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JULIO RODRÍGUEZ | Novelista, presentó en Avilés "Una mala racha"

"La familia puede llegar a ser el infierno más ardiente"

"El protagonista de mi obra está muy amargado, le tendría más por un conocido que por un buen amigo"

Julio Rodríguez. MARA VILLAMUZA

El escritor Julio Rodríguez (Oviedo, 1971) presentó ayer en Avilés su última novela: "Una mala racha" (Menoscuarto, 2016). Rodríguez conversa con LA NUEVA ESPAÑA minutos antes de salir al "escenario" del Centro de Servicios Universitarios.

-¿La familia es un infierno?

-No siempre, no siempre. En mi caso no, pero en otros mucho. Sucede que cuando la familia se convierte en un infierno es de los más ardientes.

-Se lo decía por Gregorio Caballero, su último protagonista.

-Lo que le pasa es que llega al infierno desde otro infierno mayor. Gregorio no es que tenga una buena vida ni, por supuesto, que a la que regresa sea la leche.

-Esto de los regresos, ¿no es más cosa del cine americano?

-No lo creo. Ahí está el "vuelve a casa por Navidad". Mis hermanas viven en Madrid y cuántos se han ido a buscarse la vida a Alemania... Todos esos al final regresan. Lo escribí en no sé dónde: hay millones de destinos, pero sólo un punto de partida. Eso es lo bueno, ¿no le parece?

-Puede ser, pero vamos a hablar del pueblo al que vuelve: Santa Marina.

-Es un pueblo marinero inventado: un Macondo autóctono. Tiene mucho de Luanco, donde veraneé cuando era chaval, pero también de la bahía de Ribadeo. En Santa Marina hay un astillero como el de Figueras. También aparece la playa del Silencio, que está en Cudillero. O sea, una mezcla de pueblos más que nada para poder volver sin problema a ellos y no me echen a gorrazos.

-Un pueblo sincrético que dirían los filólogos.

-Sí, es una buena definición.

-¿Cómo estalla la necesidad de contar esta novela?

-Conozco a un tipo mayor incluso que el protagonista de "Una mala racha". A los sesenta y tantos se tiene que hacer cargo de una familiar de noventa y algo que está en sus antípodas ideológicas. La tiene que cuidar no porque la quiera, sólo porque es de la familia. A eso se suman sus propios achaques: la próstata y esas cosas. Luego vino lo de que fuera un escritor de libros de autoayuda y de divulgación.

- Su relación con la metaliteratura viene de lejos.

-Cuando hago una charla hago metacharlas: les cuento de lo que debería hablar y todo eso. Así que cuando hago literatura, hago metaliteratura. No lo puedo evitar. Mezclo el mundo real con el que viene de mis lecturas. La literatura no deja de ser una diversión, así la metaliteratura es la guinda.

- De repente, detiene la narración y mete una receta de arroz con leche o una muerte asombrosa.

-Forman parte de los libros que escribe Gregorio Caballero. Los introduzco a modo de parodia. Si rompen la historia lo hacen poco tiempo: el relato vuelve a su seno de inmediato.

- Y la receta. ¿La hizo?

-La receta se la pedí a la tía de mi mujer. Me dijo que no había entendido nada, que me faltaban no sé cuántos ingredientes. Así que no, no he hecho el arroz con leche, pero animo a los lectores de "Una mala racha" que se pongan a ello de inmediato. Y que no me la den a probar. ¿Sabes? Cocinar tiene mucho que ver con la literatura: tienes que probar muchas veces hasta que te salga perfecto.

- Le pierde la poesía.

-¿Por qué lo dice?

- Porque le sale un poema de pelar patatas.

-Mi poesía es como de andar por casa y en casa pelo más patatas que subo ochomiles, así que mis poemas van de eso. Uno de mis libros se llama "Doméstica".

- ¿Le cae bien su criatura?

-Le veo muy amargado, pero estoy convencido que con un par de copas seguro que dice algo divertido. En el fondo es lo que nos pasa a todos. A mi protagonista le tendría más por conocido que por buen amigo.

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