"El mapa es tan antiguo como la palabra y el oficio de geógrafo, que también recibió el nombre de cartógrafo, cosmógrafo, piloto, navegante o explorador, es una de las profesiones más antiguas del mundo. En la pared de Tito Bustillo pintó unos trazos; unos dicen que es la representación de la planta de la cueva y otros el perfil de la costa Cantábrica", señala Fermín Rodríguez Gutiérrez, director del Centro de Servicios Universitarios de Avilés, con motivo de la clausura de la exposición "Mapas Medievales y del Renacimiento".

La muestra, propiedad de la Fundación Valdés Salas, recibió en las dependencias universitarias de La Ferrería la visita de 1.139 personas, tanto a título individual como en grupos, que estuvieron guiados por el propio Fermín Rodríguez, catedrático de Geografía, o José Antonio Gutiérrez, profesor de Geomática de la Escuela Politécnica de Mieres, acompañado de Pelayo González-Pumariega, profesor de Cartografía.

Los mapas se presentaron en el marco de un ciclo de conferencias sobre la aventura de conocer y la muestra constó de reprografías de piezas originales enmarcadas entre los siglos VIII y el fallecimiento del patrón de la Universidad de Oviedo, en 1568. "Ha sido una exposición brillante que el no iniciado en la materia pudo ver como una obra de arte dada la decoración de los mapas, como una apuesta estética, para conocer el avance del conocimiento, o como una reflexión en cuanto a que los mapas eran producto de la simbiosis entre el conocimiento y la aventura", indica Rodríguez Gutiérrez.

Ha estado estructurada en cuatro apartados. El primero comprende del siglo VIII hasta principios del XII y muestra una cartografía de origen eclesiástico, la que se producía en las escuelas catedralicias y en los monasterios. "Sus características son el lujo, la pulcritud y la minuciosidad. Son auténticas obras de arte que no reflejan un conocimiento científico, pero parece que tienen chispazos de un saber anterior que se perdió, que ellos no comprenden muy bien pero que lo plasman ahí", comenta el director de Servicios Universitarios para situar en este periodo a los mapamundi de los beatos (de Girona y de Saint-Sever).

El segundo periodo comprende desde principios del siglo XII hasta finales del XIII y se caracteriza por el influjo de clásicos árabes y griegos. En este ciclo destaca la Tabula Rogeriana de Muhammad Al-Idrisi (árabe nacido en Ceuta y educado en Córdoba) y el mapamundi de la catedral de Hereford, al oeste de Inglaterra. Mezcla ciudades con hechos bíblicos, animales y plantas, personajes y escenas de la mitología clásica. En 2007, fue incluido en el Registro de la Memoria del Mundo de la Unesco.

Un tercer ciclo abarca desde principios del siglo XIV hasta mediados del XV, periodo de transición entre la Edad Media y el Renacimiento. En este momento, los mapas incorporan características de los periodos anteriores. Claro ejemplo de este tiempo es el atlas catalán de Cresques, "máximo exponente de los portulanos. Es como una gran enciclopedia visual, con textos e imágenes destinados a captar la realidad geográfica, histórica, cosmográfica y humana", manifiesta el geógrafo para, seguidamente, situar la cuarta etapa de la exposición entre finales del siglo XV y el siglo XVI, periodo de desarrollo de las exploraciones y de los mapas. El máximo ejemplo es la Carta de Juan de la Cosa, el mapa de Diego Ribero o el mapamundi de Comocio.

Fermín Rodríguez resalta el realizado por de Juan de la Cosa, datado en 1500, al ser considerado el primer mapa en el que aparece el nuevo mundo y el primer padrón real. Su autor, marino de Santoña, armador, capitán y propietario de la nao Santa María, "fue contratado y acompañó a Colón en su primer viaje como maestre de su propio barco. También fue en el segundo", explica para concluir calificando los trabajos expuestos como "auténticos libros que nacen por deseo de fijar el conocimiento espacial; son el producto de la colonización de la tierra por el hombre, que tiene un sentido de pertenencia".