La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Un año con Ratonchi y compañía (y II)

El banquete de los personajes de los cuentos de LA NUEVA ESPAÑA con motivo del primer aniversario de la sección

Los alumnos del Santo Ángel, la semana pasada, leyendo relatos con los personajes de LA NUEVA ESPAÑA de Avilés. MARA VILLAMUZA

Hola amigos, el miércoles pasado había comenzado el banquete de celebración de nuestro primer aniversario de la sección de cuentos.

Los personajes de los cuentos fueron accediendo al gran salón donde la velada estaba amenizada por la melodía del mejor violín del mundo, Domisol.

Pero mientras todos comían algo ocurrió, se escuchó una voz...

-Haz el favor de portarte bien,- dijo la mamá.

-No me gusta este gato, tiene un bigote muy feo -contestó el pequeño.

-¿Y qué?, -respondió la madre. Como sigas protestando me voy a enfadar.

-¡Jope! ¡es que el bigote pincha y su lengua es áspera! Y además me hace cosquillas, -replicó el hijo.

-Cállate, que ahora te va a tocar -contestó la madre en voz baja.

Se hizo el silencio. Solo se escuchaba el ruido de un tenedor toquetear el plato mientras pinchaba la comida y, por supuesto, a Picotera engullir la comida. Gatoleón dirigía rápidamente el tenedor del plato a la boca y comía a una tremenda velocidad, como si no hubiera mañana.

-Me estoy mareandoooo, -dijo Chinchín.

Y llegados a este punto algunos lo recordarán por sus pasadas aventuras y otros se preguntarán ¿quién es Chinchín?

Pues, ¿cómo describirlo? Es alto, esbelto, tiene una figura muy bien esculpida. Su mamá dice que es un poco protestón, pero él lo niega. Se caracteriza sobre todo por ser tremendamente brillante en todo, en los estudios y en su cuerpo, y digo "en su cuerpo" porque Chinchín es un precioso y elegante tenedor, es el favorito de Ratonchi.

Su mamá es la señora cuchara y su papá el señor cuchillo. A Chinchín le encanta cuando llega la hora de la comida. Se divierte mucho pinchando los alimentos y llevándolos a la boca de Ratonchi y de toda su familia. Le hace gracia verles la lengua. Pero lo que más le chifla es la hora de la merienda. Sobre todo si hay tortitas con chocolate.

Pero Chinchín también tiene su carácter y no le gustan los hombres ni los animales con bigote. Le hacen demasiadas cosquillas y le pinchan.

En la fiesta Gatoleón había tenido mucha suerte, pues entre todos los cubiertos de la vajilla le había tocado Chinchín. Sin embargo nuestro amigo pensaba todo lo contrario. Creía que ese no sería un buen día.

Por suerte para él, Gatoleón pasó rápido al postre. Este era el momento en el que actuaba su mamá, la señora cuchara y su hermanita la cucharilla del café.

Chinchín refunfuñaba solo:

-Estas cosas solo me pasan a mí. Soy un cubierto desafortunado. Y además ¿por qué se nos llama "cubiertos"? ¿Es que estamos cubiertos de algo? ¡Cubierto de polvo me voy a quedar puesto que me encerraré en el cajón y no saldré en doscientos años!

-Sschhhh, cállate o te oirán, Chinchín, -le dijo con voz bajita su hermana.

-¡Pues que me oigan! ¡estoy harto! -Nuestro amigo continuaba su desdichado diálogo cuando de pronto escuchó cómo alguien le llamaba sigilosamente...

-Oye tú, deja de quejarte, -dijo una voz.

Nuestro amigo tenedor se dio media vuelta, miró a su alrededor unos instantes y no pudo saber quién le hablaba.

-Aquí, mira aquí.

Entonces Chinchín comprendió que quién le hablaba era el mantel. No habían charlado nunca, solo se conocían de vista, pero parece ser que había llegado el momento.

-Deja de quejarte, te repito; no tienes motivos.

-¿Que no tengo motivos? ¡Vaya si los tengo! -reprochó nuestro amigo.

-¿Ah sí? Pues dime cuales. Contestó el mantel.

-Estoy cansado de decir que no me gustan los bigotes, ¡que me pinchaaaaan! decía muy enfadado Chinchín.

-Maravilloso... verdaderamente maravilloso que te quejes por un indefenso bigote. ¿Entonces yo, no debería quejarme más?

-¿Tú? Si eres un mantel muy elegante, no tienes motivos.

-Mira enano, -dijo el mantel. -A mí todos los días me ensucian de comida, por no hablar de los niños que en vez de usar sus servilletas se limpian en un borde de mi tela. También acabo a diario lleno de migas de pan, y esas sí que pican y mucho. Y lo que más rabia me da, es que tras las comidas, cuando la gente decide leer el periódico, o jugar a las cartas, siempre en esos momentos interesantes hay alguien que dice "venga, aparta el mantel" y ya nadie se acuerda de mí. Y todo esto sin hablar del momento en el que me ponen encima los platos hirviendo, ¡imperdonable!. A ti, sin embargo, después de lavarte te pasan un paño cuidadosamente para que brilles. A mí me sacuden por la ventana... -concluyó el mantel.

Chinchín escuchaba atentamente. Su semblante había cambiado, se había entristecido. Tenía razón, pobre señor mantel. Nuestro amigo tenedor se sintió mal. Se había estado quejando por cosas sin importancia, cuando a su lado había amigos que lo pasaban peor.

-Por favor señor mantel, no se enfade conmigo. Le prometo que a partir de ahora me encargaré personalmente de que nadie lo aparte tras las comidas, de que se limpien las migas de pan y de que alguien traiga un salvamanteles para evitar que se queme. Perdóneme por favor, he sido un tonto.

-No te preocupes pequeño, es mi trabajo, -dijo el mantel.

-Pues le prometo que a partir de ahora se lo haremos todo más fácil. Cuente con mi ayuda y con la de mi familia.

El mantel se puso muy feliz. Lo cierto es que a partir de ese día, Chinchín no volvió a protestar nunca más por los bigotes, y se encargó personalmente de que a su nuevo amigo no le faltase de nada. Ayudando unos a otros la vida era más fácil.

Compartir el artículo

stats