"Volver a la Luna, viajar a Marte es sólo cuestión de tiempo. Cuando encontremos la necesidad, aparecerá el dinero", aseguró ayer en el Centro Niemeyer el cosmonauta Yury Usachov: 553 días en el espacio, cuatro viajes más allá "de la atmósfera protectora", tal y como señaló Carlos Cuadros, el director del complejo cultural de la ría, que acogió ayer la charla del Héroe de la Federación Rusa, ingeniero aeroespacial, explorador sideral. Usachov llegó a Avilés de la mano del Centro Ruso de Ciencia y Cultural y del Planetario de Madrid. Telmo Fernández, su subdirector, aseguró: "Hay cinco tipos de personas: los que no vuelan, los que vuelan, los que traspasan la atmósfera, los que llegan a la estación espacial Internacional y los que pisaron la Luna. Usachov es del cuarto tipo", apuntó.

Usachov centró su charla en sus experiencias personales más allá del mundo, con la ayuda del traductor José Luis Corral. "Los cosmonautas y los astronautas creamos una categoría humana distinta: en el espacio no somos colegas, no somos amigos, somos más que familia", apuntó. Y es natural: "En el espacio no sientes miedo, lo que sientes es un aumento en la concentración, no puedes dejar de pensar en la enorme responsabilidad que tienes", destacó. Lo que se vive más allá de la atmósfera. "Tras aterrizar estaba en el metro de Moscú. Contemplaba a la gente que tenía a mi alrededor. Sentí la necesidad de decir a todos ellos lo mucho que les quería. Estoy convencido de que esta sensación vino precisamente por los vuelos espaciales. Los amaba como gente cercana", confesó.

El cosmonauta se manifestó con humor: "Nos llevan al cohete en un autobús. No sé por qué, pero antes de subir a bordo firmamos la rueda del autobús. Quizá así quitamos hierro a lo que tenemos entre manos". ¿Qué se hace con la rueda? "No lo sé, lo único que quieres es que acabe todo: el entrenamiento es muy duro. En los dos últimos meses has tenido a un montón de gente tratando de meterte en la cabeza un montón de consejos. Los tienes todos los unos encima de los otros. No te acuerdas de nada, pero cuando empiezan los motores a sonar, como el cohete se pilota solo, únicamente tienes que hacer una cosa: relajarte. Según llegas al espacio empiezas acordarte de lo que te han enseñado y es entonces cuando sientes esa alta responsabilidad", aseguró.

Estuvo en cuatro ocasiones en el espacio. Fue uno de los habitantes de la Estación Espacial Internacional. "Lo que echas de menos cuando estás allí es a tu mujer, el plato que te gustaría ver cocinado, pero sobre todo, los fenómenos meteorológicos. En la Estación hay un verano eterno", reconoció. "Lo primero en que piensas cuando aterrizas es en abrazar a la familia", amplió.

Estar en el espacio, sin gravedad, tiene efectos secundarios: "Llegamos a la estación, la tripulación anterior estaba explicando cómo estaban las cosas, pero yo no podía entender lo que me estaban diciendo. Escuchaba en mi cabeza un diálogo tan real como este que estamos llevando a cabo. Era un hombre en un almacén y un cliente. Lo escuchaba perfectamente. Aclaro que cuando subimos nos someten a exámenes médicos exhaustivos. No encontré una explicación a eso que me pasó: quizá fuera que la sangre, en situación de ingravidez, me jugaba malas pasadas".

Nada de fenómenos extraños, sólo responsabilidad. "Nosotros estamos mucho tiempo fuera, pero Gagarin, que estuvo poco tiempo, corrió más peligro que nosotros: no sabía qué había arriba. Ahora empezamos a saberlo", añadió el cosmonauta, partidario absoluto de la colaboración internacional para conquistar el cielo. "Hay una broma en mi país: te pasas un año fuera para que cuando llegues te nombren Héroe", explicó el cosmonauta ruso que no se ve, sin embargo, como héroe cinematográfico. "Es muy difícil hacer una película del espacio", aseguró. La que le gustó, sin embargo, fue "Apollo 13".