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El metal, locomotora de la economía comarcal

La fábrica de los colosos de acero

Los trescientos trabajadores de Idesa construyen piezas de "gran complejidad" y tamaño asombroso para poder competir con los líderes mundiales de un sector en auge

Todo empieza con el intercambio de correos electrónicos con un cliente potencial, apenas 400 insignificantes kilobytes de flujo de información que, debidamente procesada, planificada y transformada en el taller acabarán materializados en gigantescas piezas de acero para refinerías, parques eólicos marinos o complejos energéticos. Piezas como la que el pasado mes de enero zarparon del puerto de Avilés con rumbo a Perú y entre las que se hallaba la mayor nunca embarcada en los muelles avilesinos, una construcción colosal de 73,6 metros de largo con un peso de 586 toneladas. Detrás de ese y otros hitos de la calderería pesada asturiana está la firma Idesa, radicada a caballo entre Gijón y Avilés, desde 2014 propiedad del Grupo Daniel Alonso y en su época fundacional (1993) paradigma de cómo la unión puede hacer la fuerza: la empresa surgió como asociación de una docena de talleres en lo que supuso un raro y exitoso ejemplo de política cooperativa en una región más proclive a que cada cual haga la guerra por su cuenta.

"Fruto de un trabajo de muchos años, nuestra marca goza de prestigio internacional; estamos en las agendas de las más importantes ingenierías mundiales, que son las que nos encargan proyectos que, a su vez, demandan las industrias de los sectores energético: petroleras, gasistas, eólicas, eléctricas...", explica a modo de presentación el director general de Idesa, el avilesino Víctor Martínez Pérez, cuando recibe a LA NUEVA ESPAÑA con el objetivo de analizar las claves que han llevado a esta calderería pesada asturiana de 300 trabajadores a moverse como pez en el agua en los más exigentes mercados de bienes de equipo del mundo.

"Dado que nuestra competencia es numerosa, dura y global -la tenemos tanto a la puerta de casa como en el sudeste asiático (malayos, chinos, indios, coreanos...)- hemos optado por una estrategia de diferenciación basada en aceptar los encargos más complejos, los que entrañan mayores dificultades técnicas; es decir, dado que es muy difícil competir en costes aportamos como valor añadido un estándar de calidad al que no todos los fabricantes pueden llegar", explica el máximo responsable de la empresa, que en este momentos tiene entre manos más de una docena de pedidos.

En Idesa suelen decir que son una "sastrería" que confecciona trajes a la medida del cliente; eso sí, con paños de "tela" de hasta 18 centímetros de espesor y hasta 27 toneladas de peso por unidad. Y el símil no es malo. Hecho el encargo, el departamento de ingeniería y diseño -a semejanza de los modistos- esboza la forma que tendrá la pieza, ya sea ésta una columna de vacío (usadas parta destilar petróleo), un intercambiador de calor o una fundación marina (una parte del soporte a donde se anclan los aerogeneradores marinos). El único límite para aceptar encargos es la dimensión que vaya a tener el ingenio, pues debe coger dentro de los talleres donde tomará forma, aunque en ocasiones ni eso es un obstáculo. "Intentamos que nada nos arredre: ni la complejidad técnica, ni el uso de diferentes tipos de acero, ni las exigencias de calidad de la soldadura", asegura Víctor Martínez.

Como un ballet con la coreografía bien aprendida, delineantes, ingenieros, economistas y matemáticos planifican las acciones a seguir para hacer realidad cada proyecto encargado, siempre con un jefe a la cabeza del equipo, la persona que tiene la visión global, desde qué tipo y cuánto acero habrá que comprar hasta la logística del envío al punto de destino de la pieza a fabricar.

Hecha la ingeniería de detalle -que puede tardar hasta ocho meses, según lo complejo del encargo-, llega el momento de hacer los planos. El cliente debe visarlos. Vuelve a entrar en acción el siempre útil correo electrónico, gracias al cual Asturias está a diez segundos de Houston, París o Abu Dhabi. Cuando todo está OK se lanza la orden de fabricación. Es el momento del músculo; atrás queda el trabajo de la materia gris.

La chapa de acero en bruto, parte de ella comprada a Arcelor, se bisela, corta, taladra, curva y conforma según las necesidades para posteriormente "coser" los diferentes trozos y armar la pieza deseada. El personal de Idesa maneja con soltura hasta seis tipos de soldadura, desde la tradicional de electrodo a la vanguardista tecnología de recargue con TIG automático. "Depende de la propiedad deseada que queramos conferir al acero se usa uno u otro: suele ser una combinación de resistencia, tenacidad, estanqueidad, y resistencia a la corrosión...", explica el director.

Los hombres que sueldan asemejan hormigas en las gigantescas naves del PEPA abarrotadas de secciones metálicas inconexas y a cual más llamativa por su forma, tamaño o peso. No obstante, la tolerancia de calidad de cada obra se medirá en milímetros y las soldaduras serán escrutadas con ensayos no destructivos; hay un curioso contraste entre la brutalidad de la materia prima empleada y la minuciosidad que se exige a la hora de evaluar el resultado final. La foto final de cada proyecto es un recordatorio de lo que es capaz de crear el hombre cuando se lo propone: colosos de acero a cuyos pies una persona parece apenas una mota de polvo.

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