Un millar de valientes se enfrentaron ayer a cerca de 8 kilómetros de carrera con más de una treintena de obstáculos, una prueba, la Storm Race Brown Bears, que está pensada para todo el mundo, pese a lo complicado que parece desde fuera. Los atletas subieron paredes, pasaron por alambradas, arrastraron ruedas de camión, se enfrentaron al agua y hasta el fuego, entre otros muchos elementos, pero terminaron con la satisfacción de haber superado un reto. Los que consiguieron terminar la prueba, lo hicieron nada menos que el "Picu Urriellu". Así es como se llamaba una pared de casi cuatro metros de alto franqueada por fuego, con el apoyo de un grupo de gaiteros que animaron a los participantes para pasar ese último escollo.

Los organizadores pensaron en todos, en los corredores aficionados y en los de élite. Así, en la primera prueba se podían ver matrimonios, grupos de amigos, grupos de amigas, veteranos, jóvenes... La prueba popular fue multitudinaria. Los participantes se fueron encontrando sorpresas a lo largo de todo el recorrido, que partía de la plaza Corvera hacia Los Campos para luego tomar el camino para dar la vuelta al embalse de Trasona y regresar de nuevo por Los Campos hasta la plaza, más conocida como el prao de la fiesta. El lugar hizo honor a su nombre, porque amigos y familiares esperaron en él para celebrar con los participantes su hazaña y convertir el día en una fiesta del deporte. Beatriz López y Alejandro Santiago del Río fueron los primeros en cruzar la meta.

Después fue el turno de los élite. Con unas normas un poco más estrictas a la hora de pasar por los obstáculos, los corredores con más experiencia afrontaron el recorrido con otros objetivos, pero las mismas ganas que sus predecesores. Chantal Presas y Josué Argüelles ganaron en la categoría individual; la pareja formada por Martín y Fran Cuervo y en masculino, Noelia Boutureira y Andrea Hernández, en femenino, y Fátima Santos y Miguel Mejías en mixto hicieron lo propio en sus categorías y el equipo vencedor fue el Club Bunkai.

Pero lo más importante ocurrió fuera del recorrido. La carrera tenía un fin solidario y los organizadores, a través del dorsal cero, lograron recaudar más de 1.500 euros para ayudar a los alumnos del colegio público de educación especial Latores de Oviedo, que cuentan con una piscina para realizar actividades terapéuticas, muy beneficiosas para sus problemas. Se trata de una instalación cuyo mantenimiento costean los propios padres.