Asturias cayó en manos de los "nacionales" el 21 de octubre de 1937. Desde esa fecha y hasta el fin de la guerra en abril de 1939 hay contabilizados 69 personas desaparecidas en Carreño y Gozón: casi una treintena fueron fusiladas y después arrojadas al mar, bien desde el Cabo Peñas, bien desde el de San Antonio, en Candás. "Por Peñas tiraron a gozoniegos y avilesinos; en Candás, casi todo candasinos", explica el historiador Pablo Martínez Corral. Entre los muertos del Cabo San Antonio figuran tres hermanos Álvarez Rodríguez, uno de ellos, Manuel, consiguió reponerse y volvió a su casa natal en Prendes, gravemente lesionado tras ser abatido con tres balazos y caer al mar. Un mes más tarde, los falangistas lo detuvieron y fusilaron. "Hubo meses en los que incluso se prohibió pescar en la zona", añade Martínez Corral.

En esa lista figuran también tres cadáveres de mujeres de Candás que serán exhumados este fin de semana en el cementerio de Bañugues por un equipo dirigido por el forense Francisco Etxebarría. Esas tres mujeres formaban parte de un grupo mayor que fue detenido el 2 de junio de 1938. Algunos de los cadáveres de ese grupo nunca regresaron a la costa; los que arribaron fueron trasladados a Bañugues, a Viodo y a Luanco. Las dos últimas fosas están "destrozadas", de ahí que la investigación se haya centrado solo en la de Bañugues. Tras la exhumación, será analizado el ADN de los cuerpos.

El modus operandi era similar a la hora de arrojar los cuerpos al mar. Lo contaba la militante comunista ya desaparecida Peregrina González, la "Pasionaria" de Gozón: "Pasaba el camión de la muerte cargado con hombres y mujeres que eran arrojados al mar, algunos vivos, por un acantilado de unos cien metros de altura y muchos de esos mártires se quedaban colgados en matorrales o piedras salientes hasta que les llegaba la muerte".

En el estudio realizado por la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) sobre la exhumación, los especialistas dejan claro que los cuerpos, tras ser lanzados desde lo alto de los acantilados, "quedaban destrozados". Pablo Martínez Corral lo corrobora y aporta un caso más: el de un hombre que tras los embates del mar y el golpe contra las rocas quedó decapitado. Fue hallado en la playa de Viodo, junto al Cabo Peñas.