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La mansión de los cuentos

Chipiripún y las pelotas saltarinas

El regalo de un rey a los niños de un país para que se divirtieran y el caos que ocasionó esta original idea

Dulce Victoria Pérez Rumoroso, con alumnos del colegio Luisa de Marillac, durante la lectura de cuentos publicados en LA NUEVA ESPAÑA de Avilés. MARA VILLAMUZA

La semana pasada os contaba que "La Mansión de los Cuentos" había viajado a un país muy lejano, en el que el rey era un hombre muy comprometido con los ciudadanos y se preocupaba, sobre todo, de los niños. Pero lo cierto es que era un hombre con ideas más bien alocadas. Descubrió que todos los niños se aburrían y no sabían con qué entretenerse en el país de Chipiripúm y eso no podía ser. Al bondadoso rey, se le ocurrió crear, nada más y nada menos, un castillo de caramelo para que los niños y niñas disfrutasen, pero tanto dulce comieron que los pequeños acabaron con dolor de tripa, por lo que su plan había fracasado, pero no por ello se rendiría.

Mientras el rey paseaba por los jardines de la plaza del pueblo pensando cómo divertir a los niños, vio cómo una pelota llegó rodando hacia sus pies, la miró y la cogió entre sus manos. Levantó la cabeza y vio cómo un niño que caminaba de la mano de su mamá le pidió por favor que se la devolviera. El rey se la devolvió mientras le daba al muchacho, a su paso, un golpecito en la espalda y su sonrisa cada vez era mayor. ¡Había tenido una de sus locas ideas!

El rey se fue rápidamente a llamar a sus ayudantes reales, pues tenía una buena idea para divertir a todos los niños y niñas, así que sus ayudantes tomaron lápiz y papel para poder escribir las ideas que debían llevar a cabo.

-A todos los niños les divierte jugar a la pelota, así que ¡llenaremos el reino de pelotas!, -dijo feliz y sonriente el rey, mientras sus ayudantes se miraban los unos a los otros extrañados.

Así lo hizo nuestro alegre monarca. Mandó sustituir las sillas, las mesas, los bancos del parque... por pelotas. Pensó que a los niños les resultaría muy divertido sentarse sobre ellas, y hacer los deberes sobre una mesa que rebotase. Conforme se lo imaginaba se ponía más contento pensando que esta vez triunfaría. Se acostó y tuvo sueños muy felices.

A la mañana siguiente, todos los habitantes de reino se despertaron, y se dieron cuenta de que todas las mesas y sillas de sus casas habían sido sustituidas por pelotas. Abrieron las ventanas y lo primero que vieron fueron las pelotas sustitutas de los bancos del parque. La gente salió de sus casas a probarlas. Una mujer fue la primera en hacerlo, pero cuando intentó subirse a la pelota, le resbaló el trasero y se cayó por el lado contrario. Un hombre intentó desayunar en la cocina, y al posar su taza de café sobre la pelota que actuaba como mesa, ésta hizo que su taza rebotase y se estampase contra el techo, derramando todo el café caliente sobre su pelo. Los niños y niñas, cuando llegaron a clase, sonrieron al ver tantas pelotas, pero esa sonrisa desapareció pronto.

El primer chico que intentó sentarse sobre su pelota, se lanzó a ella con tantas ganas, que ésta le hizo rebotar y salir despedido por la ventana (creo que llegó volando hasta la casa de la panadera que estaba horneando bollos). Una niña quiso posar su libreta sobre la pelota que tenía en lugar de pupitre. Al posarla, la libreta comenzó a deslizarse hacia delante y para evitar que cayera, la muchacha se abalanzó sobre ella. Niña y libreta comenzaron a rodar sobre la pelota que cada vez cogía más velocidad. Llegaron a bajar por las escaleras de la escuela, y terminaron estampadas contra la puerta de la casa del párroco.

A los pocos minutos, el rey que daba por hecho que los niños se estaban divirtiendo, escuchó voces y mucho jaleo en la calle. Se asomó a la ventana y ¡cuál fue su cara de asombro cuando descubrió lo que estaba ocurriendo! Todos los niños rebotaban sobre las pelotas por los aires pidiendo auxilio, varios quedaron enganchados en los árboles, incluso uno del campanario. Los padres y abuelitos rodaban por las calles tratando de hacer equilibrio sobre sus pelotas, por no hablar de lo que sonaba y temblaba el suelo cada vez que los niños rebotaban.

El rey de inmediato llamó a sus ayudantes para que parasen cuanto antes el terrible espectáculo e hiciesen desaparecer cuando antes todas las pelotas, volviendo a sus viejas sillas, mesas, bancos...

Nuevamente, las disparatadas ideas del Rey de Chipiripúm no habían funcionado, pero esto no le haría cesar en su empeño por conseguir que los niños se diviertan.

¿Con qué disparatada idea nos sorprenderá la próxima semana? ¿Quieres descubrirlo? Pues aquí os espero como cada miércoles.

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