La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Contar nuestra historia: 40 años de un hallazgo

La primera campaña de excavación arqueológica en la ensenada de Bañugues

Zona de excavaciones en Bañugues. RICARDO SOLÍS

El año que transcurre nos debe llevar a recordar un hito importante para la investigación arqueológica en el concejo de Gozón, la comarca de Avilés y el conjunto de la historiografía asturiana. Es el aniversario de un hallazgo arqueológico que está pasando inadvertido. Esta Semana Santa se cumplió cuatro décadas del hallazgo y confirmación por medio de la investigación arqueológica del conjunto arqueológico de Bañugues (Gozón). La ensenada alberga un yacimiento sin el cual no tendríamos formado gran parte del discurso sobre la Prehistoria en Asturias y toda la fachada costera cantábrica. Y, sin embargo, la riqueza de información no se ha agotado. Sigue ahí esperando que surja el momento propicio. Este espacio arqueológico nos ofrecerá en el futuro muchos más datos sobre el primer milenio (mundo antiguo y tardoantiguo), el periodo medieval e incluso también sobre los procesos de erosión costeros.

Pero hoy hablamos de un aniversario que estamos obligados a recordar. Durante la Semana Santa de 1977 un grupo de arqueólogos y entusiastas de la Historia y la Prehistoria desarrollaron la primera campaña de excavación arqueológica en la ensenada de Bañugues. No era la primera investigación de campo propiamente dicha, ya que algunos historiadores indagaron, prospectaron o publicaron sobre Bañugues con anterioridad: Domingo Caramés, José Manuel González, Manuel Mayo, Manuel Hoyos, Jesús Jordá, etc. Pero sí que fue la primera experiencia realizada con metodología arqueológica. Y es que se intuía, desde hacía décadas, el enorme potencial y la riqueza del aquel yacimiento. Aquella pequeña bahía reunía unas condiciones excepcionales para albergar un extraordinario conjunto arqueológico. Y así fue.

Si queremos tratar de comprender la verdadera importancia de aquel hallazgo, debemos sumergirnos en el contexto de la época. De aquellos días. Han pasado cuarenta años y esto se percibe en muchos aspectos. Hablar de 1977 es hablar de Historia de España. Recién salidos de la dictadura, ese invierno se había aprobado la ley para la Reforma Política, es decir, el comienzo de la desconexión con el Franquismo, aunque, sin embargo, no se celebraron elecciones hasta junio de ese mismo año. Sirva como dato recordar que, en aquella Semana Santa de 1977, ocurrieron hechos tan importantes como la legalización del Partido Comunista. Es decir, inmersos en un reciente proceso de transición a la democracia aún inestable, aquellos hombres y mujeres se pusieron a realizar enormes hoyos entre los maizales y junto a los acantilados. Hablaban de arqueología. Del pasado. De Historia.

Fueron esos días en los que A. Rodríguez Asensio (director del proyecto de cronología prehistórica) y Juana Bellón Ramírez (directora del proyecto para época histórica) dirigieron la campaña de intervención dentro del Plan Nacional de Excavaciones Arqueológicas de 1977. Aquellas excavaciones confirmaron los indicios. La pequeña bahía conservaba numerosos restos de época prehistórica e histórica. Un conjunto de yacimientos de amplia cronología que se iban superponiendo en las terrazas del estuario. La noticia fue publicada por LA NUEVA ESPAÑA el 28 de abril de 1977, que dio cobertura informativa a las investigaciones. Las hipótesis quedaban confirmadas. La investigación del yacimiento prehistórico ha seguido su propio camino de la mano de A. Rodríguez Asensio, y el yacimiento ha sido reconocido como uno de los espacios arqueológicos más significativos de la fachada costera cantábrica. Pero el de época histórica permaneció olvidado.

Hace algunos años, logramos contactar con Juana Bellón tras una larga búsqueda. Juana nos proporcionó amablemente numerosa información y datos sobre su investigación. Sin su inestimable colaboración, los trabajos de investigación posteriores hubieran sido mucho más complicados. Sus datos eran muy precisos y concluyentes, pero habían pasado muchas décadas. En ellos se observan los cambios de la propia arqueología en su metodología y los modelos de trabajo. El equipo realizaba sondeos en cuadrícula con testigos (método establecido por Sir M. Wheeler) puesto que no sería hasta dos años después cuando E.C. Harris (1979) publicara el manual básico que estableció los cimientos de la arqueología contemporánea.

Diario de campo. Pero lo más importante es que nos legó algo que para un arqueólogo es fundamental. Nos proporcionó amablemente su diario de campo. Este hecho aparentemente intrascendente abrió una ventana a dos semanas del mes de abril de 1977. Allí se reflejaba todo. Pero hoy, más allá del arduo trabajo de la excavación, quiero agradecer a Juana sus textos. Sus palabras. Ella nos trasladó a la vida cotidiana de 1977: los problemas del transporte y movilidad del equipo por las carreteras para llegar a Bañugues, la búsqueda de un lugar donde pernoctar, la precariedad laboral sustentada por una inquebrantable motivación y solidaridad entre aquellas personas y, por encima de todo, la ilusión del proceso del descubrimiento. Del hallazgo. Pero yo quiero añadir algo más: ella misma. Su figura. Juana representa aquellos comienzos de la profesión hacia la arqueología profesional. Y, sobre todo, una faceta poco valorada y conocida de nuestra profesión: la mujer en la arqueología. Solo voy a mencionar sus investigaciones y publicaciones: Murias de Paraxuga (Oviedo), Mosaico de Andallón (Las Regueras), La Campa Torres (Gijón) y Bañugues (Gozón).

Una mujer que en 1977 codirigía un proyecto arqueológico en la Asturias rural debe ser reconocida por su valor y su figura. Por lo que representa. Es el espejo, como muchas otras arqueólogas coetáneas, de sus sucesoras y una de aquellas pioneras que deben servir como ejemplo de ruptura con los más que comentados "techos de cristal". Incluso antes de que éstos fueran definidos allá por mediados de los años ochenta. Por eso tiene más valor. Desde aquí nuestro reconocimiento. Efectivamente, muchas cosas han cambiado y otras, sin embargo, apenas lo han hecho.

Lo que no ha cambiado es el entusiasmo de todo aquello que rodea la arqueología. El afán por responder a las preguntas que nos plantea la Historia. Leer en los restos la vida cotidiana de hace cientos y miles de años. Poner rostro e incluso nombre a las mujeres y los hombres que poblaron nuestra tierra. O, lo que es lo mismo: encontrar nuestro rostro. Encontrar nuestros nombres. Contar nuestra Historia.

Compartir el artículo

stats