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A dos pasos | Versalles (I)

La urbe que esconde Avilés

Versalles es una ciudad dentro de la ciudad, un barrio que surgió de la fiebre de la industria y que actualmente vive su tercera oleada de inmigración

Versalles tiene un céntrico parque del que se aprovechan niños y mayores, como Ángel Enrique y Tomás Mediavilla, ambos jubilados. MARA VILLAMUZA

Versalles es una ciudad dentro de una ciudad. El nombre de este populoso y multicultural barrio obrero nada tiene que ver con los archiconocidos jardines parisinos, aunque sí guarda relación con una finca de labradío, prado, huerta y jardín que allá por 1951 compraron cuatro socios de Govasa -empresa bilbaína de construcciones- y que se bautizó pomposamente con el nombre de Versalles. Lindaba con la calle de Gutiérrez Herrero. Así lo explicaba el abogado Paco Sánchez en la revista "El Bollo" de 2014, donde hacía alusión también a la fiebre industrializadora y constructiva que sufrió Avilés a mediados del siglo pasado y que transformó la bucólica finca versallesca en lo que ahora es uno de los principales barrios obreros de Avilés con unos 17.000 vecinos.

Y lo que hay hoy son barrios hermanos, unos nacidos en el mismo parto como Versalles propiamente dicho o La Texera, y otros algo más modernos como El Arbolón y Puerta de la Villa. Este intrincado de calles forma desde hace relativamente poco tiempo un eje comercial impulsado por la Unión de Comerciantes y los clientes son personas oriundas de casi cualquier sitio. Ahora Versalles está viviendo la tercera inmigración.

La primera fue la de Pilar Fernández, que llegó muy cría al barrio con sus padres y doce hermanos. Llegó a Avilés desde Antequera, en Málaga. Aquel viaje en tren hasta Asturias perdurará para siempre en su memoria. "Allí vivíamos del campo y aquí había industria así que mi familia decidió buscar una oportunidad laboral", explica, y agrega: "Aunque esto no quiere decir que aquí viviéramos mejor. Allí teníamos tierras, plantábamos".

Fernández hizo su vida en esta ciudad escondida entre Rivero y Los Canapés. "Nos encontramos con una gente estupenda, muchos inmigrantes. Pero ahora todo ha cambiado bastante: nuestra generación está envejecida", dice esta mujer que ya siente más como avilesina que como andaluza.

Otra mujer que lleva toda la vida en Versalles es Dori Coalla, al frente de una frutería que por cosas de costumbres todo el mundo conoce en el barrio como "la tienda de Estelita". Estelita era su madre. "Mis padres estuvieron al frente del negocio 28 años y yo llevo unos 16", puntualiza. Dori Coalla llegó con once años al barrio y ha visto la transformación que ha sufrido en los últimos años. "Antes había muchísimo ambiente. Ahora los jóvenes hacen menos vida en Versalles y muchos mayores se han ido porque la mayoría de los bloques no tienen ascensor", explica.

Ángel Enrique y Tomás Mediavilla coinciden en que la falta de elevadores para evitar las escaleras es un lastre para el barrio. "Los cuartos y los quintos se están quedando vacíos porque nadie quiere vivir en ellos y los que vienen a veces no son vecinos modélicos", expresan al tiempo que muestran algunos desperfectos del barrio, como los socavones existentes en los jardines interiores de algunos bloques que comparan con "caminos de carros". La presidenta de la asociación de vecinos "Marcos del Torniello" de Versalles, Lici Alonso, confía en las subvenciones para la regeneración del barrio y que estas ayudas vayan precisamente encaminadas a la colocación de ascensores. "Muchas personas no pueden salir de sus casas, somos conscientes. Por eso desde la asociación estamos sensibilizados con este asunto, hemos contactado con el Ayuntamiento y ya se han hecho proyectos para la instalación de ascensores en algunas comunidades", explica Alonso, que es la voz de unos 1.300 vecinos asociados.

De aquellos emigrantes nacionales que llegaron a Versalles en pleno calentón fabril quedan pocos. Muchos se han trasladado a otros barrios de Avilés y otros tantos han regresado a sus puntos de partida. "El problema de Asturias, no solo de Avilés, es que mucha gente que hizo dinero en esta región se ha ido a disfrutar de sus pensiones a otras tierras y aquí no deja nada", señala al respecto una vecina. Marcelino Serrano, pescadero que hoy cumple 36 años al frente de su negocio, apunta otros cambios en el barrio. "Antes no había ningún bajo comercial libre y ahora hay muchos cerrados. Antes de esta última crisis era fácil recibir ofertas aún con el negocio abierto, y ahora eso es un sueño", recalca.

Lici Alonso es consciente de lo que subrayan sus paisanos. Pero como la mayoría de vecinos de Versalles está esperanzada por el beneficio que puedan aportar al barrio los conocidos como fondos Dusi, unos dineros procedentes de Europa que el Ayuntamiento de Avilés prevé invertir en Versalles y también en La Luz. Los lugareños confían en que esta partida sirva para potenciar el autoempleo entre la población joven. "Habrá ayudas al alquiler y ayudas dirigidas a los jóvenes y el emprendimiento. Ahora es cierto que hay muchos locales vacíos, algo que se nota más que en los bares en otro tipo de negocios como tiendas de ropa o calzado. Hasta hace pocos años a los de Versalles no nos hacía falta salir del barrio para hacer las compras, aunque en esto tal vez esté influyendo la cultura que hemos creado a favor de las grandes superficies", explica la presidenta de la asociación de vecinos.

Aunque los bajos sin actividad comercial son muchos también hay emprendedores como Juana María García Majada que hace poco tiempo se lanzaron a la piscina empresarial en Versalles. Majada abrió el bar "El Pantalán" hace un año. Y está contenta. De emprendimiento saben mucho en este barrio obrero donde, entre otros servicios, tienen el vivero de empresas de La Curtidora a la puerta de casa. Y aunque hay vecinos que se han ido de Versalles, el barrio siempre tiende la mano a los de fuera. Como Andrea Sanjuán, que llegó a Versalles hace seis años de Cerillero (Gijón). "Aquí hay de todo y se puede ir caminando a cualquier sitio, incluso al centro de Avilés", manifiesta esta joven que tiene un crío de 18 meses, Germán Ruiz, con el que cada día juega en el parque infantil algo descuidado del barrio. "Lo que peor llevo es la contaminación", apunta. Pero por lo demás está contenta. Otros nuevos vecinos se instalaron recientemente en La Grandiella, que aunque podría enmarcarse en La Magdalena también está dentro del ámbito de actuación de la asociación de vecinos "Marcos del Torniello".

Y este colectivo es el que tiene buena parte de culpa de que en Versalles se pueda hacer vida en la calle. "Intentamos cubrir las necesidades que nos demandan los vecinos", dice Lici Alonso. El colectivo promueve un total de 23 actividades que van desde kárate a exitosos cursos de hipopresivos, clases de sevillanas, talleres de cocina rumana, lecciones de árabe para niños€ El cartel de propuestas da buena cuenta de lo que es Versalles: la pequeña ciudad que esconde Avilés, una ciudad que tiene las fiestas en honor a la Santina pendientes de un hilo. Y no por los polémicos pagos a la Sociedad General de Autores (SGAE), asegura Alonso, sino por falta de manos que colaboren en la organización de los festejos. Por eso la presidenta de "Marcos del Torniello" lanza desde aquí una propuesta: "Si de aquí a mayo se incorporan cuatro o cinco personas dispuestas a ayudar, tiramos adelante con los festejos". Queda dicho.

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