Rebeca Calvo y Lucía Alvariño mostraban ayer por la tarde sus bolsillos llenos de caramelos. Era la evidencia de que fueron espectadoras del segundo desfile del Bollo; y de que se lo pasaron en grande. Lo que más les gustó, aseguraron, fueron las carrozas. Y la que más, la de la xana con ojos de princesa manga que llevaba el emblema de la Cofradía del Bollo. El pasacalles fue seguido por una multitud, que disfrutó del buen tiempo, de la música y de las golosinas. Porque de eso se trata: de un dulce arrojado al viento, una serpentina que se deshace con brío, una sonrisa ilusionada desde lo alto de las carrozas... Y gritos de "guapos" a los niños y niñas que reinan.

La ilusión comenzó puntual. Tanto, que sorprendió a muchos espectadores, todavía remolones tras la multitudinaria sobremesa de la Comida en la Calle. Para empezar, un tren sin raíles, gigantes y cabezudos, y los aires del campo con la carroza del Ayuntamiento de Illas, gallo y gallinas incluidas. Unos puestos más allá, la charanga avilesina "Menudos Notas" metió a los espectadores en la cápsula del tiempo, para recordarles aquel "Tractor amarillo" que se lleva ahora, que "Zapato Veloz" convirtió en himno de un verano.

Entre grupo y grupo de música, tradicional o de charanga, carroza: xanas y trasgus en la de Marcos del Torniello, hazañas deportivas en la de La Luz, dibujos animados en la del Quirinal, un parque infantil en la de Pedro Menéndez... Así se fueron sucediendo las creaciones de los artesanos avilesinos, pobladas por decenas de niños vestidos de fieltro rojo y negro, medias caladas, blusa blanca y cestas de caramelos. Las últimas fueron las de las candidatas a xana y xanina, y la de las reinas de las fiestas, que con el desfile de ayer pusieron punto y final a su reinado.

"Son unas fiestas muy importantes para Avilés", aseguraba, guarecida bajo un soportal, Ana González, al lado de la pista de la Exposición. Y añadía: "Empezamos con las procesiones, y ahora la Pascua florida, que en Avilés vivimos de forma especial, incluido este año el récord Guiness. Las carrozas fueron fantásticas y el tiempo colaboró". "Avilés está a tope, estamos muy contentos", concluía.

Nada más cerrar el desfile, a renglón seguido y sin un minuto de transición, llegaron las máquinas de la limpieza. Los confetis y las serpentinas de papel se arremolinaron en la calzada hasta desaparecer tragados por las fauces inclementes. Los niños quisieron ir al parque a seguir la fiesta, y a los que no les dejaron ir les entró la llantina. Vuelta brusca y ruidosa a la realidad después de tres cuartos de hora de música e ilusión.