fuerzas al paraguas y éste surcaba los cielos a toda velocidad.

Picotera volaba despatarrada, su vestido de bruja se le había subido con el aire a la cabeza y en tierra todos veían nuevamente las bragas de la terrible bruja. Gritaba por el aire mientras trataba de adecentar su vestido y precisamente con éste se quedó enganchada en la veleta de una casa. Los niños reían al verla y ella gritaba y echaba maleficios. Fue un espectáculo de lo más grotesco. Nada más que pudo desengancharse el vestido, siguió volando con su paraguas a toda velocidad y pudo salir del libro.

Picotera escarmentó y quiso volver a su cuento original "Ratonchi salva la Navidad". Desde ese día, la malvada bruja cogió fobia a los paraguas, odiándolos casi tanto como a Ratonchi...

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