El colectivo ecologista de Avilés ha denunciado ante la Consejería de Medio Ambiente un pico de benceno de 38 microgramos por metro cúbico en la estación urbana de Llaranes. El límite horario permitido por el Principado a las baterías de coque es de 33 microgramos por metro cúbico. El registro de este contaminante cancerígeno fue de 9 microgramos de media en las últimas 24 horas. La normativa española permite hasta 5 microgramos de media anual, mientras que la Organización Mundial de la Salud lo rebaja a 1,7.

"Los datos que facilitamos son los que facilita el Gobierno de Asturias en su web, de acuerdo a su obligación de comunicación diaria de contaminación atmosférica y calidad del aire, cosa que no hace con las estaciones privadas que de forma intencionada ya que el Principado no facilita los datos en continuo de las estaciones privadas monitorizadas porque suelen ser peores datos que las de las públicas y eso que están escondidas", criticó el portavoz del colectivo, Fructuoso Pontigo.

En el año 2016 las baterías de coque de Avilés contaminaron un 36% de benceno más que el pasado año, según el colectivo ecologista, que critica que pese a ello "se las deja seguir contaminando si control todavía mucho más, durante el tiempo que quieran y como quieran". Por eso confían que con este incumplimiento se tomen medidas.

La Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) incluye el benceno en la lista de carcinógenos para los humanos. Diversos estudios lo asocian al cáncer de la sangre (leucemia). Además la exposición a una pequeña cantidad de benceno puede causar desórdenes temporales del sistema nervioso, depresión del sistema inmunológico y anemia. Una breve exposición afecta inclusive la piel, ojos e irritación del tracto respiratorio, dolor de cabeza, irritación del estómago, somnolencia y mareo. Los altos niveles a la exposición pueden dar como resultado la aceleración de los latidos del corazón, hemorragias excesivas, temblores, vómitos, pérdida de la consciencia y muerte. El benceno puede causar efectos dañinos en la médula de los huesos, y puede causar un decremento en las células rojas de la sangre conduciendo a la mielofibrosis y el síndrome mielodisplástico, según el relato de secuelas que defiende el colectivo ecologista.